Diálogo productivo con Hugo Menzella

Diálogo productivo con Hugo Menzella
Share

Misión productiva: ¿Qué aprendizajes destacás de tu desempeño profesional en Estados Unidos? 

En 2002 me convocaron desde una empresa de Estados Unidos para ir a trabajar por tres meses. Me incorporé a una firma que era la primera que hacía biología sintética en el mundo y participaba de un grupo que reportaba al CEO directamente. Entré como visiting scientist (científico visitante) y continué trabajando ahí durante siete años hasta llegar a ser director de un departamento. 

Después regresé a Argentina y a través de un programa de repatriación comencé a trabajar en CONICET. Me fascinaba la idea de que miles de investigadores trabajen para el mismo empleador, y en CONICET somos 32.000. Yo había trabajado en Argentina en condiciones muy precarias y después en condiciones mucho mejores en Estados Unidos, y se me ocurrió armar un laboratorio que utilizando los recursos del CONICET que pudiera generar valor. 

El plan era que ese laboratorio fuese una prueba piloto y en caso de funcionar se pudiese difundir ese modelo a otras regiones. Tanto en práctica como en teoría salió muy bien y de ahí surgió Keclon, que es una empresa a la que le ha ido muy bien. También conseguimos mucho dinero de inversores privados, algo que no es habitual en CONICET. Fue clave que todos los trabajadores del laboratorio se transformaron en socios. 

Muchas veces se pone el acento sobre los casos de éxito como Keclon porque en el sector es extremadamente difícil poder transformar un estudio que se realiza en un laboratorio, llevarlo a una escala industrial y que sea económicamente factible. Pero si lo intentás la suficiente cantidad de veces y de la forma correcta, por una cuestión estadística termina pasando. El tema es fracasar rápido y barato para poder hacerlo bien en el próximo intento. 

MP: En la experiencia con Keclon, ¿podés contarnos algunos de los desafíos que tuvieron que sortear para desarrollar el proyecto?

Cuando hicimos el primer producto, nos estaba yendo muy bien técnicamente pero comercialmente le estábamos errando. La primera apuesta fue el biodiesel, pero después cayó la demanda y decidimos entrar con un producto con aceite. 

Nos hicieron un gran pedido desde una empresa muy importante y lo hicimos bajo condiciones difíciles. Contratamos alumnos nuestros, algunos quedaron trabajando y actualmente son socios. En ese contexto, era muy fácil desalentarse, pero sabía que si cruzábamos ese pedacito de desierto, del otro lado teníamos esa empresa gigante que nos iba a construir la planta, tal como sucedió. 

MP: Desde el Instituto de Procesos Biotecnológicos y Químicos de Rosario (IPROByQ) buscan pasar de la investigación y el desarrollo a la innovación. ¿Cuál es el método con el que trabajan para que la ciencia sea de impacto? 

En primer lugar, buscamos identificar problemas y oportunidades. Medimos el costo del problema, modelamos el costo de la solución y hacemos un plan. Si los resultados no son lo que esperábamos y concluimos que no es viable, avanzamos con otro. 

En este sentido, nosotros evitamos llamar a los investigadores como “talento” ya que esto puede tener consecuencias negativas. Es importante que no sientan que tienen que estar condicionados a ser siempre exitosos, que sepan que pueden fracasar, porque ese es el único modo de aprender. Sino, en pos de ser exitosos siempre puede que se arme una especie de puesta en escena. Por otro lado, los investigadores trabajan en conjunto, con abogados y técnicos entre otros. Ponerlos en un lugar diferente al del resto de sus compañeros haría que el trabajo en equipo se dificulte.

Argentina invierte mucho en educación y es bajo lo que se devuelven al país esos universitarios. No hay mucha conciencia de que esa educación es pagada por alguien, para que después eso se devuelva con trabajo y se haga crecer la economía. Creo que si pudiéramos crear esa conciencia de que es importante devolver algo, Argentina sería un país mucho más solidario y económicamente estaría mejor porque tiene una educación excepcional.

Al idear y ejecutar estos proyectos, buscamos transmitirles a sus miembros que no hagan con la plata del Estado lo que no harían con su plata. Que sea desde la honestidad, en el sentido de que si un proyecto no prospera es conveniente soltarlo y empezar de vuelta, esa es la premisa.

A partir de ahí empiezan a surgir algunas startups que realmente tienen valor. Cuando esa es la guía los proyectos son más rigurosos y las empresas tienen valor. Entonces, cuando ingresan inversores privados se convalida la calidad de los proyectos. Si se cree que el negocio no es tan bueno como lo esperado hay que cuidar a los inversores y ser francos, porque sino el costo puede ser que no inviertan más en el país.

Nosotros apuntamos a lo que sabemos. En el país hace cien años que aplastamos la semilla de soja, separamos el aceite, la harina y vivimos de eso. Entonces, pensar cómo dar una vueltita de tuerca a eso para agregarle valor es nuestro objetivo, porque agregarle valor a eso es más fácil que empezar algo de cero. Ahora estamos empezando con biomateriales, pero siempre me parece que hay que agarrar la fruta más madura del árbol, que es poder darle valor a lo que tenés actualmente. 

MP: ¿Qué nos podés contar de las nuevas empresas creadas y desarrolladas desde el IPROByQ? ¿Nos podés dar algún ejemplo de estos proyectos o startups que están surgiendo?

Sí, por ejemplo, el ácido hialurónico es un producto que se usa muchísimo, se conoce mucho por el uso en cosmética, por el uso biomédico. Para producirlo se generan un montón de desechos, se extrae de tejidos animales, por lo que genera rechazo. Genera una cantidad de daño ambiental enorme y es un negocio de 15.000 millones de dólares anuales. 

Lo que hicimos fue desarrollar un proceso que es 100% sustentable. Trabajamos con una bacteria probiótica, le sacamos los genes de ácido hialurónico, los pusimos ahí, le enseñamos a esa bacteria a hacer eso y cuando termina el proceso queda agua, el ácido hialurónico y la bacteria que es comestible para animales.

Armamos un proceso que genera cero impacto ambiental y tiene un costo que es más o menos 10 veces un orden de magnitud menor al costo de lo que lo hace el mundo. Se trata de un producto que es un negocio de 15.000 millones de dólares, que se puede exportar y tiene un precio tan bajo que se puede llevar ese material a otras aplicaciones para expandir el negocio.

¿Todo esto cómo lo hacemos? Primero nos ponemos a estudiar. Buscamos información y en cuánto es negocio, cruzamos la información, vemos qué oportunidades hay.  Buscamos opiniones criteriosas,  porque si hay algo que no va a funcionar me quiero enterar rápido.

MP: Muchas veces escuchamos historias de investigadores que renuncian a CONICET para emprender. ¿Por qué pasa esto?

Si pensamos que hay investigadores que deben renunciar para armar su empresa para llevar adelante algo que desarrollaron trabajando en CONICET, pensamos que se está llevando algo que le pertenece. En realidad no les pertenece y de esto no hay mucha conciencia en CONICET. Es inconcebible que un empleado se lleve un invento que desarrolló en la institución para hacer su empresa, cuando es un activo que pertenece a un país. Renunciar porque te piden que dejes un porcentaje para ayudar al que viene atrás me parece mal. 

En nuestro instituto actualmente hay un reglamento. No pide dinero sino que lo da, brinda el entorno para poder armar una empresa.

MP: ¿Cuáles creés que son las características locales y que explican que los científicos tengan menos propensión a hacer negocios que en otras partes?

En gran medida creo que acá los científicos gozan de mucha protección, ingresan al sistema de beca rápidamente y con una evaluación que considero sencilla. Creo que sería más enriquecedor que pudieran tener experiencias laborales previas, eso permitiría que sean mejores científicos y más comprometidos. Eso también posibilitaría un mayor entendimiento con otras personas, permitiendo mejorar el trabajo en equipo.

MP: En las últimas décadas pero principalmente durante los últimos años surgieron muchas empresas en nuestro país de biotecnología exitosas, y el potencial aún es enorme. ¿Qué podemos hacer entonces para destrabar parte de ese potencial?

Desde las instituciones de Ciencia y Tecnología es importante que cuando los números son negativos, el proyecto termine y se empiece otro. Hay que medir el costo del problema y la solución tiene que ser inferior a ese costo. Creo que esa sería la principal acción para destrabar este potencial.

MP: Y en relación a infraestructuras.. ¿Te parece que hacen falta instalaciones, equipamientos y espacios estilo clusters para que los investigadores puedan relacionarse entre sí? 

Me parece fantástico el desarrollo de estos espacios pero también creo que hemos recibido mucho. El Estado ya invirtió mucho, no se le puede pedir más cuando la pobreza es tan alta. Me parece que el esfuerzo tiene que venir de otro lado. Cuando creas algo valioso el dinero aparece siempre y no necesariamente del Estado.

Tenemos un ejército de gente calificada, y al igual que cuando volví a Argentina hace diez años pienso que tenemos las posibilidades de crecer si asumimos que hay que fracasar para tener éxito, bajar la cabeza, trabajar, no somos ni más ni menos talentosos que el resto de la gente que participa para que esto sea realidad. 

La parte científica es un pedacito chiquito de lo que es crear valor, hay un montón de cosas que son tan esenciales como un científico para que haya una empresa de biotecnología. Sin el economista, el contador, el de ventas, la empresa no existe. Pongamos a todos en un plan de igualdad, bajar cabeza, laburar, hacer números y va a salir.