Diálogo Productivo con Luciano Cianci

El ingeniero Luciano Cianci es subsecretario de Relación con Graduados de la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Buenos Aires (FIUBA) y dirige el Proyecto Vectores, una iniciativa interdisciplinaria basada en 12 temáticas para la transformación de la estructura productiva nacional, cuya agenda de trabajo cuenta con la participación de graduadas y graduados, estudiantes y docentes de la universidad, así como de otros profesionales y empresas especializados en sus diversas temáticas. La historia de este proyecto, sus objetivos y sus principales logros.

Diálogo Productivo con Luciano Cianci

MISIÓN PRODUCTIVA: En primer lugar, nos gustaría que nos cuentes acerca de tu rol como subsecretario de Relación con Graduados de la FIUBA.  

LUCIANO CIANCI: Antes de mi participación como subsecretario, yo formaba –y sigo formando– parte del Programa Interdisciplinario de la UBA para el Desarrollo (PIUBAD), que se creó en 2010. En ese momento, yo era estudiante y estaba muy atento a estos temas. El PIUBAD estaba coordinado por Roberto Zubieta, un ingeniero muy destacado en su actividad profesional, que fue gerente general de FATE Electrónica. Él era una persona muy reconocida y convocaba mucho, pero se le hacía difícil darle masa crítica a su proyecto –pensar el desarrollo, el largo plazo en Argentina– porque no tenía una estructura con un presupuesto asignado. Juntos fuimos logrando esa masa crítica a través de los trabajos profesionales y tesis con estudiantes. Yo hice lo propio con mi tesis: El papel de la industria electrónica en el proceso de desarrollo argentino, y él fue mi director. Junto con las tesis de otros compañeros, conformamos la primera generación de aporte a ese programa. Eran los cimientos conceptuales de lo que después empezamos a hacer en el Proyecto Vectores, estudiando diferentes vertientes de pensamiento económico, el concepto de desarrollo y la historia del devenir económico e industrial de la Argentina durante el siglo XX. 

Todo esto confluyó en marzo de 2017, cuando presentamos el libro Apuntes para el desarrollo de Argentina. El libro hace un recorrido por la historia industrial de la Argentina, el quiebre estructural de la economía con la crisis del 75 y las políticas implementadas desde 1976, la continuidad de esa política hasta 2001 (sólo con muy breves interregnos de signo diferente), y la etapa de crecimiento post-2001, que no logra retrotraer la estructura a su estado previo. La conclusión menciona la necesidad de pensar el largo plazo del país, pero a partir de los hechos, mostrando cómo se habían desactivado las capacidades del Estado para la planificación, para la política industrial, y que entonces quedaba latente cómo seguir. Roberto falleció en 2016, en plena elaboración del libro, así que nos tocó completar ese proceso hasta su publicación. Y en 2018 el decano de la FIUBA me convocó para trabajar como Subsecretario de Relación con Graduados e incorporar estos temas para que la facultad tenga voz sobre el desarrollo económico argentino. 

Hasta ese momento la política central de la Subsecretaría había girado en torno a eventos importantes para revincular a los graduados con la facultad: bodas de 25 o 50 años con la profesión, y la presencia en las juras de nuevos graduados y graduadas, entre otras actividades. El perfil que tenía era de enlace social y de reconectar con generaciones que estaban un poco alejadas. Faltaba una vuelta de tuerca: convocar a los graduados y graduadas a actividades que tuvieran que ver con la vida cotidiana de la facultad. Esto lo logramos por ejemplo a través de la cooperación en cátedras de Trabajo Profesional y en tesis, en las que colaboran graduados como expertos o bien logrando incorporarse como docentes. El Proyecto Vectores, entre otras cosas, es a su vez una herramienta para convocar a esos graduados y graduadas y trabajar en temáticas específicas que cruzan transversalmente a todas las ingenierías que se imparten en la facultad. Entonces las funciones de la Subsecretaría combinan los encuentros sociales que ya se venían haciendo y esta nueva iniciativa que fue cobrando impulso. 

MP: ¿Cómo surge la idea del Proyecto Vectores y cuáles son sus principales objetivos?

LC: Antes de llegar al Proyecto Vectores, allá por 2017, la primera idea que tuvimos para contribuir a poder pensar el largo plazo de los sectores productivos en Argentina fue crear una especie de observatorio de ramas productivas. Pero esa experiencia, que rápidamente fue reemplazada por la génesis de lo que hoy es Vectores, estuvo acompañada con la profusa lectura de temáticas relacionadas con las políticas orientadas por misiones para el desarrollo, siguiendo en particular la referencia de Mariana Mazzucato. Y a su vez, a medida que el Proyecto iba madurando e íbamos profundizando lecturas, logramos discernir la manera en que podíamos realizar un aporte conceptual y práctico en el marco de la literatura sobre políticas orientadas por misiones. De hecho, hace pocos meses, junto con José Villadeamigo –un profesional de las ciencias económicas experto en desarrollo que estaba en el grupo original con Roberto y conmigo–, publicamos un artículo en la Revista de Ciencias Sociales sobre cómo la idea de los vectores puede aportar algo original a esa literatura que trae Mazzucato. 

También me parece muy importante mencionar que el primer impacto que uno tiene a la hora de estudiar el tema del desarrollo tiene que ver con cómo este concepto cambia en su contenido a partir de los años 80, coincidiendo aproximadamente con el aporte de Albert Hirschman en su artículo Auge y ocaso de la teoría económica del desarrollo. Aquí ya se anticipaba que el enfoque original del desarrollo, de raíz estructuralista, estaba perdiendo fuerza a nivel mundial. Así, desde entonces y hasta el día hoy el concepto de desarrollo sigue una línea como la de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas (ODS), que no contempla la existencia de centros y periferias, y cuyo eje está puesto no en la soberanía de los países y su desarrollo industrial y tecnológico, sino en la atención de problemáticas sociales y ambientales transversales e iguales a todos los países. Este tipo de problemáticas son más bien consecuencias y no causas del subdesarrollo entendido en su acepción clásica, y también son el resultado de políticas económicas desbocadas que no tienen en cuenta el equilibrio con la naturaleza, cuestión que sin dudas debe formar parte de cualquier proyecto de desarrollo.

Entonces estamos ante un problema, porque las políticas orientadas por misiones toman como base los ODS, que no están pensados tomando en cuenta las problemáticas estructurales de los países periféricos. Y ahora, unos 30 años después de que comienzan a implementarse en Europa, Mazzucato reconoce que estas políticas vienen ignorando a los países en desarrollo. En ese marco publicó un documento a través del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), que se llama La era de las misiones: ¿Cómo abordar los desafíos sociales mediante políticas de innovación orientadas por misiones en América Latina y el Caribe? Aquí pretende incorporar las políticas orientadas por misiones a la periferia, pero sin hablar de centros y periferias, sin recuperar la visión clásica y estructuralista del desarrollo. Lo que ocurre es que ese tipo de políticas tiene más posibilidades de funcionar en el centro mundial, como sucedería con cualquier agenda que logre motorizar la innovación y producción, dado que ya son organismos desarrollados. No es nuestro caso, que tenemos una estructura productiva con baches por todos lados y que requiere un énfasis fuerte en la industrialización. 

Ningún país subdesarrollado va a desarrollarse aplicando los ODS salvo que focalice correctamente su agenda. Lo que hace Mazzucato cuando propone misiones, por ejemplo, para Brasil, es poner un eslabón entre los ODS y las misiones, que denomina áreas. Bien por aceptar la necesidad de una mayor focalización, pero se trata de mini-ODS, recortes de la realidad económica y social bastante genéricos que no van tampoco al hueso del desarrollo industrial. 

Lo que planteamos desde el Proyecto Vectores es aceptar los ODS pero armonizarlos con una agenda que apunte a los sectores industriales, mirando todo el sistema. Hablamos de una agenda industrial específica, no solamente por ejemplo de la infraestructura urbana, ya que eso está más del lado de las consecuencias y no de las causas del desarrollo: un país rico obviamente va a tener seguramente ciudades más lindas y ordenadas; pero si nos ponemos a hablar solamente de eso antes de hablar acerca de cómo vamos a hacer barcos, trenes o automóviles vamos a estar en un problema. 

MP: ¿Podés contarnos cuáles son los vectores o desarrollar alguno como caso de ejemplo del trabajo que llevan adelante con el Proyecto? 

LC: Como decía, la propuesta es –en lugar de focalizar en mini-ODS que no aprovechan las capacidades acumuladas en la Argentina y que no hacen foco en lo industrial– poner el foco por ejemplo en sectores en los que el país ya tiene trayectoria, o bien conectan con eslabones fuertes de su estructura productiva, o bien son pilares de su estructura económica. Los vectores son doce. Por ejemplo, el nuclear, en el que Argentina tiene 70 años de desarrollo, o la industria automotriz –la cual abordamos desde la movilidad eléctrica–, que impacta en las cuentas nacionales de manera muy relevante. La reconversión y la mejora del perfil de las multinacionales automotrices que operan en Argentina en el marco del actual proceso de reconversión tecnológica mundial son temas que tienen que formar parte de la agenda. Y creemos que lo mismo ocurre con la oportunidad de incubar terminales propias de cara al mediano y largo plazo: la importancia y oportunidad de ambos elementos es máxima y sin embargo estos temas, en particular el segundo, no aparecen en el debate público. Esto es grave, porque la no reconversión de las terminales multinacionales nos puede dejar sin industria automotriz, y no ser conscientes de que con buena y sostenida política industrial Argentina podría incubar una terminal propia nos puede hacer perder una oportunidad histórica sin haber siquiera jugado el partido.

Y en el marco de la interdisciplina que nos caracteriza, es importante destacar que hacer foco en lo industrial y tecnológico no es una cuestión de preferencia entre temáticas o disciplinas: es que un país podrá ser próspero de manera sustentable en la medida en que equilibre sus cuentas con el resto del mundo, y para hacerlo necesita producir al menos lo que consume a nivel tecnológico, exportar y aspirar a tener el mayor margen positivo en ese balance. La industria está en el centro de eso, e incluso el desarrollo vigoroso de los servicios depende de ese elemento, no es una cuestión disciplinar: el desarrollo verdadero pasa por ahí. Por este motivo, 9 de los 12 vectores hacen foco en lo industrial como aspecto central, aunque siempre manteniendo una mirada sistémica. A su vez, dentro de esos 9, uno es el Sistema Agroalimentario, que conecta con lo agropecuario en general y las ramas industriales asociadas. 

Los otros tres vectores miran cuestiones sociales específicamente. Esto es especialmente necesario dado que la Argentina, producto de los retrocesos sufridos con la miseria planificada que se aplicó desde el 76 en adelante, tiene problemas estructurales que no se van a resolver aun generando trabajo y mejorando la distribución del ingreso. Uno de estos problemas es, por ejemplo, la cuestión habitacional. Entonces creamos el vector de Integración de Barrios Populares para trabajar específicamente en ese tema. Otro vector con esa misma característica es el de Economía Popular, Social y Solidaria. Producto de la exclusión social que generó este mismo proceso de destrucción del empleo industrial y de todo tipo desde los 70, una parte importante de la economía nacional se desenvuelve dentro del marco de la economía popular. Este vector es muy diverso, y la articulación del rol de la universidad con los referentes, las personas, las agrupaciones, y las visiones en juego tiene su complejidad, pero es un desafío más que necesario, y también estimulante. Y el tercer vector social, el más reciente de ese tipo, es el de Salud Pública. Como es muy incipiente, estamos trabajando en consolidar las líneas que lo van a integrar, en diálogo con colegas de medicina. Por ejemplo, estamos enfatizando en la mirada de la salud como término positivo, no solo en el sentido de enfrentar la enfermedad sino como las condiciones que la promueven –laborales, de vida, ambientales–. También hemos incursionado en el cruce de esa temática con el vector Sistema Agroalimentario. 

MP: ¿Cuáles son los vectores que tienen mayor grado de avance en términos de estrategia? 

LC: Hay seis de los doce vectores que tienen su publicación inicial, que incluye su caracterización conceptual: qué implica el vector, qué alcance tiene y qué líneas de trabajo lo conforman, así como un resumen de lo hecho hasta el momento. Es el caso de la Industria Aeroespacial / Aplicaciones Satelitales, Sistema Nuclear, Integración de Barrios Populares, Sistema Ferroviario, Movilidad Eléctrica y Sistema Agroalimentario. En el sitio del Proyecto Vectores se pueden descargar.

El vector que más se acercó a hacer propuestas de política pública es el que denominamos Vector Naval. En ese caso, si bien hasta ahora no hemos logrado que las autoridades nacionales tomen las propuestas que elaboramos, sí logramos marcar presencia y elevar iniciativas integradas y sólidas. 

Por ejemplo desde este vector se trabajó junto con el de Petróleo y Gas en un trabajo contratado por YPF, para aprovechar en materia industrial y tecnológica las inversiones que puede haber en la costa bonaerense para producir petróleo y gas offshore. Conformamos un equipo con ingenieros navales, mecánicos e industriales, especialistas en puertos de ingeniería civil, colegas expertos en ciencias sociales, y se hizo un informe muy bueno que fue presentado en la Torre YPF. Ahí planteamos alejarnos del modelo de África occidental y acercarnos un poco más a los casos de Noruega y Brasil, donde se generaron decenas de miles de puestos de trabajo vinculados a la producción offshore, con asociaciones con astilleros internacionales, con capital nacional y una política muy fuerte. Los resultados están cuantificados en el informe: generación de riqueza para el país, de producción, de empleo, incluso reducción de emisiones a partir de la generación de biorrefinerías, y la posibilidad de que Argentina recibiera una compensación por las emisiones generadas y utilizarla para promover la descarbonización del transporte fluvial. Seguramente el contexto nacional actual no ayuda a que estas propuestas se apliquen, pero seguimos tratando de sumar apoyos. La empresa estaba de acuerdo con lo que propusimos, porque le agrega valor y al mismo tiempo sirve al país, pero algo así requiere una decisión y apoyo político muy fuerte del Estado, en particular de su máxima autoridad ejecutiva y de los responsables de la política económica e industrial. 

Dentro del mismo vector, hicimos algo similar con el tema de la llamada hidrovía, el sistema fluvial estructurado en torno a los ríos Paraguay, Paraná y de La Plata. Como es sabido la adjudicación para las obras de dragado y balizamiento está vencida, y viene prorrogándose hace mucho la licencia que tiene la empresa belga Jan de Nul. Nosotros hicimos un informe enfocado en que, si va a haber una nueva licitación, el Estado tiene que aprovechar la posibilidad de poner algunas mínimas condiciones. Planteamos dos cláusulas: una ambiental y una industrial, muy sencillas ambas. Por ejemplo, en lo que respecta al tema ambiental, actualmente, para moverse en este sistema fluvial, las embarcaciones –en particular las dragas, que usan bastante energía– queman diesel-oil y fuel-oil, que son los combustibles más contaminantes de todos. Hoy hay una reconversión mundial por ejemplo a GNL, que genera mucho menos contaminantes y baja también la emisión de dióxido de carbono. Y también está la transición a largo plazo hacia el hidrógeno y otros combustibles. La cláusula ambiental propuesta limitaría las emisiones aceptables, generaría mecanismos de compensación y promovería la transición hacia una situación de mayor sostenibilidad. A esto sumamos una cláusula industrial, que apunta a aprovechar la oportunidad de esta transición energética hacia la sostenibilidad para dinamizar nuestra industria, por ejemplo logrando volver a hacer dragas. Una de las dragas más grandes que funciona en el sistema del Paraná –se llama Capitán Núñez– fue hecha en el país. Argentina tenía una capacidad industrial naval enorme y con este tipo de políticas se podría recuperar. 

Otro vector que está creciendo es el de Movilidad Eléctrica. El resultado que más me enorgullece es la comunidad que logró congregar: hay un foro de más de 100 personas donde están algunos de los principales especialistas que tiene el país en la temática. La FIUBA alojó los dos primeros Congresos Profesionales de Movilidad Eléctrica. El primero estuvo más enfocado en congregar a varios de los principales componentes del ecosistema nacional de movilidad eléctrica, con énfasis en las empresas de capital nacional que producen vehículos eléctricos. A su vez, el segundo Congreso Profesional abarcó principalmente temas de infraestructura de carga: incluyendo la participación de expertos, algunos de ellos graduados en la FIUBA, las empresas que fabrican y/o instalan cargadores en el país, y hasta YPF, que viene desarrollando su red de cargadores.

Otro ejemplo es el vector Sistema Ferroviario. Además de haber promovido trabajos profesionales y tesis, la facultad aloja anualmente el Seminario Internacional para el Desarrollo Integral del Sistema Ferroviario, que es el seminario más grande de la región organizado por la Asociación Latinoamericana de Ferrocarriles [ALAF]. Tenemos un vínculo muy estrecho con ellos y está buenísimo recibir en la facultad a todos los referentes del sector: industriales, de infraestructura, del sector público y privado. Tratamos de que eso también impulse trabajos profesionales y tesis en la FIUBA, apuntando a conformar una red parecida a la que tenemos en Movilidad Eléctrica. 

También puede ser interesante destacar al vector Industria Aeroespacial / Aplicaciones Satelitales, que incluso tuvo un resultado inesperado el año pasado: la creación de una especialización en Industria y Sistemas Aeroespaciales en la facultad, con proyección internacional. Esto surgió de un encuentro virtual que hizo la CELAC [Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños] durante la pandemia. Desde Argentina fue la CONAE [Comisión Nacional de Actividades Espaciales] junto con la FIUBA. El gerente que participó por la CONAE, que es un graduado de la facultad, mencionó bastante a la FIUBA. Entonces entre las capacidades que tiene la Argentina en materia espacial –destacadas a nivel regional– y la mención del tema universitario surgió el interés de otros países de la región de formarse en Argentina en temas espaciales. Esa demanda llegó a la UBA a través de Cancillería, de la UBA llegó a la FIUBA, y el decano tomó personalmente el tema y logró generar esta especialización. Ya se completó la primera cohorte con personas de toda América. Se volverá a dictar este año y se está tratando de elevar la especialización a maestría. 

Todos los vectores están en una fase de consolidación y formación de redes. El objetivo es llegar lo más pronto posible a hacer fuerza en la política pública. Aportar elementos para desarrollar plenamente nuestra industria, porque ser un país industrial es la única manera de ser un país soberano. 

MP: ¿Alguno de los vectores pudo llegar a la política pública, impulsando algún tipo de programa o línea de trabajo?

LC: El caso más contundente a nivel propuesta fue el vector naval, que ya mencioné. Son decisiones de Estado que podrían generar decenas de miles de puestos de trabajo, riqueza, y el día en que eso ocurra te voy a decir con mucha satisfacción que llegamos a contribuir a  modificar un poco la estructura del país. 

Objetivos más chicos pero también importantes pueden estar por ejemplo en el vector de integración de barrios populares. En el Barrio Roberto Arlt, en La Matanza, venimos trabajando sobre la problemática que genera el mal funcionamiento de una planta depuradora de efluentes. Se inauguró y a los pocos años dejó de funcionar, y los vecinos volvieron quedarse sin servicios de saneamiento, y con deficiente servicio de agua. Nosotros venimos acompañando esto: caracterizando la situación de la planta, ayudando a la organización local con expertos en Ingeniería Sanitaria de la FIUBA y con el equipo de Ciencias Antropológicas de la Facultad de Filosofía y Letras, y dialogando con autoridades y organismos de la zona. Hace pocos meses se hizo un plan de obras para la provincia que incluía el barrio y tomaba en cuenta la necesidad de reparar la planta y de capacitar a los vecinos para gestionarla. Esa fue una pequeña victoria que tuvimos el año pasado. La obra todavía no se hizo pero está en la agenda de la provincia para ejecutarse este año.

MP: Además de la Facultad de Filosofía y Letras, ¿tuvieron interacción con alguna otra universidad?

LC: Dentro de la UBA, Agronomía está trabajando mucho en el vector de Sistema Agroalimentario; también en el vector espacial por el uso de las imágenes. Filosofía y Letras trabaja mucho en lo que es Integración de Barrios Populares y Sistema Agroalimentario. Económicas, por ejemplo, participa en el vector espacial. La Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo, suscribe también al vector de Movilidad Eléctrica y al Ferroviario. Colegas de la Facultad de Sociales, están en el vector de Petróleo y Gas. También hay colegas muy valiosos de otras universidades nacionales colaborando, como de la Universidad Tecnológica Nacional en el vector Nuclear, del Instituto Tecnológico de Buenos Aires en el vector naval.

Además, queremos promover siempre el despliegue federal de los vectores. Estamos llevando adelante un trabajo importante con una cooperativa mandioquera de Misiones, encuadrada en el vector Sistema Agroalimentario, para que incorpore maquinaria para hacer harina de mandioca. Ellos desechaban toneladas de mandioca que derivaba del pelado para venderla en fresco. Desarrollamos con participación de estudiantes avanzados y docentes de la FIUBA una prensa para eliminar el líquido de esos rezagos de mandioca, y una secadora –incluyendo un intercambiador de calor para mejorar la eficiencia térmica– para que después, con una fórmula de INTA de Misiones, se hiciera un corte entre el derivado de esa recuperación y otros alimentos con mayor poder nutricional, y así producir alimentos balanceados para animales de granja. 

MP: ¿Pudieron articular el trabajo con el sector privado, con cámaras o sindicatos? 

LC: A través de la ALAF nos vinculamos con todo el sistema ferroviario, empresas privadas y públicas asociadas, y con los sindicatos. En los encuentros sobre movilidad eléctrica han participado montones de empresas privadas, por ejemplo que fabrican autos eléctricos en el país, o que hacen e instalan cargadores, además de las empresas internacionales que operan en el sector. Cuando hicimos encuentros sobre temas navales han venido los astilleros. El Consejo Económico y Social de la Industria Naval –que es un organismo que nuclea a todo el sector, donde están los gremios y las empresas– hizo un encuentro en la facultad. Cuando hicimos en YPF la presentación del tema del offshore vinieron a participar referentes gremiales y empresariales. 

En la portada de los cuadernillos de vectores figuran todos los organismos que vienen  participando en cada vector. Por ejemplo las facultades que mencionaba, en el vector espacial ARSAT, INVAP, CONAE. En el nuclear la CNEA [Comisión Nacional de Energía Atómica] y Nucleoeléctrico Argentina. Después hay una red de empresas más chicas que también participan y aportan mucho, pero en la portada de vectores hemos elegido a las naves insignia, que son las grandes empresas nacionales. 

MP: ¿Cómo ven la continuidad del proyecto a futuro, qué planes tienen teniendo en cuenta el contexto político actual? ¿Van a incorporar nuevas temáticas o nuevos enfoques? 

LC: Una de las cosas que vamos a tratar de fortalecer en la etapa que sigue es la cuestión de la vinculación tecnológica. Además de la propuesta de políticas públicas y la formación de redes profesionales, la facultad tiene una estructura de investigación y de vinculación tecnológica que estaría bueno conectar en mayor medida. Por ejemplo, en el vector ferroviario hay un doctorado en curso que mira las tecnologías de durmientes. Hay resultados de tesis de maestría que han servido a ese vector y a otros, tenemos investigadores con décadas de trayectoria y nos gustaría que se incorpore esa potencia.

Por otro lado, en cuanto a la estructura del proyecto, los vectores no van a ser más de doce, porque para focalizar en algún momento hay que poner un límite. Sí puede haber reformulaciones –no sustanciales–, según la lógica evolutiva de cada tema. Un ejemplo fue la creación del vector de Salud Pública y el pase del tema bioproductos al vector Sistema Agroalimentario. 

En relación con el contexto actual, a mi juicio personal –no hablo en nombre de la institución a la que pertenezco– muchos aspectos de la dirección nacional son incompatibles con una agenda de desarrollo de un país. Las escuelas neoclásica y austríaca pretenden que la idea sea superior a la realidad, entonces cuando se encuentran con la realidad generan desastres que después sufrimos todos. Ya decíamos esto en un artículo que publicamos con José Villadeamigo en 2018. Una política de desarrollo requiere tomar en cuenta que la realidad es superior a la idea, también que el tiempo es superior al espacio y que el todo es superior a las partes.

Yo estoy notando en Argentina una potenciación de los debates de lo que podríamos enmarcar en el nacionalismo popular o la visión desarrollista en el buen sentido, no la que en Argentina siempre se asocia a un exceso en la  afinidad por la inversión extranjera (que tiene su rol, pero en su justa medida). El desarrollo en el mundo no se entiende así: por ejemplo ni en Asia ni en Corea del Sur en particular hicieron eso, no daban ni dan preponderancia al capital extranjero, sino que lo aprovechan en forma muy controlada y acotada, manteniendo el control de la dinámica general en el ámbito nacional. Veo muchos debates en este sentido y a muchos grupos potenciándose en la línea que el país necesita. Tengo buenas expectativas con eso, más allá del sufrimiento extremo que está viviendo la Argentina hoy y que va a durar seguramente varios meses más.

MP: ¿Cómo ves la evolución del estudiantado en la Facultad de Ingeniería? ¿Cómo contribuyen los vectores a motivar estudiantes más comprometidos con el desarrollo del país?

LC: La Facultad está viviendo un proceso de transformación muy importante. Este es el segundo mandato del decano, Alejandro Martínez. Se están reformulando por completo todos los planes de estudio, lo que no ocurría desde la vuelta de la democracia, y es un proceso participativo muy dinámico que va a completarse e implementarse en 2024. Además Alejandro le da mucho lugar al Proyecto Vectores, es muy estimulante poder trabajar con él y con todo el equipo de gestión de la facultad.

En cuanto a los estudiantes que se reciben en el marco de vectores, esta es quizás la satisfacción mayor. Me emociona haber sido jurado de algunos trabajos y escuchar por ejemplo a algún graduado hablar de lo importante que fue para él o para ella la labor en vectores en su trabajo profesional o tesis, porque conoció mucha realidad, a expertos con décadas de trayectoria en su temática de interés, empresas, organismos. Les da una perspectiva buenísima.

Ahora está el desafío de seguir organizando esa comunidad, de seguir aprovechando esa energía que hemos ido articulando y ponerla a favor del país todo lo que podamos. Esto va despacio, pero a veces se requiere madurar y asentarse antes de dar alguna batalla que pueda llevar al cambio estructural. 

Por Gonzalo Brizuela y Mercedes Menga