Diálogo productivo con Graciela Ciccia

La protagonista de este nuevo capítulo de Diálogos Productivos es Gabriela Ciccia, actual Directora de Innovación y Desarrollo Tecnológico en el Grupo Insud. Desde su experiencia tanto en el sector científico-tecnológico como en el productivo, hace un repaso sobre este mundo.

Graciela Cicca

La protagonista de este nuevo capítulo de Diálogos Productivos es Gabriela Ciccia, actual Directora de Innovación y Desarrollo Tecnológico en el Grupo Insud, el conglomerado de empresas fundado por Hugo Sigman, Doctora en Farmacia y Bioquímica y especialista en cuestiones vinculadas a la biotecnología.

Desde su experiencia tanto en el sector científico-tecnológico como en el productivo, Ciccia hace un repaso sobre el modo en que se da la articulación entre ambos, a la vez que resalta los desafíos desde el Estado para incentivar la innovación de las empresas a través del financiamiento, de programas de compre nacional,  y de la superación de trabas burocráticas.

Misión Productiva: Trabajaste durante siete años como Directora de Vinculación y Transferencia Tecnológica en el Conicet, y actualmente sos directora en representación del sector privado ¿Qué destacás de tu experiencia en el sistema científico tecnológico y cuál es tu opinión sobre su vinculación con el mundo productivo?

Graciela Ciccia: Yo estoy muy agradecida de mi paso por el Conicet, porque me abrió las puertas de muchas ciencias, no solamente las que tenían que ver con la salud. Me enriqueció un montón conocer las capacidades científico tecnológicas que tiene esa institución, que es una de las más importantes del país. Respecto de la articulación con el sector productivo armé un programa, que por suerte se sigue aplicando, que cuenta con varias herramientas para fortalecer la vinculación: asesoría, convenio de investigación y desarrollo, asistencias técnicas, servicios tecnológicos de alto nivel, licencias y demás. 

De todos modos, hoy es una actividad contracultural. Para la mayoría de los investigadores, y por el sistema de evaluación que la misma institución tiene, sigue primando la publicación científica y la formación de recursos humanos.

La pandemia expuso frente a la sociedad la importancia de la ciencia y la tecnología, de la biotecnología y la necesidad de tener conectadas a la producción y la ciencia.

Investigadores muy prestigiosos se vieron por primera vez ante el desafío de hacer un kit de diagnóstico, un respirador o desarrollar una nueva vacuna. Las ideas pueden haber sido muy buenas, pero para que eso se transforme en un producto o en un servicio necesitaron a las empresas. Y nuestro país tiene un sector productivo muy interesante, sobre todo en el área de la biotecnología, que es mi especialidad, donde hay infraestructura, normas de producción que cumplen con los estándares de regulación a nivel mundial, y recursos humanos calificados.  

MP: ¿Creés que tienen que cambiarse los incentivos o la institucionalidad del Conicet para que haya una mejor vinculación del mundo científico con el productivo? ¿O que tiene que pensarse en una nueva institución, más similar al modelo Max Planck o Fraunhofer alemanes, donde no se den estos problemas de incentivos y culturales que mencionabas anteriormente?

GC: El Conicet es casi único en el mundo. Después, en Argentina tenés entidades como el Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI) que, como su nombre indica, debería ser un lugar para fortalecer la vinculación. Me parece que lo que hay que lograr es una efectiva integración entre las instituciones. Hay cosas que puede hacer el Conicet o una universidad, otras que son más adecuadas para el INTI, el INTA o la CNEA, y otras para el sector privado. La diversidad de miradas siempre enriquece; a lo mejor a un investigador que está en la red de ciencia básica se le ocurre algo más disruptivo cuando interactúa con alguien del sector productivo, que a alguien que esté con el foco en lo productivo.

Pero al sector productivo a veces le resulta muy lejano el lenguaje de los investigadores. Por eso es importante mostrar casos simples, y establecer buenos puentes. Hay una deuda grande en el país en lo relacionado con la digitalización. Es difícil encontrar expertos, no hay bases de datos amigables. Yo me niego a pensar que como sector productivo no tengamos una herramienta a través de la cual pongamos una palabra clave y nos salte quién es el experto en un tema X. No hay muy buena cooperación entre el sistema universitario, el Conicet y todas las instituciones científicas. Para el sector productivo la ciencia es una sola; le es muy difícil saber si es el INTI, el INTA, la Universidad de Tucumán o la de San Martín la que le va a resolver el problema.

MP: ¿Por qué Argentina no logra despegar de ese 0,2%, 0,3% de gasto en I+D en relación al PBI, del cual se estima que más del 60% lo hace el sector público? ¿Cuáles son los principales limitantes a ese tipo de gastos en las empresas argentinas?

GC: Primero coincido en que es muy bajo el porcentaje de gasto en I+D sobre el PBI. Estamos hace 1.000 años diciendo que tiene que llegar al 1% y nunca llegamos. De todos modos, creo que ahora estamos en un mejor momento porque se aprobó una ley de presupuesto para la ciencia y la tecnología. Es decir, tiene valor de ley, no es solo una intención del ministro de turno.

En los países que mejor les va la proporción es 70% de gasto privado y 30% público. Las mediciones del sector privado en Argentina llaman un poco la atención. Por ejemplo, los casos de innovación abierta, que implica un vínculo con universidades, no se toman como inversiones del sector privado. Hay muchas cosas subestimadas.

En Insud en su momento hicimos un consorcio para la producción y desarrollo de los anticuerpos monoclonales en Argentina, con la participación de  tres instituciones públicas y tres privadas. Fuimos seleccionados en un concurso del Banco Mundial y recibimos un aporte de u$s2 millones, que traccionó más de u$s50 millones de inversión privada. Hoy Argentina tiene dos plantas de anticuerpos monoclonales, una en Munro y otra en Garín, que son de 8.000 m2 y que las acaba de aprobar el EMA, la agencia regulatoria europea. Esos son los incentivos que favorecen la inversión porque no solamente es el dinero, sino es el prestigio de haber sido un caso de éxito para el Banco Mundial. Eso legitimó lo que podíamos decirle a los accionistas de la compañía, ya que no fue solo una “idea loca” sino que hubo un concurso donde algunos otros pares referentes internacionales dijeron que lo que estábamos proponiendo tenía sustento.

Si el sector público quiere impulsar proyectos de alto riesgo tecnológico, que requieren grandes inversiones, necesita darle incentivos más efectivos a las empresas, que son más resistentes a ese riesgo. A modo de ejemplo, cuando fue la pandemia de la Influenza, en el país no teníamos ninguna planta que pudiera fabricar vacunas. Entonces se hizo una asociación entre la multinacional Novartis y lo que se creó, que fue Sinergium Biotech, para realizar la transferencia de tecnología. Hoy vos pasás por Garín y ves una planta que fabrica vacunas.

MP: Grupo Insud tiene un fuerte perfil innovador y cuenta con nueve centros de desarrollo tecnológico en distintos países del mundo. ¿Podrías contarnos un poco cómo están organizadas las tareas de innovación en la empresa?

GC: Insud Pharma es la que es global, con presencia en más de 40 países del mundo. Fue creada en España, en la época de la dictadura, y cuando volvieron a la Argentina se localizaron acá, pero muchos centros están en Europa. El segmento que sí tiene el corazón de la investigación y el desarrollo en el país es el de biotecnología. Esto es porque nosotros tenemos mucha tradición en eso, tenemos muy buenos recursos humanos, toda la investigación en cáncer, etc. 

MP: Las compras públicas son una de las herramientas de desarrollo productivo más importantes, y el sector salud es uno de los casos más destacados a nivel global, y en Argentina en particular por el peso de organismos como el PAMI. Sin ir más lejos, Sinergium nació apalancado por un compromiso de compras de vacunas por parte del Estado. ¿Consideras que es una herramienta que se utiliza bien o que podría mejorarse?

GC: Yo creo que está subejecutada está herramienta. A lo mejor por el apuro, o por cómo se hacen las licitaciones, la gran mayoría de los reactivos de diagnóstico para Covid-19 fueron importados, teniendo desarrollos y empresas nacionales. Con las vacunas o con los monoclonales pasa lo mismo.

La compra pública es un instrumento espectacular que tiene el Estado para incentivar. En el caso de Insud nos saldría más barato traer el principio activo hecho en España y ponerlo en el mercado argentino que hacerlo acá. Entonces, si lo hacemos acá, el Estado debería tener en cuenta a la hora de licitar cuestiones como si tenés plantas en Argentina o si das trabajo, por ejemplo. 

Al ser una empresa grande, en las licitaciones nos ponen en la misma bolsa que una multinacional. Pero no somos comparables, ya que, aunque seamos la firma número 1 en el país, las multinacionales tienen una espalda enorme para poder bajar los precios en una licitación hasta el valor que quieran, con lo cual no podemos competir de ninguna manera. Y no quiero decir que no seamos competitivos, lo que digo es que se le debería dar preferencia y un beneficio más importante en la compra pública a quienes producen acá.

MP: Argentina tiene un interesante desarrollo de empresas vinculadas a la biotecnología, tanto en el campo de la salud, como en el agro, y siempre se señala que su potencial es enorme. ¿Cómo creés que puede impulsarse la creación de empresas biotecnológicas en el país? ¿Se necesita algún cambio en el marco regulatorio, una política más activa de financiamiento emprendedor, u alguna otra política en particular?

GC: Yo estoy asombrada con los nacimientos de startups biotecnológicas en los últimos años. Desde la Cámara de Biotecnología creamos hace un año lo que llamamos CAB Startup y ya hay 61 startups asociadas. Piensen que la Cámara madre, que tiene 10 años de antigüedad, tiene 32 empresas.

La mayoría de estas startups surgieron, por lo menos desde mi experiencia, a partir de nuestra participación en un fondo de inversión que maneja GridX y que desde el 2017 a la fecha permitió la creación de 36 empresas y atrajo la inversión de capitales emprendedores que no son argentinos. 

Hoy hay muchas trabas burocráticas para acceder al crédito fiscal que te da ser inversor en uno de esos fondos. Creo que eso hay que revisarlo y dejar de pensar que esos fondos son los fondos buitres que acechan a la Argentina, sino que son venture capital necesarios. Es impensable que una empresa vaya a poner dinero en una startup de base científica, pero sí lo pueden hacer los fondos. Entonces me parece que la industria del capital emprendedor, bien estimulada, tiene un potencial enorme para desarrollar nuevas empresas de biotecnología en la Argentina.

MP: Respecto al sector de biofarma, el Grupo Insud y otras empresas locales han desarrollado anticuerpos monoclonales que, luego de cuantiosas inversiones, han logrado insertarse en el mercado de manera exitosa. En la actualidad, cada vez más medicamentos se desarrollan con ese tipo de tecnología. ¿Cuáles creés que son las ventajas y cuáles las limitaciones del sector farmacéutico local para poder competir en ese segmento?

GC: La introducción de biosimilares siempre baja el precio entre un 25 y un 30%, con lo cual aumenta la accesibilidad de la gente hacia los medicamentos. Por otro lado, una vez que vos hiciste la mayor inversión que es la infraestructura adecuada  y los recursos humanos, los segundos o terceros desarrollos siempre se hacen más rápido porque hay una tecnología que ya estás manejando. En el caso de los monoclonales hay espacio para seguir desarrollándose y en el caso de las vacunas hay toda una rama de tecnologías nuevas que recién arrancan, como son las de la ARN. En nuestro caso, Sinergium y mAbxience tienen la infraestructura, y hacen transferencia de tecnología. No es fácil poder adoptar la receta que alguien te está dando y hacerlo en tiempo y forma, como hizo mAbxience para la vacuna de Astrazeneca con más de 230 millones de dosis de vacunas preparadas. Con ese entrenamiento pueden surgir desarrollos originales.

Por otra parte, es muy importante tener las manufacturas auditadas por el mundo. No solamente tenés que saber hacerlo, sino que tenés que contar con la aprobación de las autoridades del mundo, y para eso tienen que estar aprobadas las plantas. Eso no lo tuvimos en cuenta en la primera ola de la biotecnología, 30 años atrás. Hoy lo tenemos más claro, por lo menos en salud. 

También falta vinculación con las startups para que le permitan hacer un lote escalado. Como gran crítica, en el país todos mandamos a hacer la pre clínica en un instituto del Conicet. Cuando yo lo cuento en otros países no lo pueden creer, pero también hay que entender que tiene relación con el tamaño de mercado. En la medida que este segmento vaya creciendo, más institutos de ensayos van a ir surgiendo. 

MP: El laboratorio Elea entró recientemente en un negocio que despierta mucho interés, como el cannabis medicinal, tanto con el lanzamiento de Kanbis como el Ratisalil de CBD. ¿Creés que es una industria con espacio para crecer? ¿Puede Argentina ser un jugador relevante?

GC: Nosotros antes de la pandemia ya habíamos empezado a explorar todo esto porque en el mundo explotó todo lo que es derivados del cannabis. Uruguay nos sacó varias cabezas en cuanto a legislación, autorizaciones, instalación de lugares de cultivo, hidroponía y demás. Tenemos toda la potencialidad como para encararlo, pero me parece que la decisión es explorar un poco más el mercado con un medicamento regulado y aprobado.

MP: Insud tiene un fuerte peso en la Salud Animal vía Biogénesis Bagó. Muchas veces se señala que la salud animal, al tener menos regulaciones que la salud humana, puede ser una puerta de entrada más sencilla de Argentina a terceros mercados. Y, dado el fuerte peso de la producción agropecuaria local, el mercado interno es una plataforma interesante. ¿Cómo ves al país en este sector?

GC: Me parece que hay mucho para innovar y allí lo que yo veo es que hay una oportunidad para las startups porque cada vez la gente le presta más atención tanto a la huella de carbono como a lo que vos consumís. Las autoridades regulatorias, todavía no en Argentina, pero sí en  otros lados del mundo, empiezan a tener requisitos más estrictos.

Ahí hay espacio, por ejemplo, para bacteriófagos, en reemplazo de antibióticos para la salud veterinaria. En veterinaria la gran traba es de costos, por lo cual la producción biotecnológica adaptada en otras cosas como puede ser en levaduras, da espacio para innovar. Pero no son demasiados los actores en salud veterinaria y en el SENASA hay mucha tradición de trabajar con empresas multinacionales. Trabajar con startups es mucho más difícil.

Los jóvenes perciben como una cosa aburrida trabajar en organismos regulatorios, entonces buscan trabajo en otro lado. Parte de los programas de valorización, capacitación y retención de talento y recursos humanos en el sector público tendría que orientarse a ANMAT y SENASA, porque si vos no tenés buen recurso humano y gente que tenga la cabeza abierta para cosas innovadoras se tarda muchísimo. Si tardas muchísimo, es poco probable que podamos introducir productos nuevos aprobados para el mercado nacional o para exportar.

Así como todo lo que es basado en plantas para sustituto de los productos cárnicos o de la mayonesa sin huevo o los colorantes alimenticios naturales es un boom, me parece que en todo lo que es salud animal va a ir tomando más lugar la demanda del consumidor. Igualmente, no perdamos de vista que, en un país con 40% de pobres, esto es algo de sofisticación para un nicho pequeño de personas.

MP: Por último, nos gustaría saber cuáles son los próximos proyectos de Grupo Insud en materia de desarrollo tecnológico.

GC: En primer lugar, buscamos profundizar lo existente y consolidar toda la línea de monoclonales. Los astros nos pusieron en una reconversión de mAbxience hacia el desarrollo y la producción de vacunas que no esperábamos. Nosotros inauguramos la planta para hacer monoclonales un mes antes de que empezara la pandemia, entonces eso también hace que toda esa tecnología seguramente la vamos a usar con Sinergium y mAbxience en nuevas vacunas.

Después queremos seguir invirtiendo en startups, no solamente en las que hemos invertido a través de GridX, sino en donde seguimos una inversión corporativa como Tomorrow Foods. Estamos explorando el rubro de plant based y tecnologías alternativas para producir proteínas. 

Por Andrés Tavosnanska y Martín Alfie.