Diálogo Productivo con Guillermina Esmoris

Diálogo Productivo con Guillermina Esmoris
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MISIÓN PRODUCTIVA: ¿Cómo nació Yumba, cómo fue tomando forma este proyecto?

GUILLERMINA ESMORIS: El proyecto de Yumba nació en 2018, cuando comencé a tomar clases de contrabajo en el Conservatorio de Música de Bahía Blanca. En la primera clase el profesor me dijo que antes de tocar siempre tenía que pasarle resina a las cerdas del arco, porque sin ese producto los instrumentos de cuerda frotada (los que llevan arco) no suenan. Me puse a investigar y vi que todas las resinas que había en el mercado argentino eran importadas y muy costosas, salvo las de origen chino, que eran de pésima calidad. Entonces empecé a identificar un problema de costo y de calidad de acceso, sobre todo para los estudiantes.

Mientras investigaba me encontré con un documental de Horacio Cabarcos, uno de los mejores contrabajistas del tango argentino. En ese documental él mostraba cómo hacía su propia resina en el patio de su casa, de una manera muy artesanal. Ahí me convencí de que yo también podía hacerla. Y empecé a fantasear con esta idea de tener una marca. Ya me imaginaba que se podía llamar Yumba, pensando en la historia del tango y vinculándola con la historia del país: “La yumba” es el hit de la década del 40 y coincide con una sociedad industrial, con una nueva clase trabajadora que los fines de semana llena las milongas y los clubes para bailar un tango novedoso para la época, porque era alegre. Es un tango que revoluciona la época, se vuelve una novedad y da lugar al tango bailable, el de las orquestas.

Tenía toda la parte conceptual de la empresa, pero faltaba el producto. Entonces empecé a probar fórmulas en una latita de tomate en la cocina de mi casa, sin mucho conocimiento. Yo vengo del ámbito de las ciencias sociales y la metodología siempre la vi aplicada a ese tipo de ciencias. Me sirvió ser metódica, ir anotando, observar. Me comuniqué con ingenieros químicos, que me decían que tenía que probar porque no había antecedentes de este tipo de producto. Así que hice eso, y fui llevando los resultados a la Orquesta Sinfónica Provincial de Bahía Blanca y al Conservatorio. Los músicos me iban indicando qué les parecía. Fui descubriendo lo importante que era el producto para el sonido de los instrumentos y también fui comparando mi resina con las importadas.

En ese momento yo no tenía trabajo y mi mamá fue mi primera inversora. Así pude contratar a una diseñadora. El diseño para mí es fundamental: por mi formación, la comunicación y la identidad de la marca tienen un rol muy importante, no solamente desde lo conceptual, sino también en el sentido de cómo comunicar, desde el nombre, desde el logo, desde la primera impresión.

Estos fueron los primeros pasos de Yumba. Primero publiqué la marca y las primeras fotos de las resinas en un grupo de contrabajistas de Argentina en Facebook. El impacto fue muy grande. La cantidad de pedidos superó mi capacidad de producción. Ahí me di cuenta de que el producto también tenía que exportarse. Al poco tiempo abrí una página de Instagram y recibí la primera demanda del exterior, de una empresa de Barcelona; este fue el primer lugar al que exporté, a un año de haber empezado las pruebas con la latita de tomate en mi casa.

El proceso del nacimiento de la empresa se dio en dos instancias. Primero, la inversión de mi mamá claramente no alcanzaba para pensar en una producción de mediana o gran escala. Entonces me acerqué al Club de Emprendedores de Bahía Blanca, que funcionaba bajo la órbita municipal como parte de la Ley de Emprendedores. Fue un lugar muy importante para mí: me ayudaron a hacer un plan de negocios, a pensar cosas como el precio y la cadena de intermediarios que había que tener en cuenta. Además allí me sugirieron que me postulara al Fondo Semilla del Ministerio de Producción, que me fue asignado. Con eso pude invertir en el diseño y la producción de los moldes. Muchas veces se dice que el ámbito del emprendedurismo es muy meritocrático y muy individualista, y la verdad es que no es así. Es una experiencia que requiere de mucho nodo, de mucha red, de mucho contacto.

La segunda instancia fue la inversión en la página web y en la estética de la marca, pensando ya en una idea un poco más global, en la posibilidad de exportar. En ese momento surgió Exporta Simple, un régimen simplificado de exportación que me permitió formalizar exportaciones que no eran las de los containers del puerto. Este tipo de exportaciones, que no inciden en la estructura económica del país, muchas veces no cuentan con acompañamiento. Y en realidad tienen un valor cultural muy grande: en general son de emprendimientos, de pymes, de pequeños productos que quizás no inciden en la balanza comercial pero sí tienen mucho valor agregado. Y para muchos es una salida laboral, es la posibilidad de tener una pequeña empresa. Eso hace que valga la pena.

También tuve el apoyo de la Cancillería. Hicimos muchos trabajos de articulación con embajadas y consulados, que son actores muy importantes para este tipo de productos, porque viajar a otro lado requiere de una inversión muy grande. Por ejemplo, le acerqué a la embajada de Japón una lista de posibles compradores y ellos los llamaron, uno por uno. Consiguieron dos clientes que Yumba todavía conserva. Hicimos también una actividad similar a través del Programa Desafío Exportador, de la Agencia Argentina de Inversiones y Comercio Internacional y el área de COMEX de la PBA. Con ese programa pudimos entrar en Canadá y en México. El mercado mexicano es muy interesante porque es muy grande y a la vez es muy complejo. La teoría dice que es mejor empezar exportando a los países de la región, pero mi experiencia me dice que no, que cuanto más lejos mejor. Mis principales clientes están en Estados Unidos, Europa, Asia. Comercializar en la región es muy complicado, implica otro tipo de energía y de desgaste.

MP: En cuanto a las exportaciones, ¿la producción de Yumba lleva certificaciones? ¿Y por qué resultó tan complejo el mercado regional?

GE: La exigencia de certificaciones depende de cada producto en particular: si es alimento, si es cosmética, si es de contacto humano o no. En mi caso, por el tipo de producto, no requería certificaciones, que es un tema muy complejo, muy burocrático. Es necesario agilizar y digitalizar procesos en todo lo que es habilitación y certificación. Exporta Simple, por ejemplo, fue una herramienta digital muy importante. Me parece que hay que tener en cuenta la digitalización y el uso de la tecnología para agilizar los procesos y la mirada del comercio internacional. También es primordial la estabilización de la economía. Todos los argentinos lo necesitamos, pero quienes tenemos unidades productivas mucho más.

Y en cuanto al mercado regional, es complejo porque tienen muchos impuestos, muchas trabas arancelarias y burocráticas. Ocurre que se hace un envío a Corea y llega perfectamente sin ningún problema en una semana, es todo muy rápido. Hacemos lo mismo a Uruguay y se traba, entran un montón de cargas impositivas que hacen que se infle el precio del producto. Hace falta una mirada especial sobre esto, que tiene que ver con otra dinámica del mundo, con la posibilidad de comercializar o promocionar los productos a través de las redes sociales, y de enviarlos vía aérea. Se trata de todo un cambio sobre las relaciones comerciales.

MP: ¿Qué herramientas considerás que todavía falta implementar para apoyar a los nuevos emprendimientos, además de la facilitación en la exportación?

GE: Hay que estabilizar la macroeconomía, hay que levantar el cepo cambiario de una manera gradual, controlada. Yo diría que eso es lo mejor que podría hacer la política para empezar, porque tener una economía tan inestable y con tantas variables complejas como la que tenemos claramente no ayuda. Pertenezco a una generación de empresarios que nunca trabajó sin cepo y sin inflación, no sabemos cómo es trabajar con previsibilidad y estabilidad económica. Esto del gradualismo y de ver cómo resolverlo es importante porque sacarlo y volver a ponerlo en unos meses habla de un fracaso. Con acompañamiento y con un Estado eficiente y presente, lo que hace falta se va resolviendo.

Otro tema que necesita foco es la contratación de empleo, que suele ser una dificultad para las pymes, y ni hablar para los emprendimientos. Cuando hay que dar ese paso es el miedo total al abismo. Yo estaba en esa situación. Después de la pandemia, el emprendimiento empezó a recuperarse y a sumar demanda nueva. Esto me desbordó porque yo estaba trabajando sola, hacía todo. Pasé del problema de no vender nada al problema del crecimiento de golpe.

Decidí delegarle la producción a una cooperativa de trabajo, liderada por mujeres, que funciona en Villa Lugano. Se llama Maleza y produce cosmética orgánica. Yo escuché una nota que les hicieron en la radio y les propuse hacer una línea de limpiadores, una especie de cosmética para violín. Estaba muy convencida de lo que estaba haciendo porque el proyecto estaba cobrando otra impronta. Más que la fórmula de la resina, siempre se trató de la fórmula de crear una empresa que exporte y que promueva nuevas formas de articulación.

La cooperativa está conformada por 46 mujeres y algunos varones provenientes en su mayoría de la Villa 20, que estudiaron en una escuela con orientación en química. Entonces tenían experiencia en manipular productos químicos y además habían trabajado con Toyota aprendiendo procesos de gestión desde la producción. Fui, me instalé una semana, las capacité, les enseñé cómo era la producción y cómo tenía que quedar, y cuáles eran los estándares de calidad. La verdad que es lo mejor que le pudo pasar a Yumba. Fue un win win: para ellas, porque se sumaron a la producción de una empresa que exporta; para la empresa, porque pudieron asegurarse condiciones de calidad. Y para mí también: pude dedicarme a ordenar la empresa. Finalmente desarrollamos esos productos de limpieza y mantenimiento, que quedaron con muy buena calidad. Y los desarrollamos de manera cooperativa: compartimos su rentabilidad.

MP: Hablando sobre tu experiencia de emprender y exportar viniendo de una formación en ciencias sociales y de estos espacios de aprendizaje como el Club de Emprendedores, ¿seguiste formándote a lo largo del tiempo?

GE: Sí, necesariamente. Todos los emprendedores aportamos nuestra experiencia. En mi caso, fui llevando los avances con el tema de la exportación al Club de Emprendedores, que no tenía este conocimiento. Yumba despegó en 2019 y a comienzos de 2020 cayó la pandemia: fue una parálisis total que duró casi dos años. En ese momento empecé a trabajar en el Puerto de Bahía Blanca, en la creación de un área de Innovación. Además, el Ministerio de Desarrollo Productivo y la Subsecretaría de Economía del Conocimiento estaban dictando una diplomatura en Innovación Abierta, que amplió mis conocimientos a la posibilidad de aplicar la tecnología a soluciones a problemas, en este caso portuarios. Desde el Puerto (bajo la presidencia de Federico Susbielles) se creó una aceleradora: Smartport Lab, la primera del país en el ámbito portuario. Esto abrió muchísimo el abanico para mí, de golpe todo tuvo otra proyección. Empecé a vincular el recorrido que venía haciendo con este otro más tecnológico, y a pensar otro tipo de empresas, como los unicornios. Ahí empezó otra veta de formación que hoy confluye en mi rol como directora de Bahía Hub, que es el centro de innovación de la municipalidad de Bahía Blanca.

MP: ¿Qué características tiene este centro de innovación y cómo comenzó tu participación?

GE: Como te contaba, venía trabajando con Federico Susbielles (actualmente intendente de Bahía Blanca) cuando era Presidente del Consorcio de Gestión del Puerto de Bahía Blanca. En 2023 ganó las elecciones y me convocó, en principio, para recuperar el Club de Emprendedores, pero yo fui con una propuesta un poco más ambiciosa: armar un Bahía Hub teniendo en cuenta que Bahía Blanca ocupa un lugar nodal en relación con la energía. El gasoducto NK brinda grandes oportunidades de inversión en relación al gas convencional y también hay oportunidades de producción de hidrógeno verde, que podrían posicionarla como enclave de la transición energética en nuestro país. Además la ciudad está rodeada de parques eólicos muy grandes, tenemos un puerto muy importante por sus aguas profundas, aeropuerto, universidades que trabajan muy bien: la Universidad Nacional del Sur (UNS), la Universidad Tecnológica Nacional (UTN), la Universidad Provincial del Sudoeste (UPSO). Tenemos el polo petroquímico más grande del país y la carrera de Ingeniería Química en la UNS. Es una ciudad con un gran potencial, y siempre se pensó así. De hecho, en la época de Frondizi se proyectaba como polo de desarrollo. Sin embargo, ese proyecto se vio frustrado. En la década del 90 hubo grandes inversiones en el Puerto, pero quedaron de espaldas a la ciudad porque no fueron acompañadas con un modelo de desarrollo productivo. El Puerto se privatizó y eso cortó su relación con la ciudad. En sus cuatro años como presidente del Puerto, Federico fue revirtiendo esta situación: generó espacios de acercamiento, eventos y participación cultural y ciudadana en el puerto.

Le llevé a Federico la idea de un centro de innovación como espacio de encuentro y articulación de todo esto: del puerto, de las universidades, de los emprendedores. Desde allí trabajamos de forma articulada con otros actores algunos temas centrales como la transición energética, y pensamos a Bahía Blanca como una ciudad inteligente. La idea del Hub es una idea de ciudad que tiene el intendente en relación con todos estos temas.

Yo estoy muy contenta. Si bien la gestión pública es un poco desgastante, cuando me reúno con los actores –la Unión Industrial, las universidades, los emprendedores, el puerto de Bahía Blanca–, cuando vemos lo que genera el proyecto, creo que vale la pena. Es una propuesta de trabajo muy novedosa, muy colaborativa, con espacios de coworking; es una especie de usina de pensamiento. Creo que va a ser un antes y un después para la ciudad. Ojalá.

MP: ¿Desde Bahía Hub articulan con otros municipios o ciudades?

GE: Debo mencionar que a los cuatro días de comenzar la gestión, tuvimos un temporal sin precedentes. Fue muy impresionante ver la ciudad tan destruida. Nunca había pasado algo así. Realmente lo vivimos como otra pandemia. Entonces durante casi dos meses estuvimos muy abocados a una situación de emergencia. Recién ahora estamos pudiendo encauzar la agenda. Pero sí, hoy hablábamos con el director del Departamento de Ingeniería Eléctrica de la UTN (Eduardo Guillermo) para hacer actividades puntuales con el tema energético, que es el que nos interesa trabajar desde el Hub, e involucrar a intendencias de la región en este tema, porque consideramos que Bahía Blanca se constituye como un nodo energético en la región.

MP: Antes mencionaste que hiciste una diplomatura de Innovación Abierta, ¿aplicaste esta herramienta en Yumba o están pensando aplicarla en Bahía Hub?

GE: En Bahía Hub tenemos tres áreas de trabajo, con una mirada transversal del concepto de Innovación. El área de formación: donde tenemos cursos de formación profesional en oficios digitales, cursos para niños orientados a las habilidades 4.0 y actividades de inmersión tecnológica. El área de emprendedurismo, donde articulamos con otros actores de la sociedad para promover y potenciar el ecosistema emprendedor. El área de I+D donde se abordan temas que consideramos centrales para el futuro de la ciudad, como la transformación digital, la transición energética y el desarrollo económico sustentable.

Estamos pensando en algún programa especial para emprendedores del conocimiento. La idea es trabajar para fortalecer el ecosistema de innovación local y desarrollar a Bahía Blanca como ciudad del conocimiento.

MP: Para terminar, ¿qué recomendaciones darías a otros emprendedores? ¿Cómo pueden aprovechar las iniciativas que se les presenten para impulsar el desarrollo de sus negocios?

GE: Me parece que sigue siendo importante que haya una mirada desde las políticas públicas. Pero si por algún motivo no la hay, hoy en día tenemos internet, con un montón de cursos y videos de YouTube gratuitos a disposición. También hay que conectarse con otros, llamar, preguntar, insistir, que no haya vergüenza. Es un camino un poco artesanal, pero muy humano.

 

Por Mercedes Menga y Valentín Benitez