Diálogo productivo con Manuel Albaladejo

Manuel Albaladejo se desempeña como Representante Regional de ONUDI para Argentina, Chile, Paraguay y Uruguay. En la presente entrevista describe el rol de la organización a nivel global y sus áreas de trabajo a nivel regional, aborda las oportunidades industriales que abre la economía circular y las líneas de trabajo del organismo sobre Industria 4.0 y transición energética.

ONUDI

Manuel Albaladejo* se desempeña como Representante Regional de ONUDI para Argentina, Chile, Paraguay y Uruguay. En la presente entrevista describe el rol de la organización a nivel global y sus áreas de trabajo a nivel regional, aborda las oportunidades industriales que abre la economía circular y las líneas de trabajo del organismo sobre Industria 4.0 y transición energética. 

Misión Productiva: ¿Cuál es el rol de ONUDI a nivel global? ¿cuáles son sus objetivos? ¿Qué herramientas utilizan?

Manuel Albaladejo: La ONUDI es la agencia de la Organización de las Naciones Unidas para el Desarrollo Industrial cuyo cometido principal es el desarrollo industrial inclusivo y sostenible que aparece reflejado en el Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) número 9. Nosotros defendemos el rol del sector productivo industrial como motor de crecimiento, generador de empleo y por su potencial para luchar contra el cambio climático. Ofrecemos asistencia técnica a través de proyectos de cooperación, apoyamos a nivel normativo y hacemos investigación.   

MP: En el Cono Sur, ¿cuál es el perfil que está teniendo la región? ¿qué actividades o líneas de trabajo tienen con respecto a Argentina? ¿qué desafíos ven?

MA: Nuestra agenda en el Cono Sur se está orientando principalmente a tres grandes áreas que tienen que ver con la idiosincrasia productiva y ventajas comparativas de los países de la región. Primero está la transición energética y su potencial para generar riqueza a la vez que descarbonizamos la economía. Trabajamos tanto en la primera transición energética, es decir, apoyando a los países a transitar hacia una matriz energética renovable, como en la segunda, acompañando a aquellos países que quieren volcar sus excedentes energéticos renovables en la producción de hidrógeno verde o potenciar la transición hacia la electro movilidad.

La segunda área de trabajo, también vinculada con una transición verde, es la economía circular. Representa un gran cambio de paradigma o de modelo económico hacia la producción y el consumo sostenible. Viene de la mano con la necesidad imperiosa de desacoplar el crecimiento económico con el uso excesivo de los recursos. Estamos apoyando a países del Cono Sur en el desarrollo de sus hojas de ruta y estrategias nacionales de economía circular. También desarrollamos proyectos de cooperación técnica que nos permitan minimizar el riesgo asociado a esta transición con los empresarios que quieren transitar hacia la circularidad. En el caso concreto de Argentina tenemos, por ejemplo, un programa que se llama Page – Partnership for Action on Green Economy – con el que apoyamos al gobierno argentino para incursionar en la economía circular a través del desarrollo de estudios que muestran los flujos de residuos agroindustriales y su potencial de valorización. Al mismo tiempo, tenemos en cartera un programa de valorización de residuos agroganaderos para la producción de bioenergía en el país. 

Nuestra tercera área de trabajo es la industria 4.0, es decir la utilización del nuevo paradigma tecnológico aterrizado a herramientas como blockchain o inteligencia artificial en el sector productivo, y cómo nos pueden ayudar a cerrar la brecha productiva además de convertirse en aceleradores de estas dos transiciones verdes que comentaba anteriormente.

MP: Abriste el abanico a muchas preguntas que se pueden hacer con respecto a estos procesos. ¿Cuál es la diferencia entre la economía circular y la economía del reciclaje? Desde el punto de vista conceptual, ¿qué potencial observas en la economía circular con respecto a su aplicación en la industria? 

MA: La economía circular aspira al residuo cero, y la economía del reciclaje necesita del residuo. El reciclaje nos permite extender la vida útil de los materiales que ya existen en el ciclo productivo, pero no puede convertirse en una excusa para repensar el modelo productivo desde el diseño. El reciclaje es parte integral de la economía circular, pero es un parche ex post, una actividad de final de cañería que intenta solventar la problemática actual de los residuos que generamos. Después de todo, la mejor manera de lidiar con un residuo es no producirlo. 

Gran parte del sector industrial hoy tiene un potencial muy grande en la economía circular. Uno de los grandes cambios en los modelos productivos es a través de la servitización, es decir la venta de servicios en vez de productos. Por ejemplo, muchas empresas manufactureras están incursionando en la economía de servicios con acuerdos comerciales a través del pago por suscripción, o ampliando su gama de actividades al incluir servicios de mantenimiento y reparación. Este modelo es incipiente en América Latina pero ya lo vemos despegar en Europa donde los marcos normativos establecen las reglas de juego. 

Más allá de este cambio disruptivo, la economía circular ofrece otras opciones como, por ejemplo, la integración de residuos en los procesos productivos propios o de terceros, o la gestión integral de residuos industriales como modelo de negocio. Estos procesos de simbiosis industrial son generadores de empresas y puestos de trabajo. 

La economía circular vincula la agenda productiva con la ambiental, y no debería chocar con el interés empresarial sino todo lo contrario: la economía circular abre el abanico de oportunidades para que el sector empresarial repiense los procesos productivos y busque oportunidades de crecimiento en el contexto actual de crisis climática.

MP: Y a la hora de impulsar esta agenda, ¿qué obstáculos se han encontrado en la región? ¿qué avances hubo y en qué no se ha podido avanzar demasiado?

MA: El principal obstáculo para la implementación de la economía circular es que supone un cambio sistémico tanto en los patrones de producción como de consumo. Las iniciativas individuales que podamos acometer como personas o empresas pueden ser estériles si no existe un ecosistema que nos permita generar los incentivos y las señales de mercado para transitar en la dirección correcta. Por ejemplo, una empresa que quiere apostar a la economía circular necesita un marco normativo e incentivos de mercado que actúen como faro. Sin ir más lejos, las compras públicas podrían incentivar el mercado de productos circulares; la ley REP, establecer un marco regulatorio adecuado; y un fondo de innovación en economía circular, fomentar la investigación y su aplicación en el sector real. Sin este tipo de incentivos desde la oferta y la demanda es difícil concebir un cambio a gran escala. 

Sin embargo, en los últimos años hemos visto avances significativos que merecen mención. Muchos países de la región han desarrollado hojas de ruta y estrategias nacionales. Otros, como es el caso de Chile y Uruguay, han implementado programas de oportunidades circulares para compartir el riesgo financiero asociado a la transición. Y la gran mayoría de países han progresado en los marcos normativos. Por ejemplo, la ley de gestión integral de residuos establece un marco mediante el cual se busca la prevención y reducción de los impactos negativos asociados con la gestión de residuos. Mi experiencia en la región es que el problema no es hacer la ley sino hacerla cumplir, pero eso va más allá del ámbito de la economía circular. 

MP: Con respecto a la industria 4.0, ¿qué líneas están trabajando desde el organismo? 

MA: ONUDI está trabajando en la digitalización de mipymes a escala global. Este proceso se ha acelerado con la pandemia y hoy no concebimos un sector industrial competitivo que no incorpore algunas de las tecnologías asociadas a la industria 4.0. Reducir la brecha de productividad entre América Latina y otras regiones pasa por incorporar este tipo de tecnologías de manufactura avanzada. 

Nuestro proyectos de cooperación técnica permiten explorar la aplicación de tecnologías 4.0 en el sector industrial y el desarrollo de políticas productivas que favorezcan la adquisición y absorción de estas tecnologías. Esto es importante porque en América Latina la incorporación de tecnologías de la industria 4.0 es muy incipiente. No olvidemos que todavía en gran parte de nuestra región no estamos ni en la tercera revolución industrial. Es decir, todavía tenemos el hándicap de que la automatización industrial no siempre está presente y existe más incertidumbre con tecnologías más avanzadas.   

MP: ¿Cómo se vincula la economía circular y la industria 4.0 con los procesos de industrialización? 

MA: Tanto la economía circular como la industria 4.0 nos hacen repensar el modelo de industrialización porque la circularidad y el desarrollo tecnológico es transversal a absolutamente todos los sectores de la economía. Ya no hay sectores ganadores y perdedores, todos pueden mejorar competitivamente a través de la aplicación de principios de circularidad y digitalización. A diferencia de algunos años atrás, hoy el discurso en la región gira, no tanto en torno a la desvinculación de sectores de baja productividad (tradicionalmente sectores agrícola y extractivo), sino en torno a cómo la aplicación de la circularidad y la industria 4.0 nos permite transformar dichos sectores y hacerlos competitivos.  

Pero lo más interesante de la industria 4.0 es que nos permite saltar muchas fases de procesos de industrialización porque requiere mucha menos inversión e infraestructura que el modelo de industrialización tradicional basada en el desarrollo de industrias básicas para luego pasar a las industrias pesadas. La industria 4.0 también achica los tiempos y permite que los países puedan ´reindustrializarse´ en una perspectiva temporal mucho menor.

MP: Sobre la transición energética, ¿qué iniciativas están acompañando desde el organismo y cuál es el rol que cumple ONUDI en estos acompañamientos?

MA: Desde ONUDI desarrollamos proyectos de cooperación técnica donde testeamos tecnologías, apoyamos en los marcos normativos y hacemos investigación. En la primera transición energética apoyamos al sector de renovables. En el cono sur tenemos proyectos de bioenergía a través de la valorización de residuos en el sector de lácteos, frigoríficos y sector forestal.    

Respecto a la segunda transición energética, hemos desarrollado un programa global de hidrógeno verde que consta de dos pilares: una plataforma de cooperación internacional y el desarrollo de pilotos demostrativos de la aplicación del hidrógeno verde en el sector industrial. Muchos países de la región, incluido Argentina, están interesados en la producción de hidrógeno verde por varios motivos. Primero, el hidrógeno verde va a jugar un rol clave en el empuje hacia la carbono neutralidad en el 2050. Segundo, existe un alto potencial de descarbonización en sectores que son muy difíciles de electrificar como es el caso de la siderurgia, el sector cementero, transporte de carga de larga distancia y la aviación. Y finalmente, el hidrógeno verde puede convertirse en un polo de atracción de inversión que permita el desarrollo de industrias auxiliares. Por ejemplo, Chile está contemplando el desarrollo de un proceso de industrialización que gire en torno al hidrógeno verde. A diferencia de la primera transición energética donde nuestros países eran importadores pasivos de paneles solares o molinos de viento procedentes, el desarrollo industrial y comercialización de hidrógeno verde está ocurriendo hoy. Esto permite a los países que tienen factores habilitantes poder ser parte en la cadena de suministro si desarrollan políticas de apoyo y atraen inversión. Ni hablar que, países como Argentina, Chile, Uruguay y Colombia, tienen el potencial de ser grandes jugadores en un futuro muy cercano.  

 * Manuel Albaladejo es economista industrial con más de 20 años de experiencia profesional en las áreas de política industrial y comercial, desarrollo del sector privado y competitividad. Actualmente es el Representante de la Organización de la Naciones Unidas para el Desarrollo Industrial (ONUDI) para Uruguay, Argentina, Chile y Paraguay y previamente fue responsable del programa de fortalecimiento comercial del Banco Mundial en Indonesia. Durante su etapa académica en la Universidad de Oxford, publicó extensamente en los ámbitos de competitividad industrial y comercial, fragmentación productiva y desarrollo del sector productivo. Posee un MPhil en Estudios de Desarrollo en el Instituto de Desarrollo de la Universidad de Sussex.