MISIÓN PRODUCTIVA: Para empezar, te invitamos a presentarte y a contar sobre Fracking Design. ¿Cómo es la empresa?
ORNELLA BASILOTTA: La lideramos tres hermanas: además de mí, Carla y Mora Basilotta. Somos una firma certificada como Empresa B de economía circular y triple impacto: ambiental, social y económico, que nació en 2018. Nos dedicamos a la fabricación de accesorios premium a partir del reciclado de big bags (bolsas de arpillera) de arena. Empezamos reciclando las que descartan las petroleras en Vaca muerta y hoy estamos trabajando también con las de otras industrias.
Nuestro propósito principal es mitigar la huella de carbono evitando que este material se queme o termine en un relleno sanitario, pero también fomentamos el trabajo justo y la inclusión laboral. Toda la cadena de valor está atravesada por cooperativas y unidades productivas que abarcan desde Neuquén, donde arranca la separación del residuo, hasta Buenos Aires, donde terminamos de confeccionarlo. Actualmente trabajamos full time con un equipo de 10 personas, y a lo largo del proceso productivo se involucran 45 personas en total.
Manejamos dos unidades de negocio. Por un lado, el business-to-consumer (B2C), el posicionamiento de la marca de moda a través de e-commerce y de distintas tiendas de diseño como MALBA o Alparamis. Por otro, el canal corporativo, business-to-business (B2B), a partir del cual desarrollamos productos para las empresas o los clientes que nos convocan. A la vez, este canal corporativo se divide en dos: la compra directa por parte de las empresas del producto de Fracking Design, un material que nosotros ya tenemos y procesamos; y acciones de economía circular con los residuos de la misma empresa que nos convoca. Esto último es lo que me resulta más divertido, creo que es una forma más creativa del servicio de gestión del residuo.
MP: ¿Cómo nació Fracking Design y cómo se les ocurrió empezar a trabajar con las big bags?
OB: Veníamos trabajando en la industria de la moda desde 2007. Fundamos, primero, TodoTrapo, firma con la cual hacíamos el terminado del producto para empresas de moda. Logramos un gran equipo de producción y trabajábamos para empresas muy grandes. En 2009 nació Basilotta, una marca de indumentaria tradicional que fundamos con mis hermanas. Basilotta fue creciendo bastante: empezamos un showroom en Palermo, abrimos nuestro primer local, y llegamos a tener tres locales propios y cinco franquicias.
La marca fue creciendo pero también la industria se fue transformando: pasamos de hacer diseño de autor a competir con grandes marcas del fast fashion. Empezamos a sentir que teníamos mucha competencia, no estábamos conformes y teníamos la necesidad de cambiar. Entonces, con la idea de incluir fibras naturales a la marca, decidí ir a Neuquén en busca de mohair. En ese viaje tuve la oportunidad de conocer una planta tratadora de residuos petroleros. Ahí estaban las big bags. Yo venía buscando un material disruptivo para Basilotta y vi ese material como si fuera tela. Para mí la crisis profesional que estaba transitando me hizo, quizás, poder ver eso con otra perspectiva, verlo como una materia prima. Así nació la primera idea de Fracking Design, en septiembre de 2018, en ese viaje a Neuquén.
Primero pensamos que podía ser una línea de accesorios dentro de Basilotta, pero le pusimos tanto énfasis que ya no teníamos más ganas de hacer ropa. Así que decidimos cambiar todo el modelo de negocio. Ya teníamos un gran equipo de recursos humanos, algo clave para la nueva marca, y una cartera de clientes. Para probar si estos clientes iban a ser compradores del nuevo producto, hicimos un MVP, una línea de prueba. Visitamos distintas provincias, convocábamos a los clientes en los hoteles, vendíamos la última colección de Basilotta y presentábamos esta nueva línea. Fue como una ronda de capital: levantamos capital genuino con la preventa de los productos para arrancar Fracking Design como una marca de cero, con capital propio.
MP: ¿Cómo se acercaron a las petroleras que descartaban esas bolsas? ¿Pudieron lograr algún acuerdo o vínculo institucional?
OB: No fue tan fácil porque era una industria que no conocíamos. Nosotras veníamos de la industria de la moda. Además el material que queríamos llevarnos estaba asignado por contrato a una tratadora que gestiona ese residuo. No te podés llevar el material así nomás. Entonces hicimos toda una gestión. Primero nos pusimos a estudiar. Fuimos a la UCA, hicimos un programa de desarrollo de ambiente y sostenibilidad que nos sirvió muchísimo porque se estudia el tema desde distintos ámbitos: desde lo político, lo comercial, el diseño; es un panorama muy amplio. Después hicimos una gestión con las operadoras y las areneras que descartaban este residuo para que lo separen en origen y evitar que se mezcle con otros residuos que van a las tratadoras. Todo esto nos llevó un año. Y además nos reuníamos con las empresas y con sus ingenieros de ambiente, que son muy comprometidos con su trabajo, en una industria a la vez muy cuestionada.
MP: Y una vez que tuvieron esa materia prima, ¿cuáles fueron los desafíos técnicos que enfrentaron? ¿Cómo es el proceso de transformación para llegar al producto terminado?
OB: Primero empezamos a ensayar con el material, probamos distintos procesos para transformarlo en tela y lo llevamos al INTI para hacer ensayos de resistencia, durabilidad, impermeabilidad, fricción, para ver si era viable lo que queríamos hacer. Queríamos vender carteras de calidad premium, de esas que duran para siempre. Como no teníamos tiempo para medir esta durabilidad, teníamos que hacer estos ensayos.
Y logramos un proceso. Primero se desarma la bolsa, se lava, pasa a un proceso textil que lleva calor y bobinas hasta lograr rollos de 20 o 30 metros, con los cuales fabricamos nuestra propia materia prima, que también nos permite trabajar la escala; y luego se elaboran los productos. Algunos de estos productos los combinamos con cuero de descarte, que es un cuero curtido vegetal. No usamos ecocueros porque provienen del petróleo y porque tienen una vida útil muy corta, lo que no es compatible con nuestro propósito. Y creemos que el cuero tiene ADN argentino, es algo que representa muy bien a nuestro país y es un material noble, de mucha durabilidad. Después tenemos una línea vegana fabricada 100% con el material de las big bags.
MP: ¿Dónde hacen todo este proceso de producción? Comentaste que arranca en Neuquén y termina en Buenos Aires.
OB: Nuestra cadena de producción es muy transversal. Está en su mayor parte tercerizada. Tenemos tres unidades productivas de lavado donde empieza la primera parte de la cadena, donde se desarma y se lava el bolsón. Luego el material viaja a Buenos Aires y se lo transforma en rollos: se hacen los bobinados, pasan por planchas y se van enroscando. Luego tenemos una fábrica donde clasificamos los bolsones respetando sus dibujos. Y después tenemos un taller interno, un laboratorio que nos permite desarrollar prototipos en poco tiempo, muestras para clientes; y también hacemos algunas producciones internas. El resto de la producción se hace en cooperativas, talleres constituidos por pocas personas, quizás un matrimonio que trabaja en su casa. La mayoría trabajan con nosotros desde hace cinco años.
Parte de nuestro propósito como empresa, además de mitigar la huella de carbono, es también el trabajo justo, nacional y local. Creo que el oficio de la marroquinería se está perdiendo, entonces es difícil encontrar un taller legalmente constituido que además sepa trabajar el cuero y tenga predisposición para trabajar nuestro material. Por eso también capacitamos a muchas de esas personas para lograr el producto que queremos y que esa persona sea parte del equipo.
Nuestra empresa es una fusión entre el textil, que es la experiencia que traíamos, y la marroquinería, que la fuimos aprendiendo. Entonces usamos máquinas de los dos ámbitos. Los talleres que trabajan con nosotros se fueron adaptando a esa modalidad y ya saben qué tipo de máquina usar, cómo tratar el material, qué hilos necesitamos. Esto es parte de la evolución de la empresa y también viene de la experiencia de la empresa anterior, que nos dio una ventaja al empezar otra firma de cero.
MP: En cuanto al impacto ambiental, ¿tienen algún cálculo de su huella de carbono?
OB: Medimos la cantidad de plástico reciclado en metros lineales transformados en dióxido de carbono equivalente que evitamos que se queme. Esa medición la pudimos hacer en la primera tratadora que visitamos, donde nos permitieron hacer ensayos de quema en sus hornos. Medimos también la cantidad de personas involucradas en el proceso productivo. Y compensamos la huella de carbono en la logística, que hacemos a través de Cabify, una empresa que compensa la huella y nos permite tener el informe anual. Hasta el momento llevamos reciclados más de 39.200 metros de arpillera plástica, que equivale a 107.871 kg de dióxido de carbono equivalente (CO2eq) que evitamos que se queme.
Permanentemente vamos midiendo cosas nuevas. Por ejemplo, este año estuvimos dando muchas charlas en universidades, colegios, empresas. Esto también es parte del propósito ambiental, porque el objetivo de estas charlas –que hacemos de manera gratuita– es viralizar el mensaje, concientizar. Entonces también las medimos. Son métricas paralelas, que quizás no son parte del negocio, pero sí comparten el propósito.
Además, este año nos asociamos con Clean Hub, una organización que se dedica a limpiar los océanos. Nos comprometimos a sacar 2.000 kilos de plástico del mar en un año. En este caso ocurre lo mismo: es parte de nuestro propósito ambiental, pero no hace al negocio. Estamos siempre tratando de mejorar, de levantar la vara de lo que podemos hacer.
MP: En línea con esto del impacto ambiental, ¿qué significa que sean una empresa de triple impacto?
OB: Las empresas de triple impacto tienen un propósito ambiental y social, además del económico. Nuestro impacto ambiental es recuperar el material, el social tiene que ver con toda la cadena productiva, y el económico con lo que vendemos. Cuanto más vendemos, más plástico vamos a reciclar y más personas se van a involucrar en el proceso. La diferencia de este tipo de empresas con otras es que el compromiso ambiental crece en paralelo al negocio. No se trata de responsabilidad empresaria. Es parte del negocio, no es forzado, no se trata de hacer una donación, por ejemplo. Las ventas se traducen en cantidad de plástico que necesitamos para trabajar y en cantidad de personas que necesitamos para coser: es un círculo que va creciendo solo. Y, al ser una Empresa B, este propósito se vuelca en el estatuto y cada tres años se rectifica, siempre renovando el mismo compromiso.
MP: En línea con lo que mencionabas de las charlas en universidades, entendemos que las empresas articulan con actores que trabajan sobre el desarrollo sostenible para sensibilizar o concientizar o acompañar distintos procesos de reciclado, tal vez en otras industrias o a través de universidades o algún tipo de actor de la sociedad civil. ¿Cómo se involucran con eso?
OB: Articulamos con muchas empresas que tienen el mismo interés. Por ejemplo, hay una que descarta 700 bolsones mensuales porque vende azúcar, que es parte de su materia prima, entonces hacemos alianzas con ellos: reciclamos los bolsones y los transformamos en alguna necesidad. Las empresas siempre necesitan comprar algo. Funcionamos como una agencia creativa externa o como un departamento operativo externo de esas empresas, ofrecemos un servicio de transformación del residuo.
También articulamos con las universidades y colegios. Tenemos una red muy grande que va creciendo año a año por participar en este tipo de eventos o dar estas charlas. La red del emprendedor siempre te da y te ayuda a crecer, pero uno le tiene que devolver de otra manera. Entonces estamos a disposición para dar charlas o para lo que se necesite.
Articulamos mucho más con el sector privado y con universidades, colegios u ONG que con el sector público. Para mí el verdadero cambio viene del sector privado. Las pymes representan el 70% de la matriz productiva en nuestro país. Entonces, a partir de estas charlas se siembra una curiosidad, una necesidad de cambio, o un futuro consumidor que reclama cambios en las empresas. Estás activando un motor de cambio superimportante.
MP: Viendo que es creciente la preocupación por el ambiente y la sustentabilidad de las empresas, no sólo a nivel nacional sino sobre todo a nivel internacional, ¿tienen perspectivas o han tenido contacto con el mercado internacional?
OB: Sí, tenemos un objetivo de expansión a corto plazo. Este año empezamos a trabajar en un plan de internacionalización porque tuvimos demanda genuina del mercado externo, sobre todo de Estados Unidos. Lo estamos haciendo a través de un partner, alguien que conoce la cultura del lugar, para poder evolucionar más rápido en la expansión. Esperamos poder cumplir este objetivo lo antes posible. También entendemos que, si Fracking Design funciona en una economía recesiva como la nuestra, va a funcionar mejor en un mercado más grande, con más consumo. Pero hay que entender la cultura del consumidor, hay que entender si hay realmente interés en productos sustentables.
Nuestros productos hacen tangibles los valores de las personas que nos eligen. Creo que la gente que compra nuestros productos lleva la bandera del reciclaje y el producto es la excusa. En economías más estables la gente se empieza a preocupar por esas cosas. Lo vemos mucho por ejemplo en la Bioferia, el evento más grande de sustentabilidad en Latinoamérica. Este mercado en Latinoamérica se activó después de la pandemia, porque se puso en primera plana en los diarios la crisis ambiental que estamos viviendo. Sumando el europeo u otros mucho más desarrollados, son 100 millones de personas.
MP: Además de la Bioferia, ¿qué otros espacios de encuentro, foros, o eventos de vinculación tienen desde el sector, o en cuáles participan?
OB: Muchos de esos espacios nacen con esta red de emprendedores que te contaba antes. Por ejemplo hay uno que se llama Green Drinks, un encuentro una vez por mes en el que las empresas hablan de sustentabilidad y se debaten este tipo de temas. Hay otro encuentro que a mí me encanta que se hace en Purmamarca. Es una semana de septiembre, todos los años. Es un encuentro que no tiene agenda, se difunde sólo de boca en boca y se generan conversaciones profundas sobre el medio ambiente y la tierra. También hay un grupo que se llama Mayma, que se dedica a acelerar proyectos de impacto en su etapa inicial y hacen encuentros mensuales. Cada vez hay más eventos de este tipo. Para mí ese networking es clave para mantener tu proyecto vigente porque la sustentabilidad es muy dinámica: lo que hoy es sustentable quizás no lo es mañana, no te podés quedar haciendo lo que hacías hace cinco años porque la tecnología avanza.
MP: Aparte del plan de internacionalización que comentabas, ¿qué planes tienen para la empresa a futuro?
OB: Ahora estamos trabajando fuerte en la expansión y en el canal de internacionalización, en las dos unidades de negocios, con nuevas líneas y nuevos procesos productivos internos. Este año queríamos mudarnos y agrandar el taller, incorporando algunas máquinas; era un plan que iba en paralelo con el proyecto de expandirnos, porque podíamos controlar más la producción y los tiempos de entrega. Pero, como fue un año medio raro, decidimos esperar al que viene. Es un momento de esperar que se acomoden las cosas, sobre todo los alquileres.
MP: ¿Qué consejos les darías, ya con cinco años de trayectoria, a otras empresas que estén buscando alinearse productivamente?
OB: Mi consejo es que incorporen la sustentabilidad en los procesos productivos para mantenerse vigentes en el mercado, porque no hay innovación si no hay un impacto que la acompañe. Si no tenés un impacto positivo tanto en lo ambiental como en lo social, el proyecto no va a sostenerse en el tiempo porque en el futuro no va a tener valor, no se va a consumir.
Creo que ya hay una transformación en muchas empresas, quizás muy tradicionales. Por ejemplo, las alimenticias están incorporando productos sin gluten, veganos. Es algo que la sociedad está exigiendo. Pero a la vez la gente descree de las empresas grandes. Yo digo que hay que acompañar esos cambios, porque quizás esa empresa hoy tiene un producto o dos, y en un futuro será toda la línea. Antes, hace cinco años, la sustentabilidad era de un microemprendedor que llegaba a algún negocio de algún barrio. Está bueno que esté al alcance de todo el mundo. Yo creo profundamente en eso: en acompañar todos los cambios.
Por Sofía Milani y Valentín Benitez