La Fundación EMPUJAR capacita a jóvenes que viven en entornos vulnerables y están terminando la secundaria, para ayudarlos a insertarse en el empleo formal a partir del contacto con empresas colaboradoras. Uno de sus fundadores nos cuenta sobre la importancia de este puente para la reconstrucción del tejido social.
MISIÓN PRODUCTIVA: Tenemos entendido que Fundación EMPUJAR ya tiene más de 10 años. ¿En qué contexto surge, con qué objetivos y a qué segmento de la población apuntan sus programas?
JAVIER CHORNIK: Fue creada por un grupo de 15 empresas, y surgió de la necesidad de vincularnos con la sociedad desde otro lado: nos preguntamos cómo poner nuestro granito de arena fomentando las oportunidades. Queremos colaborar para hacer un país mejor desde lo que conocemos, que tiene que ver con el mundo del trabajo y de las empresas. De ahí surgió la idea de que los jóvenes pudieran acercarse a empresas formales.
Para muchos estudiantes que recién terminan el secundario, una empresa puede ser un mundo muy lejano porque crecen en un entorno que quizás no accede al trabajo formal. Entonces tratamos de acercar a estos jóvenes de contexto social vulnerable al mundo de las empresas: qué habilidades se necesitan para trabajar en una, qué oportunidades hay para que puedan desarrollarse profesional y económicamente. Creemos que de esta manera puede reconstruirse el tejido social del país.
Como las empresas que forman parte de nuestros programas están repartidas en todo el país, nuestra llegada potencial es muy grande, por lo que intentamos que los jóvenes tengan acceso físico a la empresa, que puedan conocerla. Este proyecto está pensado para pymes, para empresas que quieren participar pero no tienen la estructura para encarar algo así por sí solas. Se forman agrupaciones de 10 o 15 empresas en cada lugar para llevar adelante el programa, y una de ellas oficia de sede.
Las personas tienen distintas capacitaciones, la mayoría en lo que llamamos habilidades blandas, es decir, una introducción a lo que es el mundo del trabajo. La idea es que puedan abrirse a posibilidades de trabajo que quizás ellos no sabían que existían. La Fundación tiene hoy 24 empleados, todos en blanco –una manera de dar el ejemplo–. Por un lado tenemos coordinadores que dictan las materias; estos son empleados de la Fundación que dictan parte de los contenidos y también coordinan a los voluntarios. Por otro lado están los voluntarios, miembros de la empresa que cuentan sus experiencias o dan alguna capacitación sobre un tema en particular. A su vez, cada jóven tiene un mentor, que es uno de estos voluntarios.
Hoy el programa principal se llama Programa Tu Empleo, dura cinco meses con cursos de unos 30 participantes que asisten tres veces por semana. Cuando termina el curso, se realiza un seguimiento por un año adicional, en lo que nosotros llamamos Programa de Inserción Laboral (PIL). Aquí tratamos de vincular a los jóvenes con las empresas y viceversa, para que tengan su primer empleo. Queremos sacarlos del mundo de la informalidad para que puedan ascender socialmente a través del empleo formal. Se hace mucho hincapié en que el programa llegue a quien realmente lo necesita y que, además, pertenezca a la zona donde está cada grupo de empresas para que se genere un vínculo de las empresas con el territorio. De esta manera se revitaliza ese tejido social: se empieza a ver a las empresas como motor del ascenso social.
MP: ¿Cuántas empresas hay hoy en total?
JC: De las 15 empresas que te mencionaba pasamos hoy a más de 500 que colaboran con la Fundación. Se van sumando un poco con el boca a boca, porque es algo que está muy arraigado dentro de la cultura pyme. Este proyecto les da la posibilidad a las empresas de colaborar socialmente en algo de impacto directo y tangible. Tenemos 16 sedes más allá del AMBA, que es donde empezamos. La primera sede estuvo en Pilar, la segunda en Don Torcuato. Hoy llegamos a Neuquén, Mendoza, Rosario… El proyecto se fue expandiendo de manera federal.
En términos de impacto, esperamos llegar este año a 1.200 jóvenes. Y en cuanto a los voluntarios, hoy contamos con 1.500 que también son personas impactadas por el programa, porque esto es transformador no sólo para los jóvenes: los voluntarios también están en contacto con una realidad distinta a la suya, lo que permite derribar ciertos prejuicios. Los jóvenes realmente quieren trabajar, cuando les das una oportunidad, la toman y tienen ganas de crecer.
MP: ¿Cómo se dictan estas capacitaciones en habilidades blandas que mencionaste? ¿Y cómo se ponen en contacto con los jóvenes?
JC: Al principio intentábamos quizás algo mixto con habilidades más duras en algún rubro específico, en logística o comercialización. Pero después nos dimos cuenta de que esto requería más tiempo, y que en realidad la mayor necesidad estaba en las habilidades blandas. Primero los jóvenes se tienen que convencer de que pueden trabajar en una empresa formal, y que no es un mundo hostil, sino que les permite participar y crecer.
Después se desarrollan las habilidades relacionadas con el trabajo en equipo. Por ejemplo, desde hace unos años, en los cursos del Programa Tu Empleo, los jóvenes se unen para generar una idea y la llevan adelante. Toman roles como recursos humanos o marketing, entonces se genera toda esta dinámica de trabajo en equipos. Después presentan su idea a una de las empresas colaboradoras y la defienden. Esto va generando competencias sobre cómo se trabaja en una empresa: aprenden lo que es un departamento de recursos humanos, un departamento de marketing, dónde hay producción, los conflictos que se generan entre los distintos sectores. O descubren que pueden desempeñarse en áreas que no tenían en el radar.
Para convocar a estos jóvenes empezamos yendo a los colegios, al último año del secundario. Esto fue muy bien tomado, porque desde las escuelas veían que todo el esfuerzo educativo que hacían no terminaba de concretarse en el mundo laboral, justamente porque los jóvenes no tenían el puente que les brinda la Fundación. Hoy seguimos yendo a colegios, pero no es la única forma de contacto. Las redes sociales pasaron a ser otro sistema de convocatoria, que además incluye a todos los jóvenes. Y una tercera modalidad sería la referencia: ellos cuentan del programa en su colegio, a su familia, etcétera.
MP: ¿Qué otros programas o actividades llevan adelante?
JC: La capacitación base que les comentaba, el Programa Tu Empleo, fue evolucionando: fuimos aprendiendo cuáles son los contenidos más relevantes para los jóvenes, y hoy se complementa con otros programas. Uno es el Empujar Emprendiendo, que es para emprendedores. Nos dimos cuenta de que parte del empleo es autoempleo, jóvenes que van desarrollando su propia empresa (microemprendimientos como una peluquería canina, ventas de viandas, y otros de ese tipo) o se van dando cuenta de que esta es una posibilidad real. Entonces se los ayuda con formación y en algunos casos también con una pequeña inversión ángel para que puedan comprar sus materiales. Otro es el Programa IT, de formación en tecnología, para los jóvenes que tienen habilidades especiales en ese rubro, que es muy demandado por las empresas. Este año vamos a tener un nuevo programa que se va a llamar Empujar Tu Escuela: vamos a ir a las escuelas a hacer capacitaciones un poco más cortas pero introductorias. Sería un programa iniciático para tratar de llegar a más cantidad de participantes; quizás un poco menos profundo, pero más abarcador.
MP: ¿Estos programas fomentan de alguna manera las ganas de los jóvenes de seguir estudiando?
JC: Yo tenía esa fantasía: que despierten en los jóvenes algún tipo de inquietud y ganas de estudiar una carrera universitaria. Pero su situación social hace que les sea muy difícil, porque para empezar necesitan trabajar. Ir a estudiar implica movilizarte desde un lugar quizás poco accesible, tener los fondos para hacerlo, tener el tiempo. Entonces, si bien hay pocos casos en los que sí sucedió esto, lo que tratamos de fomentar es algún tipo de especialización en el rubro que fueron eligiendo, quizás más corta, como para que tengan una rápida formación ahí sí en habilidades duras. Termina pasando que los que consiguen trabajo se capacitan dentro de la misma empresa, en relación con lo que ya están haciendo. Entonces la capacitación termina siendo no universitaria, sino específica del trabajo que consiguen por la necesidad inmediata que tienen.
MP: ¿Cómo se financia la Fundación?
Por un lado, a partir de los aportes de las empresas. Cada empresa otorga becas dependiendo de su propia capacidad. La idea es que las 10-15 empresas que forman una sede aporten la mayor cantidad de becas posible para los 30 jóvenes de cada curso. Después hay aportes mensuales de individuos, y tenemos tres sponsors institucionales que no existían en un principio, se fueron sumando. Dos de ellos son del exterior: nos conocieron, les gustó lo que hacíamos y se sumaron a aportar fondos. El otro es una fundación argentina que nos seleccionó de un grupo de postulantes. Es un desafío, porque tener más de 20 empleados y querer crecer lleva su costo. Y al ser un sistema asociativo permite que a cada empresa en particular no le sea prohibitivo. Si la empresa quiere hacer algo así por su cuenta, es impagable. De esta manera es posible.
MP: ¿Están articulando con el sector privado o con el público, a nivel nacional o provincial?
JC: Hemos mantenido buenas relaciones con municipios y provincias en donde Empujar tiene presencia, aunque siempre sin entrar en partidismo. Somos inclusivos y queremos mantenernos así, sin compromisos partidarios.
Y con el sector privado tenemos trabajo para hacer con las cámaras. Estamos tratando de empezar a coordinar sectorialmente, justamente porque hay cámaras o sindicatos que tienen cursos más bien cortos, especializados en sectores. Entonces estamos armando algo nuevo, que apunta a cursos de capacitación temáticos, por rubros específicos que conectan a los jóvenes interesados y a las empresas que trabajan en estos rubros. Esto está en desarrollo, pero hay muchas oportunidades para mejorar.
MP: ¿Qué rol considerás que debería asumir el Estado en los desafíos que aborda la Fundación?
JC: La tarea que nosotros llevamos adelante la hacemos sin ningún tipo de ley pensada o de estructura estatal en apoyo a esto. Creo que el Estado se da cuenta de esta necesidad de insertar a los jóvenes en el mundo del trabajo, por eso se llevan adelante capacitaciones en el nivel secundario. Pero creo que estas medidas están un poco desconectadas de la realidad. Todos esos esfuerzos que se hacen desde el Estado no terminan de ser orgánicos, sino que son una obligación que tienen las empresas. Sería ideal que hubiera algún tipo de incentivo para primer empleo, a partir del cual las empresas puedan tener por ejemplo una desgravación impositiva, sobre todo al emplear a jóvenes que vienen de contextos vulnerables. Si hubiera un marco legal de referencia, probablemente habría más empresas interesadas en participar.
El Estado hace un esfuerzo muy grande, con un costo muy grande, para que las personas en situación de vulnerabilidad puedan terminar el secundario. Falta el puente para que esa persona refleje este esfuerzo en valor social, trabajando en una empresa formal. En este sentido, creo que las iniciativas del sector privado están mucho más conectadas y tienen mucho más porcentaje de éxito que los programas estatales. Si comparás el costo de los programas estatales con lo que saldría permitir que las empresas desgraven sus becas de algún impuesto, creo que sería una medida mucho más eficiente.
La realidad de la vía laboral en la empresa formal la tenés en la empresa. Entonces, todo lo que vos quieras hacer de capacitación fuera de las empresas pierde contacto con esa realidad. Creo que lo que tiene de lindo el programa EMPUJAR es que está geográficamente localizado y genera tejido social concreto en una zona de influencia.
MP: Para cerrar, ¿cuál es, a tu criterio, el panorama en torno al empleo joven? ¿Y cómo ves el futuro de la Fundación?
JC: Los jóvenes tienen ganas de trabajar, de progresar y de tener una vida mejor. A veces no saben cuál es el camino y no saben cómo hacerlo. En ese momento tan crucial de su vida, EMPUJAR demuestra que, si les das la oportunidad, se esfuerzan y la van a tomar. Y también demuestra que del otro lado hay un montón de gente que quiere dar esa oportunidad y que se siente bien haciéndolo. Por eso creo que no podemos perder la esperanza de construir un país mejor, más unido socialmente, que progrese a través de la cultura del trabajo. Está demostrado que se puede, que todas las partes van por este camino.
Empujar creció de 30 participantes a 1.200 en 10 años, y creemos que podemos crecer mucho más como medio para generar un país mejor, donde todas las pymes se puedan acercar a la juventud y puedan sembrar futuro juntos. Granito a granito fuimos creciendo, nuestro sueño es llegar a una escala con un impacto transformador a nivel país.
Por Sofía Milani y Mercedes Menga