“Si soy reelecto yo terminaría la guerra de Ucrania en 24 horas luego de asumir” anunció ante el mundo Donald Trump, repetidas veces antes de ser reelecto.
En la primera semana del 2025, Trump lanzó otra declaración controvertida: “La gente ni siquiera sabe si Dinamarca tiene algún derecho legal sobre Groenlandia, pero si lo tiene, debería renunciar a ella, porque la necesitamos para la seguridad nacional”.
Aunque sus palabras pueden parecer una amenaza directa, también podrían interpretarse como una estrategia discursiva para presionar o negociar, dejando un aire de incertidumbre sobre sus verdaderas intenciones. Estas declaraciones alimentan un mar de especulaciones que sacuden al mundo mientras la gestión de Biden termina y la de un Trump empoderado comienza a tomar forma.
En Europa todo es caos, un continente fragmentado que no encuentra una respuesta unificada al terremoto llamado Donald Trump. En este segundo round, el presidente electo de Estados Unidos se asegurará de profundizar la política de “America First”, sometiendo a sus aliados internacionales, priorizando su economía doméstica y castigando a cualquiera que no siga al pie de la letra los mandamientos de la primera economía mundial.
La frase respecto a la guerra de Ucrania es relevante porque genera una oleada de interrogantes que no tienen respuesta: ¿Cómo se supone que Trump va a terminar la guerra? ¿Le va a entregar el terreno conquistado a Rusia? ¿Las negociaciones serán sin incidencia europea involucrada? Si se logra una paz que favorezca a Putin ¿qué lo frena de repetir la misma estrategia en el futuro?
A su vez, Estados Unidos ahora busca proclamar como suyo Groenlandia, un territorio autónomo de Dinamarca, bajo la justificación del cuidado de su “seguridad nacional” y también coquetea con la idea de absorber a Canadá para convertirla en el Estado número 51. Europa observa con creciente alarma estas declaraciones que socavan la soberanía de países considerados socios estratégicos con total impunidad.
Sin embargo, estos movimientos generan reacciones adversas en todo el continente, cuyos líderes empiezan a alinearse en posiciones antagónicas: algunos ven en la Unión Europea la única chance de seguir teniendo peso y relevancia geopolítica a escala mundial. Otros parecen darle la espalda al proyecto europeo y buscan ser los primeros abanderados de la nueva era Trumpista.
La coyuntura geopolítica en Europa en 2025
Europa se encuentra en una posición geopolíticamente debilitada. Los principales miembros de la Unión Europea no parecen acordar en un enfoque coordinado para enfrentar las crisis continentales que los amenazan; la fuerte dependencia con Estados Unidos, cultivada desde la época de la Guerra Fría, parece un motivo de preocupación más que de tranquilidad.
Esta dependencia, especialmente en materia de Defensa, se conjuga en la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte), la mayor alianza militar del planeta que reúne a 32 países -en su mayor parte europeos- y que es liderada por Estados Unidos. La primera potencia mundial no solo es quien comanda y da el visto bueno para todas las operaciones de la alianza sino que aporta individualmente el 70% de todo el presupuesto de defensa de la organización -. Conforme a su estrategia global de “America First” Trump ya avisó que el resto de los países de la alianza deben aumentar drásticamente su gasto en defensa or else:
“Quien no pague la factura no será defendido si Rusia lo ataca” amenazó en plena campaña electoral.
Las más recientes declaraciones de Trump, quien realizó jugadas ambiciosas en contra de aliados propios como Dinamarca y Canadá, envalentona a quienes argumentan en Europa que llegó el momento de una alianza europea, independiente de los deseos de Estados Unidos.
Esta iniciativa está representada por países cuyos líderes intentan comandar la autonomía estratégica de Europa -es el caso de Alemania y Francia-, alejarse de la imperativa estadounidense y unificar fuerzas con sus vecinos continentales para contrarrestar el crecimiento chino y la amenaza rusa.
Otros apoyan la necesidad de una Unión Europea reafirmada e independiente pero, por peso específico, económico y militar, se muestran menos vocales al respecto y buscan mantener un balance más equilibrado en la relación con Trump y Estados Unidos. Es el caso de países como España, Dinamarca, Portugal y Finlandia, entre otros.
Por otro lado, los gobiernos clasificados como “Euroescépticos” priorizan, dentro del marco de la UE, la autonomía de cada nación por sobre los mandatos de la Unión y suelen estar representados por líderes de derecha con potencial afinidad hacia la agenda de Trump. Los casos más emblemáticos son la Italia de Meloni y la Hungría de Orbán.
Mapa de posturas de los gobiernos de la Unión Europea frente a Estados Unidos y Trump en 2025

Fuente: Elaboración propia en base a declaraciones y posicionamientos de los gobernantes actuales -enero 2025- de cada país de la Unión Europea. Las categorizaciones presentadas en este mapa son aproximadas y pueden variar en función de la complejidad de las coaliciones gubernamentales y la diversidad de intereses internos en cada país.
Sin embargo, a pesar de la relación personal de Trump con aliados ideológicos individuales como Giorgia Meloni o Viktor Orban, los conflictos generales de Estados Unidos con la Unión Europea requieren una respuesta coordinada, lo cual podría resignificar el papel de Ursula von der Leyen -Presidenta de la Comisión Europea- como catalizadora de los intereses europeos y como canal de respuesta a los conflictos.
Después del mensaje de Trump respecto a sus intenciones con Groenlandia, tanto Ursula como el presidente del Consejo Europeo, Antonio Costa, mencionaron en un mensaje conjunto: “Estados Unidos es uno de nuestros socios más cercanos y estamos comprometidos a fortalecer el vínculo transatlántico. (…) Esperamos tener una relación positiva con la próxima administración estadounidense, basada en nuestros valores comunes e intereses compartidos. En un mundo difícil, Europa y Estados Unidos son más fuertes juntos.”
Claramente no se espera que la relación con Trump sea la misma que se tuvo con Biden, dadas las intenciones respecto de Ucrania, de Rusia, de los aranceles a la UE, entre otras. Pero, a pesar de que la presidenta de la Comisión Europea no recibió una invitación a la toma de posesión de Trump, la Unión Europea va a seguir buscando abrir canales de comunicación, al igual que en 2020 cuando, durante la primera presidencia de Trump, Ursula se reunió personalmente para asegurar términos comerciales más favorables.
Pero los desafíos de Europa no se limitan a las divisiones políticas o a las tensiones con Estados Unidos en el ámbito estratégico. En el plano económico, un Trump más proteccionista y la creciente presión de China en los mercados globales colocan a Europa en una posición incómoda, obligándola a reaccionar en un entorno cada vez más competitivo y hostil.
Europa frente a un nuevo orden comercial
En el plano comercial, Europa también se enfrenta a un Trump que ya dejó claras sus intenciones. Además de terminar la guerra en Ucrania en 24 horas, retirarse del Acuerdo de París e imponer aranceles del 60% a todas las importaciones chinas, Trump dijo que impondrá aranceles del 10% al 20% a todas las importaciones, lo cual afecta particularmente a Europa (incluso más que a sus pares chinos).
Estados Unidos es el principal socio comercial y destino de las exportaciones de la Unión Europea. En 2023, la Unión Europea exportó bienes a Estados Unidos por 533 mil millones de dólares (aproximadamente un 19% de las exportaciones totales de la Unión Europea del 2023, sin considerar el comercio intrazona), principalmente productos farmacéuticos y vehículos, que significaron a su vez un 18,5% de las importaciones de Estados Unidos del mundo. En este sentido, dado el porcentaje y la composición de sus exportaciones destinadas a Estados Unidos, algunos de los países más expuestos a una caída del comercio bilateral, que podrían adoptar una postura antagonista frente a Trump, podrían ser Alemania (destina un 10%), Irlanda (27%), Bélgica (6%), entre otros.
Más allá de las estimaciones que prevén cuáles serían los países más afectados en el escenario de una guerra comercial más “contenida” (donde los aranceles al mundo aumentan un 5%, por ejemplo) o “en toda regla” (con un arancel universal del 10%), claramente los productores europeos se verán afectados. Además, los aranceles estadounidenses suman un nuevo eje a lo que ya constituye otro conflicto comercial para la Unión Europea: China.
¿Europa puede aguantar problemas comerciales en dos frentes? Sus dos principales socios comerciales no sólo están en conflicto entre ellos, sino que también están complicando las cosas con la Unión Europea. Los aranceles de Estados Unidos pondrían a los productos europeos en una posición difícil, y cómo se negocien estos retos dependerá mucho de la relación que cada país tenga con Washington y de qué tan unida esté la UE para defender sus intereses.
La guerra comercial con el gigante asiático ya está desarrollándose, con China llevando a cabo investigaciones antidumping sobre el brady originario de la Unión Europea, por ejemplo, vista desde algunos países como una represalia por el apoyo de determinados países (como Francia) a los aranceles de la UE sobre vehículos eléctricos fabricados en China. Pero, de concretarse los planes arancelarios de Trump, el mercado europeo se vería aún más inundado de productos chinos baratos con los cuales los productores europeos no pueden competir.
Ya en agosto, Josep Borrell, ex-vicepresidente de la Comisión Europea, decía “Ellos [EE.UU.] no nos preguntan cuándo prohíben la importación de automóviles chinos, no nos van a preguntar a dónde van esos automóviles chinos si no van a EE.UU…. Estoy seguro de que irán al mercado europeo, y esto está generando un problema de competitividad en nuestra industria”.
Los aranceles que busca imponer Trump podrían centrarse en determinados sectores más que en otros (automóviles, productos farmacéuticos) o también podrían ser simplemente utilizados por el nuevo mandatario como una forma de negociar como hizo cuando negoció el acuerdo de Fase Uno con China en 2020. A pesar de querer bloquear la importación de autos chinos, expresó que apoya a aquellos fabricantes chinos que busquen establecer operaciones de fabricación en Estados Unidos.
Los aranceles podrían forzar a Europa a decidirse por una asociación comercial más profunda con Estados Unidos, con China, ¿o con ninguno? Las medidas comerciales tradicionales con las que cuenta la Unión Europea para contrarrestar los productos chinos podrían tardar en implementarse y dependen de un fuerte consenso de los estados miembros. Por ejemplo, Alemania y otros estados votaron en contra de las tarifas a los vehículos eléctricos chinos en octubre.
Los efectos en el sistema económico mundial podrían significar una oportunidad para que la Unión Europea, en búsqueda de nuevos mercados para contrarrestar los aranceles y reducir su dependencia, ratifique el acuerdo con el Mercosur, como un destino para los productos europeos.
Entre Trump, China y Rusia: El camino incierto de Europa
El segundo mandato de Trump pinta un panorama complicado para Europa. Las tensiones están en su punto más alto, con aranceles, fricciones en materia militar, comercial y diplomática entre los miembros de la OTAN, amenazas de retirar apoyo militar y una retórica que deja claro que la relación transatlántica será cualquier cosa menos estable. Desde la promesa de resolver la guerra en Ucrania en 24 horas hasta la idea de que Groenlandia debería ser suya, éste segundo mandato puede significar un quiebre total de las alianzas entre Estados Unidos y Europa como las conocemos. Esa ruptura podría, a su vez, jugar a favor de China y especialmente, Rusia.
Las declaraciones respecto a Ucrania y a Groenlandia denotan que Estados Unidos no tiene problema en pasar por encima a sus supuestos aliados y nos deja aproximar una máxima respecto al futuro de sus relaciones bilaterales: sumisión u hostilidad. Esas son las dos opciones que Trump parece contemplar para con sus aliados globales.
En lo comercial, los aranceles que Trump planea imponer a las importaciones golpearían directamente a sectores clave como el automotriz y el farmacéutico. Países como Alemania, Irlanda y Bélgica tienen mucho que perder, mientras Europa intenta lidiar también con la avalancha de productos chinos que podrían inundar su mercado si Estados Unidos cierra sus puertas al gigante asiático.
La ‘dependencia estratégica’ de Europa frente a Estados Unidos, tan evidente en el ámbito militar bajo el paraguas de la OTAN, no se limita al aspecto defensivo: también se ve reflejada en una densa red de relaciones comerciales y financieras que dejan a la Unión Europea expuesta a los vaivenes de la política exterior estadounidense.
El mundo se prepara para años de elevadísimas tensiones entre China y Estados Unidos, un escenario abierto cuya creciente conflictividad ha dejado expuesta la fragilidad de Europa a la hora de mantener una voz y un peso propio en la gobernanza económica global.
Por Lail Furchi (@FurchiLail) y Brenda Vladisauskas (@bvladisa)