Desafíos institucionales y productivos para el desarrollo de la industria del cannabis medicinal y del cáñamo industrial

Son 50 los países en los que el cannabis cuenta con algún tipo de legalización para su uso industrial o medicinal. Siendo un mercado aún en despegue, el timing constituye una oportunidad para insertarse exitosamente en este incipiente sector, aprovechando los aprendizajes de experiencias de otros países.

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Con cincuenta y seis votos a favor, cinco en contra y una abstención, el 15 de julio de 2021 el Senado aprobó el Marco Regulatorio para el Desarrollo de la Industria del Cannabis Medicinal y del Cáñamo Industrial. Esta media sanción generó ilusión en muchos sectores: desde quiénes históricamente militaron a favor del cannabis en tanto derecho a la salud,  y científicos y científicas que hace años investigan los beneficios asociados al consumo de esta planta, espacios que promueven el uso del cáñamo con fines industriales y referentes provinciales que lo ven como oportunidad de transformar la matriz productiva de su región. Cuatro meses después, tras los dictámenes favorables de las  comisiones de Agricultura y Presupuesto, nos preparamos para su votación en la Cámara de Diputados. 

Son 50 los países en los que el cannabis cuenta con algún tipo de legalización para su uso industrial o medicinal. Siendo un mercado aún en despegue, el timing constituye una oportunidad para insertarse exitosamente en este incipiente sector, aprovechando los aprendizajes de experiencias en otros países. 

Oportunidades productivas

Las oportunidades productivas asociadas al desarrollo de la cadena de valor del cannabis han sido sistematizadas por Andrés López en un documento publicado por el Consejo para el Cambio Estructural del Ministerio de Desarrollo Productivo. En él, López detecta que el cannabis puede ser utilizado para la fabricación de fibras  (algo que, como bien señala por su parte Mara Brawer, ya era impulsado en el país por Manuel Belgrano), cosméticos, papel, materiales para la construcción, alimentos, bebidas e infusiones. El cáñamo, debido a que los requerimientos de calidad para su producción son menores a los del cannabis para uso medicinal por lo que es viable pensar en producciones de escalas mayores, constituye una oportunidad para aportar a la diversificación de la producción agropecuaria con la ventaja de que es menos nocivo para los suelos que otros cultivos. Además de los bienes finales, el impulso a esta industria tiene la posibilidad de impactar en la matriz productiva mediante el desarrollo de proveedores de insumos y bienes de capital, así como también en el sistema científico tecnológico. Por ejemplo, a partir de servicios de análisis y testeo para garantizar atributos de calidad, trazabilidad, composición y potencia (contenido de THC, principal componente psicoactivo) de la materia prima y derivados, incluyendo genéticas, perfiles de compuestos, detección de contaminantes y/o agroquímicos, presencia de patógenos, etc. 

Otro aspecto a destacar es su potencial de contribución a la disminución del impacto ambiental, en tanto muchos de sus subproductos pueden usarse para reemplazar derivados del petróleo. Por ejemplo, el plástico de cáñamo, biodegradable pero también más caro que el plástico común, puede utilizarse para la fabricación de productos como contenedores, juguetes y botellas.

Suponiendo (¡y esperando!) que antes de fin de año veamos sancionada esta Ley, son varios los desafíos por delante para el éxito de esta agenda. 

Desafíos institucionales

A partir de análisis de experiencias internacionales, algunas a partir de las cuales se crearon instituciones específicas y otros en los que el balance de no crearlas fue negativo, el proyecto de ley preveé la creación de la Agencia Regulatoria de la Industria del Cáñamo y del Cannabis Medicinal (ARICCAME). Esta institución tendrá la responsabilidad de regular, administrar y fiscalizar toda la cadena productiva de cannabis y cáñamo, otorgando y administrando las autorizaciones para su producción y comercialización. A su vez, tendrá la tarea de coordinar acciones necesarias con organismos reguladores para el desarrollo del sector, como las que vamos a mencionar a continuación: 

Con el INASE para generar un mercado formal de semillas, habilitando el blanqueo de variedades existentes y desarrollo de genéticas nacionales. Con la ANMAT para el control y aprobación de los productos (no solo los medicinales, de hecho esta semana se reglamentó la normativa que habilita a la producción de cosméticos a partir de CBD). Por otro lado, la articulación con el BCRA y la CNV para garantizar el acceso de las empresas del sector al sistema financiero. Con instituciones del sistema científico – tecnológico para continuar con la trayectoria existente en la investigación asociada al cannabis y  fomentar su conexión con el entramado productivo. También con el Ministerio de Seguridad para evitar desvíos hacia el mercado informal (fundamental además si se considera la centralidad que tendría esta institución de avanzarse posteriormente hacia una legalización del consumo adulto). Con la Aduana para permitir la importación para distintos fines y la exportación cuando el mercado esté consolidado. A su vez, será central la coordinación con el INAES para garantizar la participación de organizaciones referentes – es con todes – en la temática así como para aprovechar la creación de un nuevo sector como oportunidad para no reproducir las brechas de género existentes en el resto de nuestra matriz productiva. Estas articulaciones implicarán, entre otros aspectos, la definición de estándares técnicos, el diseño de circuitos administrativos y la elaboración de normativa.

La creación de capacidades en estas instituciones es un aspecto central para el desarrollo exitoso del sector. Ahora, ¿Qué implica un desarrollo exitoso?

En primer lugar, dado que los derivados del cannabis (incluso los no destinados a uso medicinal) son productos para el consumo humano o animal, un desarrollo exitoso implicaría necesariamente que los mismos cumplan con los estándares de calidad y que garanticen que los productos cannábicos nacionales generen efectos beneficiosos en la salud. Este aspecto es fundamental no sólo para garantizar el derecho a la salud de argentinos y argentinas, sino también para que el producto argentino pueda ser exportable. Experiencias como la uruguaya han demostrado que la falta de rigurosidad técnica tiene consecuencias negativas sobre la posibilidad de posicionar una marca país. Por eso, la generación de capacidades técnicas, la rigurosidad en la evaluación de proyectos y el diseño de mecanismos de trazabilidad para garantizar calidad son aspectos estratégicos. El éxito implica, a su vez, el desarrollo de la cadena de valor y conocimiento local, potenciando así las economías regionales.

Desafíos productivos

Una institucionalidad sólida, plasmada en el diseño de un esquema de licencias que contemple los destinos de los productos y los perfiles de actividad, así como su mecanismo de control, permitirá encarar los desafíos productivos, presentes a lo largo de toda la cadena.  En la etapa del cultivo, se deberá prestar especial atención al aprovechamiento de las capacidades agrícolas, biológicas y tecnológicas existentes, y a desarrollar las necesarias para cultivar cannabis eficientemente, con las propiedades deseadas y bajo los estándares apropiados. En la producción, el desafío es el procesamiento de una amplia gama de productos y derivados utilizando tecnologías y métodos de extracción que garanticen la conservación de las propiedades de la planta y la calidad del producto. A su vez, será necesario garantizar la trazabilidad en las condiciones de almacenamiento y transporte de forma tal que se garantice la seguridad y la calidad de los productos. Otro aspecto a considerar es la necesidad de potenciar la investigación sobre la genética, las semillas, la planta y sus efectos terapéuticos sobre las personas, las investigaciones en botánica y agronomía para mejorar los procesos y alternativas de cultivo en los diferentes segmentos. Para impulsar la agregación de valor en el sector, se debe promover el desarrollo de soluciones y tecnologías para superar los desafíos asociados al cultivo, producción, distribución y las diversas aplicaciones de consumo final.

El desafío que tiene Argentina

Por sus capacidades agropecuarias, su entramado productivo, su sistema de ciencia y tecnología con experiencia en la temática y por las organizaciones militantes que han difundido conocimientos sobre el cannabis, Argentina tiene todos los elementos para ser líder regional en esta industria. El desarrollo exitoso de la cadena tendrá múltiples impactos positivos en el país: generación de empleo – apoyando a la revitalización del mismo en zonas rurales- , exportaciones, innovación, desarrollo federal y acceso a la salud. Sin embargo, que esto suceda dependerá en gran medida de la calidad de las medidas de política pública posteriores a su aprobación, las cuales deben estar orientadas a evitar que este nuevo sector sea meramente de producción de una materia prima sin valor agregado.