Argentina tiene un desafío impostergable en el corto plazo: estabilizar la macroeconomía. Esa será la máxima prioridad de la próxima gestión nacional: no es posible pensar en un esquema de crecimiento sostenido y desarrollo con inflación de tres dígitos, brecha cambiaria del 100%, importaciones restringidas, restricciones casi totales para el giro de utilidades e incertidumbre permanente.
Si dicha tarea es exitosa, Argentina tiene otro desafío igual de importante: aumentar sustancialmente sus exportaciones. Hoy Argentina exporta dos veces y medio menos por habitante que Chile, y la mitad que Uruguay y México. Afortunadamente, Argentina tiene un gran potencial exportador en diversos sectores, siendo muchos de ellos lo que el mundo necesita: energía, minerales para la transición energética, alimentos y conocimiento. El objetivo de esta nota es mensurar cuáles son los sectores con mayor potencial exportador en el corto plazo y cuáles son las necesidades de política.
Desde ya que con aumentar las exportaciones no es suficiente: por un lado, Argentina necesita mantener un manejo prudente de la macroeconomía que permita recrear la confianza en la moneda local y el acceso al crédito internacional para financiar su economía. Por el otro, se necesita el desarrollo productivo y el reparto equitativo de los beneficios de, en caso de éxito, los resultados de la estabilidad y el crecimiento exportador.
Vale remarcar, antes de comenzar el repaso, la relación simbiótica entre exportaciones, nivel de vida y estabilidad macroeconómica. Un aumento de las exportaciones aporta a la estabilidad macroeconómica mediante una mayor disponibilidad de divisas o “dólares”, y así, ayuda a generar mejores condiciones de vida de la sociedad. Al mismo tiempo, la estabilidad macroeconómica es una condición necesaria para exportar más. Por ejemplo, varios sectores que dependen de grandes inversiones con un plazo largo de maduración (GNL, minería, foresto-industria, hidrógeno verde) necesitan certidumbre sobre, por ejemplo, la posibilidad del acceso a divisas para el repago de sus inversiones. Por lo tanto, un manejo macroeconómico prudente que recree las condiciones para invertir, que incentive a los argentinos a ahorrar en pesos y destrabe financiamiento en materia de inversiones o préstamos del exterior es igual de importante que – y a veces una condición para- exportar más.
Potencial exportador de los sectores productivos
Yendo en orden de magnitud, los sectores con mayor potencial para aumentar sensiblemente sus exportaciones son la energía y la minería. Por su gran peso actual, será importante también el aporte de la agroindustria. La industria manufacturera, salvo excepciones, no pareciera tener un gran recorrido exportador. Los servicios basados en conocimiento y el turismo son ramas que, en menor medida, también tienen mucho para crecer. Por último, es necesario prestar atención a sectores emergentes y/o aún subexplotados, como el hidrógeno verde, la foresto-industria y la acuicultura, entre otros.
Por el lado de la energía, el desarrollo de Vaca Muerta -que ya es una realidad- puede aportar alrededor de US$ 30.000 millones adicionales en materia de exportaciones en gas, petróleo y derivados hacia finales de la década. Los resultados de los últimos años de los hidrocarburos no convencionales de dicha formación demuestra que somos cada vez más competitivos a nivel global gracias a los avances tecnológicos.
En materia de gas, el gran cuello de botella es la infraestructura de transporte, como el Gasoducto Néstor Kirchner, y la/s planta/s de Gas Natural Licuado (GNL), que permitirían exportar el gas vía barcos a los principales mercados globales, como el europeo y el asiático. Para que esto suceda, el sector reclama una ley de promoción que incluya ciertos beneficios y genere un marco regulatorio que garantice el acceso al gas y a las divisas. Hay varios proyectos de ley circulando, pero aún no se ha avanzado concretamente en ese sentido.
En cuanto al petróleo, se necesitan oleoductos y puertos de exportación. En los últimos tiempos se vienen avanzando con varias obras (ej. oleoducto a Chile), y recientemente YPF anunció la construcción de un puerto en Río Negro que permitirá aumentar sensiblemente las exportaciones. Todo indica que, en el corto plazo, el aumento de las ventas al exterior de los hidrocarburos vendrá motorizado por el petróleo, dado que no necesita de una inversión de gran cuantía como una planta licuefactora de GNL.
El mundo necesita más minerales para la transición energética (cables, baterías, etc.), y Argentina tiene una gran abundancia en dos de los más críticos: litio y cobre. En la actualidad, hay varios proyectos de litio en construcción, respondiendo a la gran demanda y extraordinarios precios, sumado a las buenas características productivas de nuestros salares. Según ciertas proyecciones, Argentina podría convertirse en el segundo exportador global en 2030, lo que podría implicar el ingreso de alrededor de U$S 9.000 millones de dólares adicionales. Existen desafíos para semejante volumen de producción que pueden ser cuellos de botella: logística para el transporte de materiales, provisión de energía para las plantas químicas, recursos humanos capacitados, entre otros, que deben ser abordados por la política pública para que dicho potencial se concrete. Sin embargo, todo indica que el litio será una gran fuente de dólares en el mediano plazo.
Por el lado del cobre, en la actualidad hay solamente un proyecto en etapa de construcción (Josemaría, en la provincia de San Juan) y varios proyectos en etapas avanzadas de factibilidad. De avanzarse con dichos proyectos, Argentina podría ser un jugador importante en el cobre, siguiendo el camino de Chile o Perú. Para dar una idea, solamente Josemaría podría exportar US$ 1.500 millones al año. Hay varios proyectos más de alta relevancia, como Taca Taca en Salta o Pachón, Filo de Sol y Los Azules en San Juan.
Sin embargo, estos proyectos parecieran estar altamente afectados por la incertidumbre macroeconómica, dado que requieren muy altos niveles de inversión (Josemaría, por ejemplo, implica inversiones por alrededor de US$ 4.000 millones) y tienen un plazo de recupero relativamente largo. A diferencia del litio, no pareciera haber condiciones productivas o de dotación que compensen el “riesgo argentino”. En la medida que no haya mejores condiciones macroeconómicas, dichas inversiones probablemente continúen sin despegar.
La agroindustria es hoy el principal complejo exportador del país. Sin embargo, su producción en volúmenes muestra cierto estancamiento en los últimos años, más allá del fuerte impacto del cambio climático. El driver del crecimiento, a diferencia de décadas pasadas, no podrá basarse en la ampliación de la frontera agropecuaria, sino en la mejora de los rindes y en el agregado de valor. Desde el sector se señala que, con menores niveles de presión impositiva y ausencia de brecha cambiaria, el sector podría aumentar su inversión en tecnología y ciertos insumos, como fertilizantes, que aumentarían los rindes. Asimismo, hay consenso sobre la necesidad de aumentar la producción de proteínas animales, sobre todo dada la enorme disponibilidad de maíz, pero las políticas al sector ganadero y la descapitalización del sector productor, hacen pensar en que no será una tarea fácil. Mientras Brasil exporta US$ 2.500 millones de carne porcina anualmente hace varias décadas, en Argentina los envíos al exterior son marginales. En carne aviar los resultados de nuestros vecinos también son apabullantemente superiores: US$ 9.500 millones de exportaciones en Brasil vs. US$ 500 millones en Argentina.
Las economías regionales también son una fuente importante de divisas, aunque han perdido posición en los mercados globales en los últimos años producto de las condiciones macroeconómicas adversas. Argentina ha demostrado poder ser un jugador importante en varios sectores, como el limón, el vino o el té. Inversión en logística, financiamiento para la reconversión y/o inversión en tecnologías de producción, genética o riego, apertura de nuevos mercados, son políticas necesarias para el sector. Ejemplos de potencial subexplotado hay muchos; para muestra sobra un botón: mientras Argentina exporta menos de US$ 50 millones de de cerezas al año, Chile lo hace por US$ 1.500 millones.
En suma, es difícil prever el comportamiento de las exportaciones agroindustriales, dada la fuerte volatilidad en precios, el impacto del cambio climático, la heterogeneidad de los actores y los vaivenes en materia de política pública hacia el sector, pero sin dudas el potencial productivo es grande. Para ello, se necesita un rotundo cambio de las políticas hacia el sector.
Los Servicios Basados en Conocimiento (SBC) se consolidaron como un complejo exportador relevante durante las últimas décadas. Hoy se exportan alrededor de US$ 7.000 millones en el mercado formal (y hay estimaciones de que algunos miles de millones adicionales de manera informal). El sector necesita profesionales capacitados, no solo en programación, sino por ejemplo en inglés -un activo crítico para la exportación. La unificación cambiaria permitiría un salto importante en las exportaciones, frenando la tendencia al trabajo freelance o trabajar para empresas en el exterior sin entrar los dólares al país.
El sector podría, en pocos años, apuntar a duplicar sus exportaciones, dado que Argentina tiene grandes ventajas a nivel global: talento, buena educación universitaria, nivel de inglés, huso horario en línea con EE.UU., el principal mercado. Las políticas de capacitación, infraestructura digital y empleabilidad, que se ensayaron en los últimos años, deberían perfeccionarse, apostando a una mayor coordinación entre Nación y Provincias.
Por el lado de la industria manufacturera, el potencial de crecimiento exportador pareciera ser menor, salvo contadas excepciones. El avance de la producción asiática y el pobre desempeño económico de Brasil, además de los problemas macroeconómicos argentinos, redujeron fuertemente la inserción de la industria en el exterior. Vaca Muerta otorga posibilidades en la producción petroquímica (ej. urea), la industria farmacéutica muestra cierto crecimiento tendencial, y existen estrategias de ciertas empresas automotrices (en especial Toyota) que logran escapar a la caída generalizada. Sin embargo, no pareciera que en las Manufacturas de Origen Industrial (MOI) radiquen las mayores posibilidades de aumento de exportaciones.
El turismo receptivo es otra fuente de divisas que tiene un importante margen para crecer. Argentina aún tiene subexplotado el turismo con Brasil, que es el principal mercado a apostar en materia de volumen de turistas. Aumentar la actual baja frecuencia de vuelos directos con grandes ciudades cercanas y de relativamente altos ingresos, como Belo Horizonte o Porto Alegre, y apuntalar la promocionar circuitos aún subexplotados para los turistas brasileros, como el Norte Argentino, podrían aumentar sustancialmente el turismo receptivo de ese origen. A esto se le suma la necesidad de mejorar la infraestructura turística en varios destinos, y revisar la política aerocomercial permitiendo una mayor competencia. Argentina podría, según estudios del sector, duplicar el ingreso de turistas brasileros en el mediano plazo, lo que implicaría varios miles millones de dólares adicionales de exportación.
La foresto-industria es otro sector subexplotado. Argentina cuenta con 1,3 millones de hectáreas implantadas, principalmente en el NEA, y con grandes ventajas en materia de competitividad por el rápido crecimiento de sus plantaciones. Actualmente, el gran cuello de botella del sector es la ausencia de una planta de celulosa y papel que permita transformar esos recursos en insumos industriales que permitan sustituir importaciones y aumentar las exportaciones. Una planta celulosa y papel podría implicar exportaciones por alrededor de US$ 1.000 millones anuales adicionales. Para ello, al igual que en el resto de los sectores, se necesitan condiciones macroeconómicas estables, y revisión de algunas leyes (ej. ley de tierras) que limitan la inversión extranjera.
Otro vector que aparece en el horizonte es el hidrógeno verde. Sin embargo, aún falta tiempo para que la tecnología madure y se conforme un mercado internacional del cual Argentina pueda participar. Sin dudas, dado los elevados requerimientos de inversión -el proyecto anunciado de Fortescue implicaría inversiones por US$ 8.000 millones-, también serían necesarias mejores condiciones macroeconómicas y garantías básicas como el giro de divisas para el repago de las inversiones.
Por último, un sector pequeño, pero con enorme potencial en nuestro país, es la acuicultura, que ha sido a nivel local históricamente compuesto por pequeños productores o pesca artesanal. Sin embargo, esto está cambiando con la entrada de algunos nuevos jugadores, como Newsan Foods o Idris Patagonia, que vienen realizando inversiones en tecnologías y proceso de punta para la producción de truchas en la Cuenca del Limay (Neuquén y Río Negro), con destino exportador. Si estos proyectos se consolidan, y el país logra atraer nuevas inversiones, podría generarse un nuevo sector exportador de relevancia en Argentina. Sin ir más lejos, Chile exporta US$ 6.000 millones de dólares al año de la industria del salmón. Las necesidades de política son varias, dado que implica prácticamente la creación de un sector de cero: regulaciones, proveedores, infraestructura, estudios de zonas aptas para la producción, entre otras.
Políticas transversales
En síntesis, son varios los sectores en los que Argentina tiene un enorme margen para crecer: tenemos potencial en lo que el mundo necesita. Una problemática transversal a todos los sectores, como decíamos inicialmente, son las adversas condiciones macroeconómicas. Una estabilización macroeconómica, sin dudas muy desafiante, podría permitir ir liberando este enorme potencial productivo-exportador y cambiar nuestra realidad económica definitivamente. Esa sería la política horizontal pro-exportadora más relevante que podríamos tener.
Asimismo, hay una serie de políticas horizontales necesarias para aumentar la competitividad exportadora de todos los sectores: mejora de la infraestructura, simplificación y desburocratización de los trámites para la exportación, calidad y certificaciones, desarrollo de herramientas crediticias, apertura de nuevos mercados, revisión del sesgo anti-exportador de la política tributaria, entre varias otras más.
En el mientras tanto, Argentina necesita una batería de leyes sectoriales, o una ley transversal, que ayuden a reducir la incertidumbre y el riesgo argentino, que incluyan al menos una de las condiciones mínimas que cualquier país le otorga a una empresa que quiere invertir en su economía: poder girar divisas para repagar las inversiones. El régimen de fomento de inversión para las exportaciones -Decreto 234/21-, que permite el acceso al MULC para girar divisas para inversiones exportadoras, es un avance en ese sentido, pero aún insuficiente, en parte limitado por la brecha cambiaria.
Si generamos las condiciones para el despegue del potencial exportador, y lo acompañamos con políticas productivas, científicas, tecnológicas y distributivas, Argentina tiene todo para dejar atrás definitivamente estos años de estancamiento y mejorar definitivamente las condiciones de vida de nuestra población.
Por Martin Alfie (@alfiemart) y Paloma Varona (@Palu_varona)