MISIÓN PRODUCTIVA: Contanos acerca de tu trayectoria en el sector minero. ¿Qué ofrece Minetech Argentina al entramado productivo del sector? ¿Y cómo llegaste a formar parte de CAPMIN?
MATÍAS BAGLIETTO: Yo soy técnico de una escuela pública y en el último año nos mandaban a hacer pasantías a diferentes empresas. A los 18 años ya era técnico en una empresa proveedora de telecomunicaciones. Después hice la carrera de Ingeniería Electrónica en la UTN [Universidad Tecnológica Nacional]. Era la década de 2000, apenas después de que Néstor Kirchner ganó las elecciones, y comenzaban a llegar las inversiones privadas en minería. En ese momento no había proveedores mineros. Entonces llamaron a la empresa en la que yo trabajaba para hacer un sistema de comunicaciones para la mina, que es como un pueblo nuevo, una ciudad arriba de la cordillera. Nadie quería ir por la altura, así que fui yo. Ese fue mi primer contacto con la minería.
Trabajé en esa empresa unos cinco o seis años. Como no tenían su foco principal en la minería porque su negocio principal eran las telecomunicaciones, decidí fundar una firma propia, de tecnología para la industria minera. Así, en 2011 nació Minetech Argentina. Comenzamos haciendo sistemas de comunicación en los túneles, en minería subterránea. Después nos expandimos a las comunicaciones de los proyectos mineros en general. Como decía, en estas ciudades que son las minas en medio de la cordillera no hay ningún tipo de servicios, de caminos, de energía. Hay que construir todo, y hay especialistas para cada área. Nosotros nos especializamos en la conectividad: radios, internet y demás.
Con los años, pasamos a fabricar algunos equipos propios en Argentina. La parte electrónica de los equipos venía de China y sumábamos ingeniería local. En 2013 una minera nos preguntó si podíamos fabricar refugios mineros, porque en ese momento no podían importarse. Hicimos ingeniería durante un año con el IRAM, para poder certificar el producto. Y también tercerizamos la producción. Entonces, un año después teníamos listo nuestro primer refugio minero, y fue un éxito. Hoy tenemos más de 40 fabricados y armamos una nueva empresa, Pirca. Es un producto muy maduro, tiene más de 10 años, y en el que todas las empresas confían. Incluso Codelco, la mayor minera de cobre del mundo. Hoy se exportan refugios certificados a Chile y otros países.
En estos últimos diez años montamos nuestra propia planta. Tenemos una sucursal en San Juan, que es la de servicios mineros, ingeniería y demás. Y la fábrica está en Buenos Aires, por un tema de logística y de costos de insumos. Hoy nuestra capacidad de producción es de un equipo por mes, fabricado a medida y con certificaciones individuales. No se certifican lotes, sino cada unidad, y se le hacen pruebas porque son equipos de seguridad, de emergencia. Además, hoy desarrollamos el 100% de nuestros sistemas. Antes importábamos algunos de Europa y después comenzamos a desarrollarlos en conjunto con el INTI [Instituto Nacional de Tecnología Industrial] y el CONICET.
Toda esta experiencia y los productos novedosos que lanzamos para el sector empezaron a llamar la atención. Entonces me llamaron para ser parte de una comisión de CAPMIN. Fui vicepresidente un período, secretario otros dos, y hace ya cuatro años que soy vicepresidente de la Cámara nuevamente.
MP: ¿Cuál es tu diagnóstico actual sobre la minería en Argentina, especialmente en lo que respecta a la integración de proveedores locales?
MB: Te doy primero un panorama histórico. Hasta los 90, la minería era principalmente estatal y nacional. Entonces el desarrollo estaba atado al Estado. No había políticas integrales. Con la reforma constitucional de 1994, los recursos pasaron a manos provinciales y se implementó la Ley de Inversiones Mineras (Ley 24.196), que adapta el marco impositivo anual a inversiones de largo aliento como las mineras. Esto impulsó la minería privada, que comienza con dos grandes operaciones, a partir de inversiones extranjeras: Cerro Vanguardia y Alumbrera. Se trataba de operaciones que copiaban modelos de otras minas que tenían en otros países: contrataban servicios y proveedores locales muy básicos, y después importaban la mayoría de sus insumos industriales. Era la forma en que podían operar porque no había un desarrollo, no había políticas, y no había pasado el tiempo suficiente para que el proveedor pudiera adaptarse.
A partir de los años 2000, las provincias, como dueñas de los recursos, comienzan a plantearse la necesidad de contratación local. Entonces empieza cierto activo de política de proveedores locales, que se suma a políticas nacionales de impulso de proveedores de alto valor (industriales o de ingeniería, por ejemplo) y de cierre de importaciones de hecho y no deseado. Podemos decir que el desarrollo de proveedores locales en la minería es un tema de los últimos 20 años, pese a la apertura del período 2015-2019. Hoy existe un entramado productivo más maduro para proveer a los proyectos grandes y a las nuevas inversiones, y hay especialistas en cada sector. Hoy la empresa argentina está más cerca de la minería, la ve como un negocio, una oportunidad. Eso es bueno.
Por otro lado, si bien hay cosas que inevitablemente se van a importar, muchas otras se pueden fabricar en ciertas condiciones de competitividad dentro del país. Hay que trabajar en este sentido. Para eso hay que tener en cuenta los tres anillos. El primero es la comunidad: los que viven en las cercanías tienen que ser los primeros beneficiados del proyecto minero. El segundo es la provincia, que es la dueña del recurso: hay que contratar la mayor cantidad de servicios en la provincia. El tercer anillo es el nacional, esto significa que lo que no se consiga en la provincia hay que buscarlo en el centro industrial del país (Mendoza, Córdoba, Santa Fe, Buenos Aires), para evitar que se busque en el exterior, que sería el cuarto anillo.
Creo que hay mucha expectativa por el nivel de inversiones que puede llegar a generar la industria minera. El problema es que los proyectos tienen que salir. En cobre no hay ninguno en construcción, el litio se frenó por el precio internacional, el oro y la plata están subexplorados, el uranio está en Chubut, que tiene leyes restrictivas. Por lo tanto, el proveedor tiene una expectativa muy grande y ve a la minería como un negocio, pero la realidad es que todavía no arrancó.
MP: ¿Qué rol juega CAPMIN en ese contexto?
MB: CAPMIN es la cámara más grande y quizás la más representativa. Agrupa a más de 250 socios de unas 15 provincias. Desde la Cámara fomentamos el desarrollo de la industria minera −porque si no tenemos minería, no vendemos− y le damos voz al proveedor en distintos temas que complican su actividad. En cuanto a nuestra visión, pregonamos los tres anillos que te mencionaba recién, y no queremos que se importe en detrimento del resto de las empresas argentinas, siempre que exista un producto adecuado en calidad y competitividad.
Además, somos críticos de las leyes restrictivas, como la imposición de aduanas internas. Entendemos que debe balancearse el desarrollo provincial, que tiene que existir, con el restrictivismo, que deriva en la contratación de proveedores de un círculo cerrado. Por ejemplo, existen leyes en diferentes provincias que, si bien tratan de estimular el desarrollo provincial, se ponen restrictivas con la de al lado, no dejan ingresar a sus empresas. Son leyes que otras provincias, como las agropecuarias, no tienen. CAPMIN está buscando ese equilibrio: que las provincias se queden con la capacidad instalada, pero que no se cierren.
MP: ¿Existe hoy alguna estrategia para beneficiar a los proveedores del tercer anillo frente a competidores externos o a las importaciones? ¿O están compitiendo en peores condiciones?
MB: El bien industrial en Argentina compite en desventaja. La Ley de Inversiones Mineras, que es una muy buena ley, es perfectible. Tiene un esquema de arancel cero para bienes de producción, como por ejemplo los refugios mineros. Pero cuando yo importo los insumos para fabricar ese refugio tengo que pagar arancel. Eso inclina la cancha. Además, Argentina tiene una carga impositiva muy alta, especialmente en cargas sociales, ingresos brutos, impuesto al cheque. Chile, en cambio, tiene un solo impuesto de importación del 6%, y acuerdos de libre comercio con China. Tienen un esquema competitivo impositivo mejor. Nosotros estamos en desventaja tanto por los aranceles que pagamos cuando importamos los insumos como por el sistema impositivo en general. Entonces en el marco de la Ley de Inversiones Mineras no existen incentivos para desarrollar la cadena en Argentina, porque esta ley permite importar a arancel cero.
Sí existen incentivos en el marco del RIGI, aunque aún no lo vimos funcionar. El RIGI permite importar a arancel cero bienes de capital para la minera y también todos los insumos para el proveedor, aunque es difícil fiscalizar si esos insumos se utilizarán únicamente para el proyecto del RIGI. Por lo tanto, para el proveedor industrial el RIGI es mejor que la ley minera. De todas formas, sigue siendo una cancha inclinada porque el bien final paga cero y los proveedores tenemos todavía un sistema impositivo. Hay que trabajar eso con las mineras en Argentina porque, en la vorágine de construir y terminar la obra, traen toda la ingeniería del exterior a arancel cero, como les permite el RIGI y además es lo que saben que funciona. Entonces hay que trabajar en la inserción de proveedores nacionales.
MP: Y en ese sentido, más allá de la exigencia del “compre local”, que tienen que cumplir, ¿cómo ves la disposición de las mineras para reemplazar proveedores internacionales por nacionales?
MB: No es que estén cerradas, pero no es fácil. Es lógico que quieran comprar insumos en las empresas de siempre porque saben que funciona, que mantiene operativo el corazón del proceso productivo, y cambiar un insumo clave implica un riesgo para esta continuidad. Se juega la producción, y al gerente general de la minera lo miden por la producción. Pero son pasos que se van dando.
Por ejemplo, en el caso de los refugios, era un tema hipersensible de seguridad. Las principales fábricas del mundo están en Alemania, Estados Unidos y Australia, y acá los fabricaban tres o cuatro empresas. Las normas de fabricación y comercialización eran americanas y europeas, no había normas argentinas. Impulsamos una norma pero llevó su tiempo, entonces al principio ninguna minera quería probar nuestros refugios. Hasta que una nos dejó entrar. Pero son procesos que llevan años. Hay que hacer un trabajo previo importante. Esto es lo que preocupa con las inversiones de cobre: la vorágine por terminar una mina en cuatro años en contraposición con el tiempo que los proveedores locales necesitamos para insertarnos. Esto es lo que hay que discutir.
MP: ¿Qué políticas públicas te parece que podrían acompañar ese proceso de inserción?
MB: Es difícil establecer políticas concretas. Nación no tiene jurisdicción sobre el recurso. Las provincias priorizan, como te decía antes, la continuidad operativa, que se produzca más aunque para eso necesiten insumos de afuera. Hubo políticas en Nación y en las provincias, pero poco integradas. Creo que se puede hacer más, pero no creo que por firmar un decreto vayamos a tener un montón de proveedores. Creo que hay que empujar las políticas públicas y a la vez dejar que el propio mercado minero vaya incorporando proveedores locales, como fue pasando.
Se necesita financiación, promoción de la instalación de proveedores cerca de los proyectos, infraestructura. Hoy el principal problema de las minas de cobre es, por ejemplo, que pueden llegar a consumir la misma cantidad de energía que toda una provincia. Entonces la primera discusión es si el sistema interconectado nacional está preparado para duplicar la energía. Faltan también caminos y rutas porque, si no, no se pueden subir los insumos y sacar la producción. Se necesitan vías férreas en buenas condiciones para bajar la producción, porque los caminos no están preparados para sostener 30 camiones con cobre, calculando 300.000 toneladas que se producen al año, pasando todos los días.
También hace falta actualizar y perfeccionar la normativa: en términos de seguridad e higiene de toda la minería en general, se aplica el Decreto 249 de 2007. Hay que darle las condiciones al mercado para que se desarrolle, pero también se pueden hacer políticas activas sin interferir, sin prohibir.
Hay un montón de cosas que tiene que hacer el Estado para que esto funcione, y a partir de ahí discutir el tema proveedores. Hoy lo discutimos en el escenario de una minería de 4.000 millones de dólares por año, con una expectativa de llegar a 15.000 millones, pero no hay cancha. Así que eso es lo principal, junto con las políticas públicas activas.
MP: Y en relación con el entramado científico, ¿cómo es el vínculo con los proveedores mineros?
MB: El INTI e IRAM siempre estuvieron muy predispuestos a trabajar con el sector minero. El CONICET tiene grandes profesionales, que saben un montón, pero cuesta mucho que lleven a la práctica las necesidades del mercado, los tiempos y los costos en los que se necesita el producto. Además, tienen honorarios, lo cual está bien, pero que también están alejados del mercado. Quizás por el costo total puedo comprar el insumo en Europa y traerlo. Y la realidad es que si las empresas no entran al mercado, por más CONICET, INTI, IRAM o gobierno que haya, no va a funcionar. Esa es mi experiencia personal.
Otra cuestión son las certificaciones. Desde CAPMIN siempre fomentamos el desarrollo de bienes certificados en Argentina no sólo con el IRAM y el INTI, sino también con empresas internacionales, que son las que usa la minería. Por ejemplo, tenemos un acuerdo para certificar proveedores argentinos en Aquiles, una empresa europea que hace todo lo que es la certificación de calidad de los proveedores a nivel mundial, para minería y petróleo. Entonces cuando venga la empresa australiana o la europea a construir una mina de cobre, vamos a tener el sello internacional y no sólo el nacional, que ellos todavía no conocen. Hay mucho trabajo para hacer con los organismos tanto locales como internacionales.
MP: Por último, y para completar este panorama que nos venís ilustrando, ¿cómo evaluás la dicotomía entre minería y ambientalismo?
MB: Creo que se puede hacer minería correctamente, bien hecha. El principal productor minero del mundo es Australia, y no es un país con estándares ambientales bajos. A nivel nacional, Alumbrera operó 25 años y no cambió sustancialmente la vida de los catamarqueños. Aguilar en Jujuy está operando hace 100 años y la gente vive aguas abajo en toda la quebrada de Humahuaca sin ningún indicio de que en esos años haya cambiado la situación. Después, te puede gustar o no el método, pero es el mismo que se usa en todas partes del mundo.
Hay dos discusiones en términos ambientales. Una es la del agua, que es simple, porque la minería no consume mucha agua. El gran consumidor de agua para procesos productivos es el agro, con el 75-80%. La industria consume un porcentaje importante, y la minería y el petróleo sólo el 1-3%. Después está la discusión del proceso de los químicos, que es lo que a la gente le da miedo. Hubo accidentes y errores graves en algunas mineras, en las que se hizo todo mal. Si vos haces todo mal, sí vas a contaminar. Creo que se puede hacer minería con un manejo correcto de los químicos.
El ambientalismo siempre se va a oponer, por ideología quizás, a las producciones que son a niveles industriales y en especial que son hechas por capital extranjero. Porque si el capital fuese argentino también se enojarían, pero menos. La realidad es que nosotros no tenemos en Argentina ese capital, así que bienvenidas sean las inversiones del extranjero, así como hay empresas argentinas que invierten en otros países. Me parece que es más un tema ideológico que real. Después hay que hacer las cosas bien, tratar de minimizar los accidentes.
Por Rodrigo Guzzanti y Federico Franzese