La Agricultura Verde como tractora del desarrollo científico-tecnológico: oportunidades y desafíos para el desarrollo de bioinsumos en Argentina

La revolución que en su momento implicó el uso en el sector agrícola de pesticidas y fertilizantes químicos enfrenta crecientes limitaciones, tanto productivas (resistencia de plagas y fitopatógenos), como ambientales (impacto sobre la biodiversidad de los suelos y la salud humana) que se evidencia, sobre todo en los países más desarrollados, en crecientes regulaciones y nuevos hábitos de consumo. 

bioinsumos

Las proyecciones sobre el crecimiento de la población mundial, el nivel de ingresos y los procesos de urbanización, indican una tendencia para las próximas décadas de fuerte incremento en el nivel de consumo de bienes y servicios, en particular de alimentos. En ese marco, la transformación de los paradigmas tecno-económicos para una producción agrícola más sustentable se torna un desafío central.

La revolución que en su momento implicó el uso en el sector agrícola de pesticidas y fertilizantes químicos enfrenta crecientes limitaciones, tanto productivas (resistencia de plagas y fitopatógenos), como ambientales (impacto sobre la biodiversidad de los suelos y la salud humana) que se evidencia, sobre todo en los países más desarrollados, en crecientes regulaciones y nuevos hábitos de consumo. 

Una de las principales respuestas a esta dinámica de cambio es el avance de la agricultura 4.0. La incorporación de nuevas tecnologías tales como sensores y herramientas de análisis de suelos, drones, robótica, big data e internet de las cosas, contribuye a un uso más racional de los insumos.

La otra es el desarrollo y difusión de insumos biológicos. Los bioinsumos agrícolas pueden ser clasificados en dos grandes grupos: los que estimulan el crecimiento o desarrollo de las plantas (bioestimulantes) y los que buscan combatir plagas o disminuir sus efectos negativos (biocontroladores). Los biofertilizantes, un subgrupo relevante dentro de los bioestimulantes, aumentan la eficiencia en el uso de nutrientes, abriendo nuevas rutas de adquisición de los mismos por parte de las plantas, y lo hacen independientemente de su contenido de nutrientes, a diferencia de los fertilizantes. A su vez, un mismo agente biológico puede tener más de un efecto benéfico sobre las plantas. Por ejemplo, algunos microorganismos que inducen el crecimiento vegetal, también pueden controlar plagas, funcionando como bioestimulante y biocontrolador a la vez. De esta forma, los bioinsumos permiten abordar diversas problemáticas sin demandar derivados de recursos no renovables para su producción ni dejar trazas de residuos tóxicos en los alimentos. 

A nivel internacional, representan actualmente apenas el 3,8% del mercado total de insumos (considerando agroquímicos). Pero su crecimiento promedio es de aproximadamente un 15% anual, que contrasta con el 2 – 3% que muestran los agroquímicos. Los países en donde más avanzó su adopción son, a la vez, aquellos mercados en donde se establecieron regulaciones públicas y privadas más estrictas sobre las condiciones sanitarias de los alimentos, en particular en frutas y verduras, y con mayor consumo de productos orgánicos. De allí que los principales mercados a nivel mundial sean Estados Unidos y la Unión Europea, aunque también tienen un lugar destacado en países como China, India, Brasil o México. 

Principales Mercados y tendencias

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En ese sentido, los bioinsumos presentan algunas dificultades para su adopción por parte de las y los agricultores, como ser la mayor variabilidad en su efectividad, los tiempos requeridos para apreciar su accionar y la cantidad de aplicaciones o dosificaciones necesarias. Además, como acontece con todo cambio paradigmático, enfrenta el desconocimiento por parte de productores y profesionales del sector. Y en algunos segmentos críticos, como el del combate de malezas, el abanico de alternativas tecnológicas actualmente existentes es acotado, y con condiciones económicas y técnicas que desalientan su utilización a escala. 

Principales ventajas y desventajas tecno-económicas de los bioinsumos

Principales ventajas y desventajas tecno-económicas de los bioinsumos

Fuente: elaboración propia.

¿Puede Argentina jugar como desarrollador y no sólo como adoptante de bioinsumos?

El mundo de los bioinsumos no tiene, al menos hasta hoy, un TESLA. Las menores barreras a la entrada y la interacción con clima y suelo, que lleva en varios segmentos a la definición de mercados más regionales que globales, parecieran conspirar contra esa alternativa, permitiendo el despliegue de un universo de pequeñas y medianas empresas. 

Principales productores a nivel mundial según segmento (2019)

Principales productores a nivel mundial según segmento (2019)

Fuente: Mordor Intelligence.

No obstante, las grandes firmas multinacionales que desarrollaron el paquete tecnológico de la “revolución verde”, han comenzado en los últimos años a incursionar en la producción de bioinsumos, apoyándose para ello en un abanico de estrategias que abarcan la adquisición de empresas, el establecimiento de alianzas estratégicas, la inversión en capital de riesgo, el incremento de los esfuerzos propios en I+D y la vinculación con los sistemas científico-tecnológicos. A su vez, en los casos en que los bioinsumos se combinan con el paquete de agroquímicos, estas firmas tienden a aprovechar sus activos complementarios y vincular las ventas de sus distintos productos, lo que se transforma en un desafío importante para quienes buscan competir desde una estrategia monoproducto.

Argentina tiene una larga trayectoria en materia de adopción de bioinsumos, pero en gran medida circunscrita a la incorporación de inoculantes en base a bacterias para la fijación de nitrógeno en los cultivos de soja, un mercado que hoy ronda los 80 millones de dólares. Si se deja a un lado los inoculantes, la Argentina presenta hoy un bajo nivel de adopción de bioinsumos en comparación con otros países de la región, como Chile y Brasil. En el primer caso, el mayor impulso proviene de la mayor dimensión del mercado de frutas y verduras para exportación, mientras que, en el segundo inciden más las condiciones climáticas que tornan más acuciante la necesidad de implementar estrategias para el control de plagas. En todo caso, esto plantea el desafío de que, en la actualidad, el estímulo de la demanda interna para traccionar la oferta de estas nuevas tecnologías resulta menos dinámico que en otros países, que son potencialmente tanto consumidores como competidores.

El subsistema científico-tecnológico es una de las fortalezas para desarrollar localmente esa oferta. Un relevamiento que realizamos recientemente sobre 13 de los principales centros de investigación y desarrollo que existen en esta materia en el país identificó una cartera de 55 desarrollos en distintos grados de avance, y sobre la base de diversos agentes efectores (principalmente hongos, bacterias y artrópodos). Se destacan mayormente los avances de productos de biocontrol para su aplicación en cultivos intensivos como frutales y hortalizas. Por el contrario, no se han identificado grupos o experiencias que se encuentren trabajando en el desarrollo de bioherbicidas para el combate de malezas, una de las principales problemáticas que enfrenta el sector agrícola y la oportunidad de mercado de mayor tamaño. 

Una parte importante de ellos ya cuenta con formulaciones probadas a escala de laboratorio o incluso a campo, algunas de las cuales se encuentran en proceso de registro. El nivel de articulación con el ámbito empresario es relativamente elevado aunque mayoritariamente asociado a la provisión de cepas y servicios especializados de tipificación de agentes efectores. Las experiencias de transferencia de tecnología y surgimiento de spin-offs han sido, hasta la fecha, menos habituales (cinco desarrollos se comercializan en el mercado bajo marcas registradas por empresas). 

Por su parte, el ecosistema empresarial está hoy conformado por un conjunto de organizaciones con trayectorias fundamentalmente ligadas a la producción y comercialización de inoculantes para cultivos extensivos. Se trata de un grupo de 110 empresas, que abarcan tanto grandes firmas de capitales extranjeros como pequeñas, medianas y grandes de origen nacional. Para el caso de biocontroladores, se identifican 45 empresas que han registrado productos de carácter más reciente. También en instancia de registro se encuentran desarrollos orientados a la promoción del crecimiento.

El mercado interno es hasta ahora el principal destino de la producción, pero algunas empresas más consolidadas – incluso PyMEs – han avanzado en un proceso de internacionalización, insertándose en mercados limítrofes como Paraguay y Uruguay, mientras que las de mayor envergadura han logrado sumar otros destinos regionales tales como Brasil, Colombia y México y otras incluso el mercado europeo y africano. 

Entre las medianas y grandes empresas de origen nacional que se encuentran llevando adelante estrategias que abarcan la integralidad de la cadena de valor para el desarrollo de nuevas tecnologías cabe destacar a Bioceres (a través de Rizobacter, una de las principales empresas productoras de biofertilizantes a nivel mundial), Terragene (a través de Protergium) e YPF-Agro (apoyándose en Y-TEC). Por otro lado, la mayor parte de las PyMEs del sector cuentan con equipos de I+D sumamente reducidos (o incluso no poseen), por lo que generalmente no formulan sus productos y concentran su actividad en la comercialización y producción. Dentro de este estrato, ciertas firmas producen a fasón para empresas que cuentan con una marca más desarrollada y que operan dentro de este segmento como comercializadoras. 

Sin embargo, progresivamente han comenzado a surgir proveedores privados a través de startups que conducen el aislamiento de agentes efectores, pruebas de concepto y desarrollo de formulaciones a cambio de un royalty o una participación en las ventas. Estas firmas suelen ser emprendimientos muchas veces iniciados por personas con cierto recorrido en instituciones del ecosistema científico tecnológico. Esta experiencia es aprovechada muchas veces para funcionar como intermediarios en el proceso de transferencia o complementando las etapas de desarrollo para poder dar respuesta a requerimientos del sector privado.

El surgimiento de nuevas empresas está apuntalado por las aceleradoras de base científica como GridX, Cites o la del Litoral, a las que recientemente se sumó el fondo SF500, de la provincia de Santa Fe. Asimismo, si bien hasta la fecha existe tan sólo una incubadora especializada en proyectos de base biológica o biotecnológica (Bioloop, Universidad Nacional de San Martín), existen iniciativas importantes tanto a nivel público (Universidad Nacional de Rosario) como privado (Terragene), constituyen iniciativas estratégicas para ampliar la base empresarial del sector. 

¿Qué se podría hacer para tener más chances de ser parte de ese partido?

Lo que está en juego a mediano y largo plazo es, por un lado, la oportunidad de sostener y/o expandir las exportaciones de productos agrícolas. La incapacidad de modificar el paradigma tecno-productivo no sólo conllevaría el riesgo de pérdida de mercados para la producción agrícola, sino también el de verificar una caída de la productividad, sea por la reducción de los rendimientos o bien por la necesidad de mayores inversiones para sostenerlos. Pero también el incremento en la exportación de bioinsumos y, sobre todo, la sustitución, aunque sea parcial, de un mercado local de agroquímicos cuyo tamaño se estima en unos 2.800 millones de dólares, 40% del cual se abastece hoy con producción nacional. 

Maximizar las probabilidades de que el país tenga un rol activo en el desarrollo, y no sólo en la adopción, de bioinsumos requiere un abordaje integral, que abarque aspectos relacionados tanto con la oferta como con la demanda de estas tecnologías, contribuyendo así a la construcción de un mercado que aún se encuentra en un estadio emergente. 

Incentivar económicamente la demanda de bioinsumos, es una señal en el sentido correcto, por cuanto el crecimiento de la demanda interna puede tener un rol central como tractor del desarrollo de nuevas tecnologías. Pero ello debe ser acompañado por programas destinados a crear una Red Nacional de centros de demostración, generar “productores líderes” que funcionen como “efecto demostración” y formar profesionales y extensionistas para la agricultura avanzada.  

A su vez, la dimensión regulatoria es crítica para facilitar la difusión de nuevas soluciones tecnológicas. Los tiempos involucrados, las exigencias de ensayos y pruebas, el tratamiento enmarcado en las normativas de agroquímicos, la falta de clasificaciones específicas, y la diversidad normativa vigente entre provincias, se presentan como los mayores obstáculos para la comercialización de nuevos desarrollos. Las dificultades para certificar la calidad de las soluciones atenta contra la confiabilidad de las y los productores en estas soluciones, elemento que se torna especialmente crítico en el caso de una tecnología emergente, donde existe escaso conocimiento sobre el producto y los proveedores. En cuanto a las estrategias de protección de la propiedad intelectual, la imposibilidad de registrar organismos vivos en Argentina es otra limitación para empresas de mayor porte que apuntan a hacer innovación de frontera, aunque no así para aquellas que siguen otras estrategias. 

Del otro lado, es necesario alinear las estrategias de investigación y, sobre todo, desarrollo del subsistema científico-tecnológico y empresario, para lo cual se pueden realizar convocatorias de investigación orientadas a suplir las áreas de vacancia identificadas e inducir la vinculación academia/empresa para la realización de ensayos a campo y, sobre todo, escalado. Asimismo, pocos desarrollos cumplen con los criterios de inversión de los fondos de capital de riesgo (potencial de retorno exponencial), en parte por la interacción específica con clima y suelo que tiende a limitar el grado de globalización de las soluciones obtenidas. En consecuencia, parte importante del capital de riesgo que de todos modos requieren estos desarrollos para su despegue -en tanto demandan tiempo y operan en contexto de incertidumbre- deberá provenir de estrategias de innovación abierta de empresas existentes y/o a capital emprendedor provisto por el sector público. En este sentido, explorar alternativas innovadoras como incentivar especialmente la participación de los propios productores agrarios como capitalistas de riesgo puede resultar una estrategia interesante. Por último, apoyar los procesos de registro en mercados externos puede ser una política fructífera de impulso a las exportaciones.           

Finalmente, este abordaje multidimensional involucra el diseño de mecanismos adecuados para operativizar la coordinación estratégica del accionar de una diversidad de esferas de gobierno con incumbencia en la materia, que trasciende los objetivos establecidos en el recientemente reformulado Comité Asesor en Bioinsumos de Uso Agropecuario.