Manifiesto por un Industrialismo del Siglo XXI

Manifiesto por un Industrialismo del Siglo XXI
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El presente manifiesto fue leído el 4 de junio de 2025 ante más de 600 personas, en el Congreso Productivo para el Desarrollo, organizado por Misión Productiva en la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA. A continuación presentamos una versión adaptada para su lectura:

Desde Misión Productiva organizamos el Congreso Productivo para el Desarrollo con tres premisas: una convicción, una advertencia, y un llamado a la acción.

La convicción es clara: Argentina necesita reconstruir una estrategia de desarrollo para mejorar la calidad de vida de su población, y esa estrategia tiene que tener a la industria como motor y actor clave. 

No es el único motor, pero si es un motor necesario. Y queremos construir un consenso en torno a ello. La industria representa el 20% del PBI de nuestro país, más 2 millones y medio de puestos de trabajo con salarios por encima de la media, la mayor parte del gasto en innovación y desarrollo del sector privado, el 57% de las exportaciones de bienes y servicios, y posee los efectos multiplicadores en empleo más altos de la economía.

Hoy está claro que hay otros sectores que también son claves para nuestra estrategia de desarrollo: los hidrocarburos, la minería, el agro, los servicios basados en el conocimiento, el turismo, entre otros. Sobre esos sectores, pareciera haber acuerdo entre los distintos espacios políticos de la necesidad de su desarrollo. Pero sobre la industria no: sigue habiendo quienes consideran que no es preocupante desindustrializar el país, o incluso que es un camino necesario y deseable.

Queremos reforzar también que para construir esa estrategia con la industria como actor central, necesitamos renovar y mejorar la forma bajo la cual se hizo política productiva en este país durante los últimos años. 

El mundo muestra, más que nunca, que la buena política productiva es la que explica los avances tecnológicos y productivos más importantes, que generan mejores empleos. El avance de China se basó en política productiva, y la respuesta de Occidente también la tiene en el centro de sus programas económicos. 

Esto no implica justificar cualquier tipo de política industrial ciegamente. No implica sostener regímenes o intervenciones sin evaluar, recalibrar, rediseñar, repensar. Pero bajo ningún punto de vista creer que “la mejor política industrial es la que no se hace”, como esgrimen desde tribunas liberales. 

En ese sentido, queremos plantear una advertencia: el debate industrial argentino sigue atrapado entre dos visiones del Siglo XX.

Por un lado, la idea de que la industria ya fue. Que es cosa del pasado, que es ineficiente, que está basada en prebendas, que no tiene lugar en el país, que hay que enfocarse solo en los sectores con ventajas comparativas, en los recursos naturales. Que la ciencia no importa, y que por consiguiente el financiamiento del aparato científico-tecnológico no es una inversión sino un gasto innecesario. Que la pérdida de capacidades productivas no es un problema, sino que es un proceso de mejora de eficiencia. Que da lo mismo producir trigo que maquinaria agrícola, medicamentos, o semiconductores. 

Por el otro, una visión que cree que alcanza solo con volver a fórmulas del pasado: más protección y más subsidios. Un modelo donde pareciera que todo puede y debe ser producido internamente, sin importar si esa producción es sustentable o no, donde sólo se ponderan los beneficios de la protección y nunca los costos, donde muchas veces exportar es mala palabra, en la cual se promueve una rivalidad entre la industria y otros sectores como el agro, la energía y la minería.

Ambas visiones están agotadas. 

No por motivos ideológicos, sino por lo que nos muestra el mundo y, sobre todo, por la experiencia acumulada en nuestro país.

La Argentina ya probó una y otra. Y ni la sustitución de importaciones acrítica ni el abandono productivo trajeron desarrollo sostenido. Ninguna de las dos posturas nos lleva hacia el desarrollo y mejores empleos.

Sabemos que no se puede producir todo.

Sabemos que los recursos fiscales son escasos y las capacidades estatales limitadas, por lo que hay que ser más eficiente cuando se hace política industrial.

Sabemos que necesitamos exportar cereales, oleaginosas, minerales, gas y petróleo. Y que exportar recursos primarios no es algo malo per se.

Sabemos también que solo con recursos naturales no se construye un país justo, con empleo de calidad y que incluya a los 48 millones de habitantes. Que la industria juega un rol clave para ello.

Sabemos que sin eficiencia, sin productividad, sin innovación y sin inserción internacional, la industria no es viable ni sostenible.

Pero sabemos también que sin industria, no hay camino al desarrollo. Y sin políticas productivas, no hay industria. No alcanza con la macro y las fuerzas libres del mercado. Son las buenas políticas productivas las que definen una estructura productiva más compleja, más densa y, por ende, con mejores empleos.

Por eso, desde Misión Productiva proponemos una nueva posición: Un industrialismo del siglo XXI que no repita esquemas fallidos, ni se resigne a la idea de que la industria es cosa del pasado.

  • Que entienda es necesaria la política industrial, pero hay mucho para mejorar de lo que se hizo durante las primeras décadas de este siglo.
  • Que reconozca los cambios tecnológicos, que entienda que la innovación es un eje central, y que busque permanentemente el aumento de la productividad.
  • Que seleccione prioridades, identifique sectores estratégicos, y evalúe y redefina las políticas productivas. Que no mire para el costado cuando algo no funciona, que entienda que la protección no puede ser infinita, y que las políticas tienen que tener metas, objetivos, temporalidad y exigencias.

Y que se base también en una premisa clara:
la estabilidad macroeconómica es necesaria y es un valor, pero no alcanza.

Podemos ordenar precios relativos, equilibrar las cuentas fiscales, bajar la inflación y aún así seguir estancados como sociedad si no se mejoran las capacidades productivas. Sobran ejemplos en la región de países con la macro ordenada pero que lejos están de ser desarrollados, ni van camino a serlo. La discusión sobre la estructura productiva no puede ser dejada de lado.

Y peor aún: si la estabilización se hace a costa del tejido productivo, el daño es profundo y persistente, como hoy estamos viendo en gran parte de la industria.

Las capacidades industriales, tecnológicas y laborales se destruyen rápido y se reconstruyen lento, o se pierden para siempre.
Cerrar una planta, desmantelar una línea, perder científicos y técnicos calificados, abandonar un desarrollo tecnológico: eso no se recupera solo con estabilizar la macro.

Por eso decimos con claridad:
No hay un camino al desarrollo, y por lo tanto, a una mejora de la calidad de vida sostenida sin política productiva.
Y no hay política productiva viable si no se la piensa con seriedad y profundidad técnica.

Este manifiesto se plantea, como un llamado a la acción concreta y colectiva. Desde nuestro humilde lugar, llamamos a los diversos actores a trabajar por la industria:

👉 A la política en general, le pedimos que deje atrás la lógica del péndulo y apueste a una política industrial consistente, acordada, con reglas, instrumentos y objetivos. La industria tiene que ser política de Estado, como lo es en los principales países del mundo.
Porque sin política productiva, el país no se desarrolla. Pero sin consenso político, la política productiva no dura.

👉 Al gobierno nacional, que no menosprecie la industria. Que entienda que las capacidades industriales que se destruyen implican un daño a largo plazo. Que, si bien muchas políticas productivas merecen revisión, la parálisis no es la solución. Y que el ajuste en varias agendas, como el caso paradigmático de los recortes en ciencia y tecnología, ponen en jaque décadas de acumulación de capacidades que nos posicionan como un país destacado a nivel regional en muchos sectores.

Además, menospreciar la industria conspira contra los objetivos que el gobierno dice defender, de que la economía crezca, genere empleo y baje la pobreza.

👉 A las provincias, que continúen profundizando su agenda de desarrollo productivo. Numerosas provincias están desplegando políticas productivas, y está claro que hay un espacio enorme para que la política industrial sea federal. Hace falta pensar estrategias regionales, sistemas locales de innovación, cadenas de valor territoriales, y cómo la industria puede agregar valor a las actividades primarias, tanto industrializando los productos primarios como desarrollando proveedores.

👉 A los sindicatos, los invitamos a la construcción del futuro conjunto.
El desafío no es solo defender lo existente, sino participar activamente en la transformación del trabajo. Capacitación, participación en la agenda tecnológica y ser protagonistas de la industria que se viene.
Una industria más moderna y más inclusiva necesita de los trabajadores organizados como actores estratégicos. Hay muchos casos de colaboración virtuosa entre los sindicatos y las empresas, y es necesario multiplicarlas.

👉 A la academia, las universidades y al sistema científico-tecnológico, les pedimos formación, investigación aplicada, y profundizar su vinculación con el sistema productivo.
No hay industria sin tecnología, ni tecnología sin capacidades humanas. Y, desde ya, acompañamos su desesperado reclamo por más financiamiento público.

👉 A los empresarios, les proponemos pensar en grande.
Entendemos la incertidumbre y las dificultades de Argentina. Pero también sabemos que el desarrollo no puede hacerse sin una apuesta de los empresarios a largo plazo.

Necesitamos que las agendas de las gremiales empresarias sean ofensivas, piensen en la innovación, en la exportación, en la productividad, en la inversión.  Necesitamos que levanten la voz en temas que son claves para pensar en un camino hacia el desarrollo, como la defensa del aparato científico tecnológico. Necesitamos que los empresarios sean parte de esta nueva política industrial, y nos ayuden a elevar la vara.

Y finalmente, 👉 a todas y todos, les proponemos construir juntos esta nueva agenda. Una agenda que no romantice el pasado y tampoco renuncie al futuro.
Que entienda que la industria no es el único camino al desarrollo, pero sin industria, no hay camino posible.

Lo hacemos desde nuestro humilde lugar de profesionales que estamos convencidos que Argentina puede ser un país más justo, con más empleo y mejor calidad de vida si tiene una estrategia productiva consistente y sostenida en el tiempo. Y que necesita mirada técnica y vocación política.

Desde Misión Productiva no venimos a imponer un modelo cerrado.
Venimos a abrir una conversación.
A construir, colectivamente, un nuevo horizonte.

Porque el desarrollo no es espontáneo, ni neutral, ni automático. Se planifica. Se coordina. Se impulsa.

Desde Misión Productiva estamos a disposición para acercarnos a debatir y repensar con quienes quieran construir una alternativa, y los invitamos a todos a hacerlo con nosotros.

Muchas Gracias.