MISIÓN PRODUCTIVA: Para empezar, contanos cómo llegaste a liderar Los Balcanes.
CATALINA ROCCHIA FERRO: Empiezo por mi trayectoria académica. Me recibí de politóloga a los 21 años, en la Universidad de San Pablo – Tucumán. A los 23 años hice un máster en Administración en la Universidad del CEMA, en Buenos Aires. Y después me otorgaron una beca para estudiar Finanzas en la universidad de St. Gallen, en Suiza. Me recibí muy joven, y empecé a trabajar en Los Balcanes, haciendo auditoría y control de gestión de los procesos. La compañía nuclea tres ingenios azucareros, produce azúcar y alcohol, y administra muchas hectáreas de caña propias y de terceros. En ese momento, en el año 2013, se estaba presentando en convocatoria de acreedores y estaba bastante complicado todo. Esta crisis me ayudó mucho a crecer, más que la carrera o el máster. Las cosas no estaban bien y yo tenía que hablar con proveedores, con acreedores y demás. Empecé a conocer a mucha gente desde un lugar de mucha vulnerabilidad, porque nosotros les debíamos plata, básicamente. No fue fácil, pero estoy agradecida de haber estado en esa posición, porque he aprendido mucho.
Después pude dedicarme a la parte que a mí más me atrae, que es la agrícola. Empecé a trabajar en los esquemas de arriendo de caña, porque en realidad comprar un campo no es una inversión muy viable, no se recupera rápido. Hasta que un buen día, hace seis años, el presidente de la compañía, que además es mi padre, me sugirió que sea gerente general. Este año, en enero, pasé de ser gerente general a directora ejecutiva. Soy una persona con mucha suerte porque si no hubiera tenido los padres que tengo no sé si podría estar en este lugar. Pero más allá de eso me he preparado un montón: me encanta estudiar, me encanta mi carrera, soy una apasionada de la filosofía política, estoy en grupos de lectura de Borges. Me he preparado un montón para este puesto y me sigo preparando, pero también es cierto que haber sido la hija de mi padre me ha ayudado bastante.
MP: Desde que asumiste la dirección ejecutiva, ¿cuáles han sido tus principales líneas estratégicas de gestión para transformar la empresa en un referente en innovación y sostenibilidad?
CRF: Más que ser referentes en innovación, que obviamente me interesa, hoy estoy enfocada en sobrevivir a los vendavales macroeconómicos. Desde esa perspectiva, ha sido clave bajar los costos fijos en un año complicado como este. Complicado, porque a la industria nacional se la tiene un poco relegada. A mí me parece fantástico que nos abramos al mundo, pero justamente ahora el mundo está poniendo un montón de aranceles para no abrirse. Desde esa perspectiva siento que estamos en un momento de mucha vulnerabilidad económica. Creo que es un año de transición, que hay que pasarlo y trabajarlo bien para que las cosas salgan bien, pero para eso hay que tener recaudos en los gastos.
MP: Entonces, ¿cuál es tu diagnóstico sobre la industria azucarera en Argentina ahora? ¿Y con qué desafíos se enfrenta la empresa?
CRF: Este año la actividad azucarera tiene básicamente dos mandatos, entre otros: exportar azúcar al mundo para que el precio no baje en el mercado interno, y cumplir con el cupo de bioetanol. Las naftas se cortan en un 12%: el 6% con alcohol de maíz y el 6% con alcohol de caña. Eso representa unos 650.000 metros cúbicos por año para inyectar en el mercado. Entonces, el gran desafío es poder cumplir con este cupo de bioetanol y con las exportaciones para que el precio del azúcar blanca en el mercado interno se vea sostenido. Ese es nuestro pilar fundamental. También seguimos creyendo en la caña de azúcar como un producto absolutamente noble, porque de ahí salen miles de productos; y además muy resiliente: tiene su estrés, pero por ejemplo soporta las heladas.
Estamos con muchas ganas de hacer CO2, que lo utiliza la industria alimenticia; levadura, que se utiliza para el engorde animal, a base de todo el excedente de la fermentación del alcohol. Estamos concluyendo proyectos medioambientales. Tenemos mucho por hacer, pero estamos un poco apichonados con esto de la macroeconomía y de la vulnerabilidad que sentimos, con un Estado nacional que está un poco ausente y que no conoce el interior o la Argentina profunda, por donde pasa la sangre de todo el federalismo. Milei vino dos o tres veces a Tucumán, 15 minutos cada vez. Esto es un dato. Entonces, desde esa perspectiva estamos tratando de mantenernos en pie.
Además falta seguridad jurídica. Por ejemplo, nuestra ley de biocombustibles dice que nosotros tenemos que cobrar el precio del biocombustible según una fórmula polinómica, con un montón de ítems. El gobierno de Milei no viene cumpliendo esa norma, tampoco la cumplió el gobierno de Alberto Fernández. De los $870 por litro de alcohol que da la fórmula, estamos percibiendo $750. Estamos perdiendo un diferencial bruto muy importante. Como sector, estamos de acuerdo con esa ley, pero necesitamos que se cumpla. Si se cumpliese, estaríamos mucho mejor. Tenemos que lograr ser un país serio para poder invertir con fortalezas y no con un montón de debilidades.
MP: ¿Cómo fue el proceso de reconversión de una empresa azucarera tradicional a poder producir bioetanol? En línea con lo que mencionás, entendemos que a veces en un país con tantas incertidumbres macroeconómicas reconvertirse puede ser difícil.
CRF: El tema del alcohol y de las naftas no es algo nuevo: data de los años 80, con el Plan Nacional Alconafta. En esa década el precio del azúcar aumentó y los industriales, unos irresponsables, dejaron de producir alcohol, porque si producís más azúcar, producís menos alcohol y viceversa. Y se cayó el Plan Alconafta. En 2006, cuando el presidente Néstor Kirchner lanza el plan para el maíz, desde el sector le pedimos que también nos incorpore para poder retirar excedentes del mercado interno. De la caña de azúcar que molemos, nosotros tenemos el 10% y los productores cañeros el 90%. Nosotros les pagamos a los productores según la Ley de Maquila, con la entrega del 58% de la producción. Es decir que ellos se llevan 58 kilos de azúcar por tonelada de caña. En Tucumán hay de 8.000 a 9.000 vendedores de azúcar. Entonces el precio nunca sube, porque hay muchos oferentes. Para sacar excedentes del mercado interno, habíamos pedido entrar al plan de biocombustibles y Néstor Kirchner nos abrió las puertas, nos dijo que sí. Y comenzamos a producir.
En ese momento, con Los Balcanes empezamos a viajar mucho a Brasil para ver el tema de las tecnologías: Brasil es un referente a nivel mundial, y tienen ingenios de 20 años, mientras que en Argentina hay ingenios de 270 años, más viejos que nuestra propia república. Empezamos a ver el modelo brasilero, que es distinto al nuestro. Ellos tienen motores flex y van a un esquema de alcohol hidratado: los motores flex pueden bancarse el agua de las naftas, sin necesidad de deshidratarlas al alcohol; nosotros tenemos que deshidratar. Y comenzamos a invertir mucho en destilería. Muchos ingenios ya tenían destilerías, lo que no tenían eran deshidratadoras. Este fue un cambio importante, y fue también un proceso largo. Ahora Los Balcanes está mucho más diversificada dentro del sector y es la mayor productora de alcohol a base de caña de azúcar en Argentina.
MP: Brasil tiene una ley de corte de nafta con un porcentaje mayor, ¿no?
CRF: No, en Brasil podés cargar lo que quieras porque los motores son flex. Pero las estaciones de servicio tienen tanques subterráneos y otro surtidor para el alcohol. Entonces no es tan sencilla la reconversión: a todas las estaciones de servicio de Argentina habría que ponerles un tanque más, un surtidor más. El parque automotor se renueva entre 2% y un 4% anual. Esa sería la tasa de crecimiento que podrían tener los motores flex en el país. Llevaría mucho tiempo ir al esquema brasilero. Pero podemos ir aumentando el corte y llevarlo de 12% al 15%, después al 17% y lo que permitan los motores convencionales.
Además, los biocombustibles en Brasil tienen 50 o 60 años, la actividad es vieja, pero sus ingenios son nuevos. Algunos se inauguraron en el año 2000. En el caso de Argentina, por ejemplo el ingenio La Florida se inauguró en 1894. Uno va cambiando, va invirtiendo, pero también podés encontrarte con algo de esa época. Entonces, lo que falta en la actividad azucarera argentina es capital de trabajo, fuerza de inversión y fuerza crediticia. Todo lo que venimos haciendo −la cogeneración de energía eléctrica, el alcohol, el azúcar− lo hacemos con capital de trabajo propio, que es lo más costoso. No tenemos apalancamiento de bancos ni de leasing.
Te doy un ejemplo. Nosotros tenemos un contrato RenovAr para inyectar energía a partir de la combustión de bagazo a la red eléctrica. Esto debería haber estado listo hace cinco o seis años, pero no hemos podido. Pedimos una prolongación del contrato, porque francamente se nos hacía muy difícil con capitales propios. Uno de los motivos del concurso había sido que nosotros estábamos sobreinvertidos. Hoy financieramente estamos bien, la cosa está más ordenada, pero no contamos con financiamiento o, si contamos, las tasas son absolutamente inalcanzables. Esa es una de las cuestiones para resolver.
MP: ¿Tienen desarrollos de adaptación genética que les dé mayores rindes o les haga un diferencial? ¿Cómo es el proceso de la investigación genética en la caña de azúcar?
CRF: La Estación Experimental Agroindustrial Obispo Colombres reprodujo muchas variedades, pero priman cuatro o cinco. La estación experimental es un ente autárquico que funciona como un organismo mixto, digamos, porque todos sus directores además somos parte de distintos sectores de la actividad agroindustrial, no solamente de la azucarera. Creo que la estación, por su trayectoria, se ha ganado el sello de calidad que tácitamente la sociedad le da: nadie duda de la estación experimental. Hay que empoderarla y apalancarla para que nuestros técnicos puedan investigar cosas que sean realmente útiles.
Al mismo tiempo, Los Balcanes tiene un laboratorio que se llama CIBA: Centro Integral de Biotecnología Aplicada, donde también desarrollamos nuestra propia reproducción. En el CIBA se está estudiando el tema de la transgénesis de la caña, que nos va a permitir plantar en lugares secos, y ampliar así nuestro horizonte productivo en Tucumán. La idea es seguir creciendo y por qué no pensar en un ingenio azucarero más en una zona de la provincia donde no haya ninguno.
Se está estudiando poner dentro del gen de la caña de azúcar, sobre todo de la variedad que prima, que es la la LCP 85-384, los distintos genes sobre todo para la sequía, para la Diatraea, que es un gusanito, y para el glifosato −hoy tenemos costos muy altos de cultivo porque la caña no resiste el glifosato−. Esto se está estudiando de forma pública y de forma privada, para que llegue a ser una nueva forma de producir. Hay dos formas: una, por medio de la mutación génica, y otra por medio de la transgénesis. A partir de la primera, básicamente se cambia el gen que tiene la caña de azúcar, y eso no necesita tantas aprobaciones por parte de la Coordinación de Innovación y Biotecnología y de la Comisión Nacional Asesora de Biotecnología Agropecuaria (CONABIA). La segunda, que implica una variedad nueva, sí. Estamos estudiando el tema. Yo formo parte de la estación experimental, además del CIBA, y estamos muy avanzados.
MP: ¿Cómo evaluarías el potencial del sector bioenergético y qué condiciones te parecen necesarias para que la industria del bioetanol pueda escalar y competir, más allá de la estabilidad macro?
CRF: Plata. Necesitamos plata. De la caña de azúcar se obtienen millones de subproductos. Las peptinas para la industria farmacéutica y la cosmetológica; el CO2 para las gaseosas; el ácido cítrico que también se usa en la industria alimenticia; el papel. A partir del bagazo ahora se están haciendo envases, energía eléctrica. Hoy el mundo está volviendo al azúcar porque nos dimos cuenta de que los edulcorantes son sintéticos, producidos en un laboratorio, y el aspartamo es absolutamente cancerígeno; en cambio, el azúcar es natural. Entonces el azúcar ya no está tan demonizada. El mundo está volviendo a consumir azúcar, aunque en menor cantidad. Eso está buenísimo para el sector.
Y las posibilidades que tiene el sector son enormes, la actividad azucarera tiene mucho para dar todavía. Hace 15 años, en la Universidad del CEMA, Rodolfo Rovallo, un ex-Ledesma, que ha sido un gran maestro para mí, me enseñó a sacarle a la caña de azúcar todo lo que pueda y a reconvertir los proyectos. Y es increíble todo lo que se puede hacer. Hay colegas que tienen más de 10.000 cabezas de ganado porque alimentan a las vacas con la levadura que sale del bagazo. Lo que nos falta básicamente es la ayuda, no el regalo, sino la ayuda de entidades bancarias que puedan apostar por nuestros proyectos. Y por qué no inversiones extranjeras. Para eso las reglas de juego tienen que ser claras. Creo que vamos por ese camino. Yo le tengo mucha fe al Gobierno nacional, más allá de todo lo que dije antes, porque creo que está cumpliendo con un montón de premisas que anunció, nos gusten o no nos gusten. Creo que el mundo nos está mirando con otros ojos y hay que aprovechar ese envión para buscar inversiones extranjeras.
MP: Con todos los desafíos y las necesidades que mencionás, ¿cómo visualizás el futuro económico de Argentina?
CRF: Yo creo que tenemos un futuro fantástico, que hay una apertura al mundo −aunque tendría ciertos recaudos con el tema arancelario, por ejemplo−, que hay una nueva Argentina con muchas ganas, sobre todo de los más jóvenes, de cambiar esta realidad y de ir para adelante. Yo no creo que haya un éxodo tan grande de jóvenes. Si bien ahora las cosas no están tan bien, creo que esto es transitorio y todo va a ir mejorando de a poco. Tenemos un millón de cosas por hacer, y si las hacemos bien vamos a generar un montón de mano de obra, de puestos de trabajo.
Argentina está tratando de erguirse sobre sus propios pies, eso es indiscutible, pero también es necesario profundizar el esquema federal. El camino es empezar a ver más la Argentina profunda, como mencionaba al principio. Mi provincia, que es la más chiquita del país pero la más densamente poblada, ha sido próspera y pujante. Tucumán tuvo hace 280 años la primera industria pesada de toda Sudamérica: el ingenio Santa Ana. Es importante revalorizar nuestras raíces, y tener raíces y alas. Nuestra actividad, que es tan importante como la yerba mate, como Vaca Muerta, como cualquier otra que puede generar un montón de activos y también de impuestos. Para mí los impuestos son una forma de redistribución de la riqueza, justa y equitativa. Habrá que ver cuáles impuestos son abusivos o complejos de pagar por su propio espíritu, y cuáles no.