A contramano de la tendencia negativa exhibida en la mayoría de los indicadores económicos de Argentina durante los últimos años, un informe del BID de fines de 2023 mostró que es el país de la región con mayor cantidad de startups deep tech, superando incluso a economías más grandes como Brasil y México. Este proceso se consolidó en los últimos años, a pesar de las recurrentes crisis económicas, y hoy existen más de 100 startups deep tech que representan el 30% de Latinoamérica.
¿A qué se debe este outlier? En pocas palabras, a la combinación de nuestra rica tradición científica basada en inversión pública y la aparición de nuevos actores privados y público-privados dinámicos en materia de creación de empresas científicas desde cero, los “company builders” (GridX, SF500, CITES y Aceleradora Litoral). Este alentador desempeño, que está redefiniendo la histórica débil vinculación entre la investigación y el mundo productivo en nuestro país, todavía tiene enormes desafíos por delante, tanto desde el punto de vista de la originación de los proyectos como de las etapas de financiamiento posteriores a la inversión realizada por los company builders.
Primero, ¿qué son las startups deep tech?
Son emprendimientos que tienen como objetivo ser disruptivos y transformarse en jugadores clave para resolver los grandes desafíos que enfrenta actualmente la sociedad: la lucha contra el cambio climático, el envejecimiento poblacional, la necesidad de alimentar a una población creciente, los principales retos en materia de salud, la seguridad y la defensa, como principales. A diferencia de las startups tecnológicas tradicionales, suelen estar basadas en nuevos avances científicos. En Argentina, alrededor de dos tercios de las startups deep tech están vinculadas a la biotecnología [1], el campo tecnológico con mayor desarrollo relativo. También hay startups de “new space” y nanotecnología.
Estas startups son un vehículo para transformar el conocimiento científico generado por las universidades y los centros de investigación en beneficios económicos para el conjunto de la sociedad: valor agregado, empleo de calidad y bien pago, complejidad económica y aumento de las exportaciones, entre otros. Por ello, el fomento a las startups deep tech viene siendo un objetivo de política de numerosos países durante los últimos años, con diversas herramientas como subsidios, matching funds públicos, etc.
El destacado desempeño argentino tienen como principal cimiento a una tradición científica y a la acumulación de conocimiento e investigación de calidad del CONICET, las universidades públicas y otras instituciones de relevancia como la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (CONAE) y el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), entre otros. Estas instituciones públicas juegan un rol clave en el financiamiento de las actividades de investigación en etapas tempranas y en la ciencia básica, que son el principal insumo para las startups deep tech. Sin esta inversión pública, no existiría el boom de startups.
La transición de la investigación al emprendimiento
La transición de la investigación al emprendimiento, que es la base de casi todas las startups deep tech, todavía sigue siendo relativamente dificultosa. Por un lado, existen reglas, incentivos y mecanismos institucionales que limitan que los científicos argentinos puedan tomar el camino de realizar un emprendimiento. En particular, el nacimiento de más startups enfrenta desafíos vinculados a las estructuras institucionales del CONICET y las universidades. A pesar de los avances recientes, especialmente en cuanto a incentivos para que los investigadores formen o se unan a startups, persisten áreas grises legales y aspectos de los mecanismos institucionales que requieren mejoras. Esto incluye debates sobre la participación del CONICET en las Empresas de Base Tecnológica (EBT)[2] y las debilidades institucionales de las Oficinas de Transferencia Tecnológica (OTT) de las universidades, junto con la limitada influencia de las secretarías de vinculación, entre otras cosas. A su vez, existen aún desafíos institucionales relevantes en materia de financiamiento, de cultura emprendedora, de apoyo a los científicos, entre otros, que son cuestiones a resolver o mejorar si quisiera profundizarse este camino.
Junto a la tradición de inversión pública en la ciencia, se combinó la aparición en el ecosistema argentino de actores que cumplieron un rol clave: los company builders científicos. GridX, SF500, CITES y Aceleradora Litoral son aquellos fondos que, en su conjunto, han construido desde estadíos muy tempranos cerca de 90 startups deep tech en los últimos diez años, la gran mayoría de ellas en el último lustro.
¿Qué hacen los company-builders?
Cómo señala su nombre, identifican una idea científica y acompañan a los investigadores el proceso inicial para transformarla en una start-up. Este modelo de negocios, inaugurado en Argentina por GridX, es novedoso para un país en vías de desarrollo, y de a poco se expande al resto de la región debido a su éxito en originar nuevas empresas científicas.
En materia de financiamiento, aún hay un gap importante luego de la inversión realizada por estos fondos de estadíos hiper-tempranos. El capital comienza a escasear y el ecosistema local muestra sus limitaciones, por lo que aumenta el riesgo de no sobrevivir al “valle de la muerte”, que es sensiblemente más largo y desafiante para este tipo de compañías que para las startups tecnológicas tradicionales. Por ello, aparecen nuevos actores, en su mayoría fuera del país, e incluso fuera de la región, que empiezan a tomar relevancia como inversionistas. Algunos analistas (Gonzalo et al., 2023) señalan que existe un riesgo de “internacionalización temprana”.
Cabe señalar, también, el rol que jugaron diversas políticas públicas para acompañar este proceso, destacándose el rol del EMPRETECNO de la Agencia de I+D+i y el FONDCE, producto de la Ley de Emprendedores de 2017 [3] . Estas políticas, no exentas de limitaciones, apuntalaron este proceso: por ejemplo, el fondo “Aceleración” orientado a aceleradoras científicas del FONDCE dio nacimiento a Aceleradora Litoral, de la Universidad Nacional del Litoral.
Dado lo novedoso de todo el asunto, hay preguntas abiertas: ¿existe un deal-flow[4] de proyectos suficiente para sostener este ritmo de crecimiento?, ¿es rentable y sustentable el modelo de negocios de las aceleradoras?, ¿lograrán las startups deep tech argentinas avanzar en las etapas de financiamiento propias de este tipo de compañías y dar los resultados esperados?, ¿es necesario diseñar otro tipo de políticas públicas y/o (des)regulaciones para potenciar el crecimiento de estas compañías? ¿cómo generar las condiciones para que estas compañías, que “nacen globales”, mantengan la mayor cantidad de operaciones en nuestro país?
Los primeros indicios son positivos. Además del número de nuevas empresas, existen varias que han logrado la validación internacional, participando en los programas más relevantes a nivel global como Indie Bio y posicionando al país como el segundo que más aporta al programa, solo detrás de Estados Unidos. También son varias las que están avanzando en las rondas de financiamiento, llegando a rondas seed o incluso serie A [5] , en tiempos que están dentro de los usuales para los verticales deep tech. Asimismo, la aparición de nuevos company-builders luego de la primera oleada, como SF500, muestran que hay un mercado emergente.
Esto genera un efecto demostración positivo hacia todo el sistema y muestra que hay un camino a seguir para aquellos científicos que desean transformar su idea en un negocio, con impactos positivos para la sociedad y la economía local. Es positivo también el proceso que se observa en varias provincias, como el caso de Tucumán, donde ya hay varias startups deep tech (por ejemplo Puna Bio) que muestran que este fenómeno puede ser federal, dada la capilaridad del sistema universitario y científico.
Si bien aún es temprano para ser concluyente, se puede afirmar que Argentina demostró en estos primeros años que hay motivos para ser optimistas con esta trayectoria. Que un modelo de negocios nuevo y particular de Argentina, como el de los company-builders científicos, haya logrado crear tantas startups y que varias de ellas ya hayan sido invertidas por fondos internacionales en rondas posteriores valida una tesis y modelo de negocios altamente riesgoso y disruptivo como los que plantean GridX, SF500, CITES y Aceleradora Litoral. Un desafío pendiente, el de la creación de empresas de base tecnológica, que comienza a saldarse con la aparición de estos actores. No exento de desafíos, los primeros resultados son positivos y alentadores, y parecen indicar que Argentina puede consolidarse como el país de la región líder en materia de startups deep tech.
En cuanto a las políticas públicas, existen espacios de mejora en varios aspectos: mejorar los proceso de vinculación del CONICET y las Universidades; fomentar matching funds u otros tipos de mecanismo de financiamiento público-privados, tomando las lecciones del FONDCE; apuntar a una mayor federalización del proceso -tarea que está encarando el Consejo Federal de Inversiones con su programa Impulso Federal-; generar las condiciones macroeconómicas y regulatorias para que las startups mantengan en Argentina la mayor parte de sus operaciones; facilitar la importación de insumos críticos; aggiornar las agencias regulatorias (ej. SENASA, ANMAT); y seguir invirtiendo en ciencia básica, que es la principal materia prima de este proceso.
Por Martín Alfie
[1] Argentina tiene una larga trayectoria empresarial en este campo, que comienza en la década de los ‘80 con compañías farmacéuticas y alimenticias, y fue creciendo al calor de las tendencias globales durante las últimas décadas. El país se destaca tanto en el campo de la salud humana, con empresas farmacéuticas de primer nivel mundial (ej. Grupo Insud, Biogénesis Bagó), como en el campo de la agrobiotecnología, con Bioceres a la cabeza.
[2] Gonzalo, M., O’Farrel, J. y Mendoza, F. (2023). Financiamiento de startups agrobiotecnológicas en Argentina. Serie Recursos Naturales, FUNDAR.
[3] Gonzalo, M., Brizuela, G., Curbelo, F., López, S. y Ascúa, R. (2022). El rol estatal en el desarrollo de la industria de capital de riesgo. Referencias internacionales, Argentina y el FONDCE. Documento N° 37. Serie de Documentos Argentina Productiva 2030. Secretaría de Industria y Desarrollo Productivo, Ministerio de Economía de la Nación.
[4] El término “deal flow”, que se traduce como “flujo de operaciones”, refiere a la existencia de potenciales proyectos que puedan ser eventualmente invertidos por aceleradoras u otras instituciones del ecosistema emprendedor.
[5] Rondas de financiamiento posteriores a la etapa “pre-seed” de las company-builders.