Cadena de Valor | Una guerra no tan fría

¿qué tipo de impacto económico y fundamentalmente productivo podemos esperar de esta guerra, y de qué magnitud? En primer lugar, un disclaimer: cualquier cosa que diga en los próximos párrafos es completamente hipotética, y tranquilamente puede terminar sucediendo lo contrario en las próximas semanas o meses en función de cómo evolucione el conflicto.

Cadena de Valor | Una guerra no tan fría

¡Buen día! ¿Cómo les va? Ya llegamos a marzo, yo por mi parte no podía esperarlo más.

Es increíble lo salado que estuve este último mes. El lunes, el 28, el último día del mes, fui al club a hacer un asado y pelotear un rato, y atajando me fracturé el dedo anular de la mano izquierda (¡la hábil!). En febrero tuve COVID, me desgarré y ahora esto, la verdad un mes horrendo. Insisto con que esto no era así antes de empezar a escribir, ya parece que es una joda para tener con qué rellenar acá. Voy a subir la radiografía a Twitter para que me crean.

“Alea iacta est”

Esta semana el mundo dio un paso en falso en el camino del desarrollo y la convivencia global: el jueves a primera hora, Rusia “cruzó el Rubicón” y lanzó una invasión militar sobre el territorio de Ucrania. Si bien el conflicto se dejaba entrever hace tiempo, esto no quita que despierta un gran malestar para toda la sociedad civil y para la dirigencia política internacional. Me preocupa cada vez que inicia o continúa una guerra en todas las partes del mundo y este caso no es la excepción, tal como nuestro país asentó su posición repudiando el uso de la fuerza militar.

Esta guerra sensibiliza a todo el mundo porque involucra a las potencias globales de forma directa y despierta los mayores temores. Hasta ahora, la participación de la OTAN ha sido más moral, de apoyo económico y logístico, y de repudio burocrático que militar. Es difícil dilucidar cuánto puede llegar a durar el conflicto y qué salida tendrá. Y de la misma forma, también es difícil dilucidar qué tipo de consecuencias generará en el corto y en el largo plazo para nuestra sociedad. La idea de esta edición del newsletter no es que descargue mis preocupaciones en ustedes, pero quería dedicar algunas líneas a ello. Tampoco es analizar cómo se llegó al conflicto o la política que está detrás de su desarrollo. Para eso les recomiendo que lean el #MundoPropio de esta semana de Juan Elman para Cenital.

Ahora sí, vamos con lo que nos compete, ¿Qué tipo de impacto económico y fundamentalmente productivo podemos esperar de esta guerra, y de qué magnitud? En primer lugar, un disclaimer: cualquier cosa que diga en los próximos párrafos es completamente hipotética, y tranquilamente puede terminar sucediendo lo contrario en las próximas semanas o meses en función de cómo evolucione el conflicto.

Cadena de Valor | Una guerra no tan fría

El impacto de la guerra para la economía ucraniana es bastante evidente: con la mitad Este de su territorio invadido, un éxodo hacia el Este y el Oeste –países europeos se prepararon para recibir cerca de un millón de ucranianos, mientras que Rusia ofrece pasaporte a habitantes de las regiones de Luhansk y Donetsk– y una parte no menor de la actividad civil en “suspenso”, básicamente el nivel de producción caerá fuertemente en todos los rubros.

Pero sí cabe hacer un comentario a una posibilidad que se abre para el país, y es su potencial incorporación a la Unión Europea. En medio del conflicto, el presidente Zelensky firmó la aplicación para sumarse al bloque, aunque la misma todavía no ha sido respondida y se espera que tampoco se resuelva en el corto plazo. Quería dedicarle un párrafo a esto para traer algo de claridad al asunto: la Unión Europea tiene múltiples requisitos que deben cumplir los países para ser elegibles de incorporarse al bloque, que abarcan desde la convergencia cambiaria e inflacionaria hasta materia regulatoria, de acuerdo a lo detallado en el Tratado de Maastricht, y Ucrania no los cumple. Sin embargo, sería un giro interesante que el problema geopolítico tenga una resolución geo-económica, considerando que el origen del conflicto reciente entre ucranianos y rusos tuvo el sentido inverso: según me comentaba Martín Schapiro, producto del acuerdo entre Ucrania y la Unión Europea en 2014 se desató el conflicto civil que desembocó en la anexión de Crimea por parte de Rusia. Esta resolución podría ser positiva para Ucrania, que le abriría una puerta al desarrollo “por invitación”. Difícilmente Rusia ataque un país miembro de la Unión Europea, y para potencias europeas –fundamentalmente Alemania– Ucrania sería un aliado estratégico para mantener la paz en el continente. No sería el primer caso de desarrollo “por invitación” que veríamos en Europa, donde Polonia (y también se podría mencionar Chequia) destaca como una de las economías con mayor crecimiento de Europa, muy vinculado a la inversión e integración con las empresas y cadenas de valor alemanas. Ucrania podría ingresar en dicho grupo, con una matriz productiva y un acervo industrial que ya es bastante interesante y que podría complementarse bien con el alemán.

Cerrando ese paréntesis, volvamos a los impactos económicos de la guerra. El caso ruso es un poco más complejo para analizar: dado que el conflicto no ocurre en territorio propio, para Rusia la actividad militar generada tiene un bajo impacto directo sobre su economía, que viene por la reasignación de recursos públicos y privados desde otras actividades hacia el abastecimiento del conflicto armado. Sin embargo, pareciera que existirá un impacto indirecto importante que, aunque resulta difícil de cuantificar, se agranda cada día que pasa. Este está vinculado a las sanciones aplicadas por las potencias Occidentales sobre Rusia, que alcanzan sanciones comerciales, giros bancarios, disponibilidad de reservas y otros, y han generado diversas disrupciones macroeconómicas –entre ellas, una devaluación del rublo de más del 28%– y probablemente limite la capacidad de Rusia para importar y exportar de forma normal. Para dimensionar, la mitad de las exportaciones rusas y el 49% de sus importaciones tienen por destino/origen a países miembro de la Unión Europea y la OTAN, por lo que perder ese vínculo sería un golpe importante para el país.

Pero el impacto de la guerra no se queda ahí. El conflicto también tiene una implicancia económica de escala global, como ya reflejaron los mercados la última semana: tras la invasión de Rusia a Ucrania, se dispararon los precios de varios commodities a nivel internacional. Hasta anoche, se ubicaban entre un 10% y un 70% por encima de los precios registrados a principios de febrero: en energía el petróleo subió 18%, el carbón 37%, el uranio un 11%, el litio 29% y el gas en Europa un 63%; en los metales, el oro escaló un 8%, la plata un 13% y el aluminio 19%; y en el agro, el precio de la madera subió 40%, el del trigo 32%, el maíz 18% y la soja 10%. Si bien es posible que muchas de estas subas sean una sobrerreacción transitoria, se espera que los precios se estabilicen en un nivel superior al previo –fundamentalmente en el mercado energético, donde Rusia es el principal proveedor de Europa– y cobre un nuevo impulso la inflación que se observó en 2021 a la salida de la crisis provocada por el COVID-19. En particular, en el mercado energético no se detuvo el flujo gasífero de Rusia hacia Europa, pero este marco bélico ha generado cambios de postura en la materia y los gobiernos de Alemania Italia ya barajan reactivar la energía nuclear y a carbón e instalar plantas de licuefacción de gas para garantizar el abastecimiento y reducir su dependencia de Rusia.

Por otro lado, también se puede esperar que esto profundice el proceso de desglobalización que se viene observando a nivel mundial. Si bien es un proceso que se origina en la crisis subprime en 2008, su primera manifestación explícita fue la guerra comercial entre China y Estados Unidos durante la presidencia de Trump. Esto se profundizó con la crisis del COVID-19 que generó una gran caída en el comercio internacional, con suba del precio de los fletes, un giro en la estrategia industrial de los países centrales y de las multinacionales que se caracteriza por el reshoring y disrupciones en las Cadenas Globales de Valor que regían el comercio internacional desde mediados de los 70s. Pueden encontrar este proceso bien detallado en el Autobombo#1 del día, que es la nota que publicamos la semana pasada de Leandro Navarro. Decisiones como las mencionadas por Alemania o Italia y un mundo en que continúa creciendo la incertidumbre pueden dar un marco para que estos procesos se potencien.

¿Y cómo afecta todo esto a Argentina? La suba de precios se puede leer como una “buena noticia”, considerando que una porción no menor de nuestras exportaciones se trata justamente de bienes primarios o commodities industriales. Las subas de precios mencionadas previamente, en este sentido, podrían incrementar el saldo exportado por Argentina y conseguir las divisas tan necesarias para el crecimiento y los compromisos financieros. Además, también se pueden generar desprovisión en el mercado –fundamentalmente el europeo– que Argentina podría llegar a cubrir incrementando las exportaciones también en cantidades, considerando que tiene una estructura productiva relativamente similar a la ucraniana. Esto abriría oportunidades para el sector hidrocarburífero, el siderúrgico, el químico y otro tipo de bienes. Además, en el plano macroeconómico, la inflación internacional también puede resultar positiva por el lado financiero: según Joaquín Waldman, que estudia procesos inflacionarios en el CEDES, “una suba de precios internacional más acelerada ayuda a disminuir el peso de nuestra deuda, y de hecho el nivel actual de inflación en dólares ya es superior a tasa de interés que debemos pagar por el préstamo del FMI”.

Sin embargo, el aumento de los commodities también le juega una mala pasada a nuestro país, considerando que se estima que Argentina necesita incrementar un 23% del Gas Natural Licuado (GNL) importado con buques en invierno respecto al año pasado y que su precio se disparó primero hasta 46 dólares tras la invasión rusa y está mañana ya tocó los 60 –el año pasado Argentina pagó en promedio US$ 8,55 por MMBTU–. Con la gran volatilidad de precios de la última semana, y considerando que además las exportaciones se reducirán en cantidades por la sequía, el efecto neto de la suba de los commodities en el saldo comercial argentino para 2022 varía día a día y el resultado final resulta incierto, pero no parece evidente que la cuenta fuera a dar positiva. Lo mismo sucede en el flanco fiscal, aunque con un impacto negativo más marcado: a diferencia del impacto en precios de las exportaciones (donde la recaudación por retenciones subiría de forma proporcional), en el caso de las importaciones de gas el Estado se deberá hacer cargo de prácticamente la totalidad del costo a través de los subsidios energéticos, puesto que las tarifas de gas subieron únicamente un 20% para los usuarios residenciales. De esta forma, se pone en jaque la meta fiscal establecida en el acuerdo con el FMI para 2022. Por otro lado, la inflación internacional “también puede generar tasas de interés más altas por tiempo prolongado a nivel internacional que reduzcan el flujo de capitales hacia países emergentes y que reduzca también el crecimiento global y nuestro potencial exportador”, según Waldman. Además, una aceleración de la inflación internacional seguramente se traslade también a una mayor presión en los precios a nivel doméstico, que junto con la suba de los commodities agrícolas seguramente genere tensiones para lograr una recuperación de los salarios reales. Finalmente, Rusia es el principal exportador de fertilizantes del mundo, por lo que sus precios también se dispararon y podría generar dificultades para abastecer la próxima campaña en caso que el conflicto se prolongue.

Por lo pronto, también resta saber si esta “ventana de oportunidad” que aparece para nuestro país es simplemente una fluctuación de corto plazo o si se prolonga a lo largo del tiempo. En el primer caso, nuestra suerte ya está echada y Argentina habría perdido la oportunidad de ocupar algunos espacios en el mercado internacional, por ejemplo, por no haber construido una planta de GNL para el gas originado de Vaca Muerta que le permita abastecer a Europa; aunque sí podría aprovecharlo en otros segmentos como el litio. En el caso que la “ventana” quede abierta para largo, habrá que ver si Argentina es capaz de llevar adelante las inversiones necesarias para poder posicionarse en el mundo como un proveedor de todos estos recursos estratégicos. Los recursos están, pero es necesario el financiamiento para explotarlos y en un contexto de incertidumbre internacional que probablemente genere un proceso de flight to quality y subas de las tasas de interés será necesario un esfuerzo adicional para poder atraer capitales a invertir en el país.

Si queres saber más del tema, te dejo algunas cositas que te pueden llegar a interesar:

Sobre el “desorden” del orden global durante los últimos años y las perspectivas que deja esta guerra, les recomiendo leer esta breve pero concisa nota de Federico Merke en Cenital.

Respecto a la cuestión más económica-financiera, les dejo un reporte en inglés de Goldman Sachs sobre el “riesgo ruso”, que analiza el potencial impacto en el mercado del conflicto.

Y si te interesa seguir la parte bélica, te dejo dos cuentas de Twitter que yo suelo pispear para ver los análisis que hacen: una de un militar australiano retirado y otra una cuenta informativa sobre noticias militares a nivel global.

Otros temas para seguir de cerca:

Ayer Alberto Fernández asistió al Congreso para dar inicio a las Sesiones Ordinarias del 2022. En su discurso, puso mucho énfasis en la reactivación productiva y los desafíos del futuro, manifestando una agenda bastante “kulfista”. Le recordó a los legisladores los proyectos productivos que mencionamos anteriormente en esta sección y que nunca se trataron en las Sesiones Extraordinarias, y comentó que enviará tres proyectos sectoriales más:

  • Una nueva ley de nano-biotecnología, que supere a la Ley vigente.
  • Una Ley de Hidrógeno que “estimule y reglamente el desarrollo de la actividad, donde Argentina aspira a presentarse en un lugar de liderazgo mundial”.
  • Una Ley del Sistema Nacional de Calidad, fundamental para poder acompañar el acceso a mercados externos de productos argentinos.

Además, se espera que esta semana se envíe al Congreso la letra final del acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, del cual ya estuvieron circulando borradores la última semana.

Autobombo #2: la semana de Misión Productiva.

Esta semana tuvimos el fin de semana largo, así que solamente subimos una nota: una muy buena entrevista que le hicimos a Flavia Royon, la secretaria de Minería y Energía de Salta, una provincia que históricamente tuvo relativamente relegada su actividad minera pero que hoy se posiciona como la segunda con más inversiones en el sector.

La semana pasada no tuvimos #MisiónAlEspacio porque tuve que viajar a Chaco, pero probablemente volvamos al ruedo este jueves. Estén atentos a nuestro Twitter para enterarse de lo que se viene.

Por último, hoy a las 19hs los compañeros de El Germen van a estar organizando una charla con Joaquín Waldman sobre la letra chica del acuerdo con el FMI, se las recomiendo. Si les interesa, se pueden inscribir en este link.

Tenemos la suerte de vivir en una de las zonas más pacíficas del mundo y poder escribir este newsletter con cierta tranquilidad es un lujo. Pero en un mundo globalizado, todo nos afecta desde un punto de vista económico, y espero que esta edición les haya servido para ver de qué forma sucede esto y cuáles son las discusiones que nos debería despertar la coyuntura global para la discusión local.

Un abrazo y nos leemos la semana que viene.
Pablo

­Si queres recibir todos los miércoles #CadenadeValor, el newsletter de Misión Productiva, suscribite acá