Diálogo Productivo con Matías Badano

Matías Badano es cofundador de APOLO Biotech, una empresa que desarrolla biotecnología basada en ARNi para optimizar la producción de cultivos de manera sustentable. En este Diálogo Productivo nos cuenta cómo funciona esta nueva tecnología, pionera a nivel mundial, que en un futuro próximo permitirá reemplazar los agroquímicos.

Diálogo Productivo con Matías Badano

MISIÓN PRODUCTIVA: En primer lugar, nos gustaría conocer sobre la historia de APOLO Biotech. ¿Cómo se gestó su creación?

MATÍAS BADANO: Con Federico Ariel [cofundador] somos amigos desde hace mucho tiempo, nos conocimos en la Casa Argentina en París, por 2015 o 2016. Él me venía contando sobre la tecnología de ARNi y para mí era ciencia ficción. En enero de 2022 yo salí de otra startup y me empezó a interesar un poco más lo que estaba haciendo Fede, entonces empezamos a juntarnos. Yo fui a Santa Fe algunos días, y en marzo de ese año arrancamos la empresa, con una visión de cómo llevar los desarrollos científicos que venía haciendo Fede a aplicaciones tecnológicas, más allá del laboratorio, y cómo promover la sustentabilidad a través de la ciencia. 

Cuando empezamos a trabajar, lo primero que nos preguntamos es qué tipo de empresa queríamos. Como Fede venía de una experiencia muy fuerte en el mundo científico y yo venía de una experiencia muy fuerte en el mundo startup, entre ambos empezamos a marcar las bases de la empresa que queríamos crear. Así, nos basamos en cuatro pilares. Uno es el equipo: trabajamos muy fuerte en la construcción de un buen equipo científico y de gestión. El segundo, y no menor, el tema cultural, qué queremos como equipo y cómo pensamos lograrlo. Tercero, la paciencia: decidimos encarar un camino en el que los primeros pasos los dimos solos, sin buscar inversiones; eso hizo que nos focalicemos en buscar acuerdos pre-comerciales con partners y también en obtener premios y subsidios. Nuestra visión es no desesperarnos en la búsqueda de capital, sino más bien armar el equipo, la cultura de la empresa, y a partir de ahí el cuarto pilar: buscar los jugadores con los que realmente queríamos asociarnos. 

Por suerte nos fue muy bien: el 28 de marzo de 2022 armamos una EBT (empresa de base tecnológica), categoría que permite que los investigadores del CONICET puedan formar parte de las empresas. Como Fede es investigador del CONICET, apuntamos a esta legalidad desde el momento cero, porque no queríamos tener ningún gris con nadie como para que no hubiera problemas a futuro, y también por una cuestión ética: después de tantos años que el CONICET estuvo aportando al desarrollo de los científicos, de esta manera nosotros le devolvemos nuestro granito, tanto ética como legalmente. 

En agosto de 2022 empezamos a trabajar en la formación del equipo y sumamos 11 personas. A fines de noviembre arrancaron tres pasantes en el laboratorio. Montamos un laboratorio en el Parque Tecnológico Litoral Centro, lo que nos permitió seguir escalando: hicimos algunos acuerdos precomerciales con empresas y pudimos validar nuestra tecnología tanto en laboratorio como a campo, así que avanzamos muchísimo más rápido de lo que nos habíamos imaginado. En enero sumamos un pasante más en otro de los equipos, y después dos personas más. Hoy somos 19. 

MP: ¿Qué formación tienen los fundadores de la empresa? 

MB: Fede Ariel es biotecnólogo y doctor en Ciencias Biológicas, se especializó en la tecnología de ARN. Yo soy licenciado en Marketing y después hice un MBA en el IAE Business School. En nuestro equipo de trabajo pueden verse todas las figuritas del mundo científico: biotecnólogos, biólogos, genetistas, doctores. Apuntamos a armar una empresa de investigación y desarrollo. De los 19 que somos hoy, cuatro están terminando su carrera de grado, dos están haciendo su posdoctorado, Naty, CMO, está terminando la Licenciatura en Comunicación, y el resto tiene un título de grado y posgrado, ya sea científico o a nivel negocio, como es mi caso. Tenemos un perfil de gente con mucho conocimiento y es lo que queremos seguir promoviendo. Estamos acordando con los pasantes que están terminando su carrera que puedan hacer su doctorado dentro de APOLO, e incluso que tengan la posibilidad de que la empresa se lo financie. 

MP: ¿En qué consiste la empresa y cuáles son los principales proyectos y productos que tiene? 

MB: APOLO es una startup biotecnológica que modula genes en plantas y patógenos de manera no transgénica, utilizando ARN de interferencia (ARNi) estabilizado de forma exógena. Dicho en crudo: vacunamos a las plantas y así las preparamos para que se puedan defender de los diferentes patógenos que puedan venir. A diferencia del sistema humano, las plantas no tienen anticuerpos: su sistema de defensa se basa en el ARN, que es la molécula intermediaria entre el ADN y la proteína (la proteína es lo que termina sirviendo). 

Trabajamos con ARNi, que es ARN de interferencia, y le mostramos un segmento, por ejemplo, del genoma de un patógeno en forma de ARN. El ARNi entonces es capaz de interferir y bloquear la infección por este patógeno. Esta es una tecnología que viene desarrollando Fede desde 2010 en París; en 2016 él volvió a Argentina y armó su propio equipo de investigación. Ahora le estamos poniendo toda la impronta tecnológica y sumándole desarrollo científico, obviamente, pero no es una tecnología que nació de la noche a la mañana.

Hoy estamos trabajando con tres tipos de fitopatógenos: virus, insectos y hongos. El ARNi es el mecanismo de defensa dominante de las plantas contra los virus. En el caso de los insectos y hongos, ya de por sí su maquinaria incorpora los ARN de forma autónoma. En cambio en el caso de las bacterias no, y es un proyecto más a largo plazo que estamos por avanzar. Después tenemos un pipeline de productos bastante amplio: hoy tenemos 23 proyectos en pipeline, enfocados principalmente en patógenos para cultivos intensivos (frutas y verduras), con el objetivo de reemplazar los agroquímicos por la información que la planta necesita para defenderse, a partir de la utilización de ARNi exógenos.

MP: ¿En qué estadio de desarrollo se encuentra el proyecto más avanzado que tienen?

MB: Tenemos proyectos en distintos estadios: hay algunos con planificaciones de ser lanzados al mercado en 2024 y otros en 2028. Eso nos da un pipeline muy interesante para el poco tiempo que tiene la startup, trabajando en los diferentes objetivos: el desarrollo de la tecnología contra patógenos, en un futuro modular el desarrollo de la planta en diferentes ambientes, o para generar metabolitos de interés, y después seguramente apuntemos a trabajar en tolerancia frente a estrés abiótico.

El proyecto más avanzado, con pruebas a campo, es el biofungicida para Botrytis en tomate. Botrytis es uno de los hongos con más presencia a nivel global. Cuando todavía no esporuló se lo ve blanquito y una vez que esporuló pasa a tener un color negro, se ve enseguida en los tomates. Nos enfocamos en tener ese producto en el mercado a fin de 2024 con la aprobación regulatoria. Es un desafío muy ambicioso. 

Después tenemos otros proyectos, como el del maní. El año pasado empezamos a trabajar con todos los protocolos y pudimos tener algunos buenos resultados para diferentes enfermedades. Una de estas enfermedades es el carbón del maní, que solamente sucede en Córdoba y no tiene químicos que la puedan combatir. Estamos trabajando para generar una solución y también para demostrar que nuestra tecnología es tan versátil que podemos atacar problemas regionales como es el carbón del maní en Argentina. 

MP: Con respecto al primer producto, el biofungicida para Botrytis del tomate, ¿ya consultaron en Senasa por dónde entraría el producto, si lograron encasillarlo? Porque debe ser la primera vez que se registra un producto de este tipo…

MB: Estamos en conversaciones, no hay un camino dentro de Senasa para este proyecto. Esto es muy importante: en caso de que logremos registrarlo en 2024, que es nuestro objetivo, estaríamos en presencia del primer producto a nivel global basado en tecnologías de ARN aprobadas. Nuestro gran desafío es lograr ese hito a escala global desde Argentina: que tengamos el primer producto basado en  ARN para el agro habilitado comercialmente por un ente regulador, que en este caso es Senasa. 

Ahora mismo está en instancia de consulta pública una nueva normativa del Senasa sobre bioinsumos. Estamos trabajando internamente con consultores y con diferentes partners, pero es un camino largo y de mucho aprendizaje. Porque, a diferencia de lo que sucede con los químicos, con esta tecnología se pueden conocer de antemano por bioinformática un montón de resultados. Podemos saber exactamente si con el ARNi a aplicar  puede haber o no reacciones cruzadas con otros actores  del ecosistema, y tener en cuenta esta información para el diseño. Por ejemplo, desarrollar soluciones para insectos patógenos, pero que no maten a las abejas. 

MP: Conversamos con varios otros emprendedores con productos innovadores, y en general coinciden en que es más fácil realizar el registro primero afuera que en Argentina, porque en Argentina es muy difícil lograr que un producto se registre por primera vez. En este caso, encima, es único a nivel global. ¿Fue una decisión estratégica de ustedes registrarlo por primera vez en el país? ¿Consideran que es más fácil o fue porque quieren que el primer registro sea argentino?

MB: Estamos hablando de una tecnología que es como las vacunas contra el coronavirus. Al no estar registrado el producto en ninguna parte del mundo, no tenés ningún ejemplo que seguir. Pero sí miramos la Unión Europea y Estados Unidos como referentes en regulación y en qué le vamos a recomendar a Senasa durante la consulta pública que abrieron hace poquito. El Senasa está revisando la normativa para incorporar este tipo de productos. Son más que nada detalles de redacción. Entendemos que no va a haber complicaciones, pero está muy bueno que hayan abierto esa consulta pública para darnos pie a interactuar.

Entonces, es una cuestión estratégica ya que nosotros estamos en Argentina, los ensayos los tenemos en Argentina y cuanto más rápido podamos avanzar con eso, va a ser mejor. Y después es una cuestión comparativa: si nosotros como empresa argentina pudiésemos lanzar esto desde nuestro país, que es sumamente conocido por las tecnologías del agro y no sólo por ser agroexportador, podríamos posicionarnos no solamente como empresa sino como país, que es también el objetivo.

Pero hay una realidad: Brasil es el que mayor cantidad de registros biológicos tiene. No es necesario irse tan lejos, acá al lado tenemos un proceso de registro mucho más dinámico que el de otros países. 

MP: ¿En qué forma contribuyen estos productos a la sostenibilidad ambiental y la soberanía alimentaria?

MB: La principal diferencia de la tecnología de ARNi con los químicos es que es una tecnología inocua. Además, a diferencia de los productos de edición genética o transgénesis, no estamos modificando el ADN ni de las plantas ni de los patógenos. Esto es un gran avance desde el punto de vista no solamente regulatorio, sino también de las aplicaciones tecnológicas para cuidar a las plantas.

En todo lo que es crop protection, que es la protección del cultivo, estamos enfocados en ser lo más específicos posible. Hoy los químicos, por ejemplo, son de amplio espectro a la hora de atacar un patógeno: cuando atacás un hongo con un fungicida químico, atacás los hongos buenos y los malos. Obviamente que, de alguna manera, el daño de los hongos malos es mucho mayor que el beneficio de los buenos. Lo importante de esta tecnología es que es muy personalizable. Entonces nosotros atacamos solamente al hongo, por ejemplo, al Botrytis, y sabemos que no afectamos a los hongos benéficos. Lo mismo ocurre en el caso de los insectos: nosotros atacamos solamente a la mosca y no a la abeja, que es el polinizador natural de las plantas. Hay muchos cultivos que terminan matando a las abejas porque la plaga es mucho peor que el beneficio que trae a corto plazo la abeja. Esta tecnología, entonces, permite la convivencia con un montón de otras fuentes del ecosistema natural que son positivas para el cultivo.

Esta es la primera parte de lo que tenemos desarrollado y es donde estamos apuntando ahora. Además, esta tecnología es súper versátil y permite empezar a interactuar mucho más con el sistema de la planta. Entonces vamos a empezar a trabajar en metabolitos de interés o nutrición de la planta, en los que se llaman protein crops, que son todos los cultivos que, en vez de pasar a ser alimentos de chanchos o vacas o pollo, pasan directamente a convertirse en hamburguesas no cárnicas basadas en proteínas, los llamados alimentos plant-based o a base de plantas.

Eso es lo que vemos que esta tecnología puede hacer. Por ahora estamos mucho más enfocados en el primer paso, que es la protección del cultivo. Pero hay un montón de soluciones para aportar principalmente en las economías regionales o en los pequeños productores. Nosotros nos enfocamos en los cultivos intensivos, donde existen dos tipos de productores: los corporate farmers, que son grandes productores que tienen equipos de investigación y desarrollo, y están muy bien estandarizados y profesionalizados; y, como contracara, los pequeños productores, los quinteros, que son los principales beneficiarios de esa tecnología y terminan produciendo lo que va a consumo de las personas.

Todo lo que nosotros vemos en la mayor parte de las verdulerías del país son frutas o verduras que salen de los quinteros. Ellos no siempre tienen conocimientos específicos del mundo del crop protection, e implica un desafío comunicacional llegar a este segmento de productores. 

Al ser inocua, esta tecnología no va a afectar ni al ambiente, ni al cultivador o pequeño productor que no siempre tiene las herramientas necesarias para cuidarse, ni tampoco al consumidor final, que va a empezar a consumir alimentos con menor cantidad de agroquímicos. Ese es nuestro principal objetivo.

MP: ¿Qué acompañamiento del sistema científico y emprendedor estuvo recibiendo la empresa en este tiempo? ¿Qué instituciones locales o internacionales han contribuido a su crecimiento?

MB: En un principio, cuando estábamos en etapa de gestación, tuvimos tres grandes apoyos. Uno del Ministerio de Ciencia y Tecnología a través del Fondo de Ciencia y Tecnología contra el Hambre, que aportó un montón de recursos para el laboratorio científico de Federico. Después el financiamiento de AXA Research Fund para uno de los miembros de nuestro equipo en el mismo grupo, destinado a avanzar en una de nuestras líneas de programas de protección del cultivo. Estos subsidios ayudaron a financiar la ciencia detrás de APOLO. 

Luego de esta etapa de gestación, nos ayudaron una serie de premios y reconocimientos de los distintos challenges, tanto argentinos como internacionales, en los que fuimos participando: Eureka, de San Miguel Global; Emprendedor X, de Banco Santander; UDESA con la competencia de emprendedores; o el premio que nos otorgó la Cámara Argentina de Comercio. Eso nos permitió empezar una rueda para financiar parte de la operación de APOLO.

También nos impulsaron los acuerdos precomerciales con diferentes clientes a escala tanto local como internacional. Hoy tenemos tres grandes acuerdos: uno con una empresa argentina para todo lo que es la distribución de nuestros productos en el territorio argentino; otro con una empresa argentina que se encarga de la distribución en todo el continente americano, pero de dos líneas de productos únicamente; y el tercero con una empresa irlandesa que es líder en el cultivo de bananas y otras frutas, para después distribuirlas en el mercado europeo. Eso nos permitió trabajar directamente con grandes productores para optimizar los ensayos y los protocolos.

Y, al conformar la EBT, obviamente tuvimos apoyo del CONICET, lo que nos ayudó a formalizar toda la relación. Ahora estamos contando con el apoyo de la provincia de Santa Fe, del Ministerio de Ciencia y Tecnología, de la Universidad Nacional del Litoral, y nuevamente del CONICET, con el equipo de Sergio Romano, que nos brinda su aporte en diferentes temáticas.

Por ahora todo el financiamiento que tuvimos fue equity-free, es decir que todavía no tenemos inversión ni de aceleradoras ni de fondos de inversión. Eso nos permitió poder ofrecerle un vesting a todo el equipo de trabajo.

MP: ¿Tienen vínculos directos con otras startups argentinas? ¿El Estado promueve estas vinculaciones?

MB: Sí, trabajamos con varias startups argentinas e internacionales. Hace un par de meses, junto con el CFI [Consejo Federal de Inversiones], estuvimos en Boston con otras startups. Y fue espectacular cómo se dio todo, y también cómo se fueron generando las reuniones y las agendas. Se armó un conversatorio muy potente en el que nos contamos las problemáticas y las cosas buenas que íbamos haciendo, entonces se generó confianza y camaradería. Porque una cosa es juntarse en un espacio de charla o en una reunión formal en dos horas y otra cosa es compartir una estancia, en la cual tenés un momento de recreación donde empezás a conversar de temáticas mucho más informales, y a partir de ahí se dan las charlas interesantes. 

La interacción en un viaje o en una misión comercial –que no necesariamente ocurre fuera de Argentina– genera confianza y brinda un espacio para compartir con otras startups, con gente del gobierno y con otras empresas. Cada startup iba compartiendo su experiencia, contando su camino, y el de al lado entonces puede ir mejorando, a la vez que se abrieron oportunidades para colaborar. Nosotros estamos abiertos siempre para colaborar con otras startups, porque nuestro foco es la tecnología de ARN pero necesitamos de otro tipo de tecnologías para seguir creciendo en nuevos desarrollos. 

MP: ¿Cuáles son los próximos desafíos de la empresa y cuál es el mayor objetivo que se plantean a largo plazo?

MB: Los tres grandes objetivos que tenemos a corto plazo, entre lo urgente y lo importante, son: primero, que nuestro producto sea aprobado por el Senasa para el lanzamiento al mercado; después está todo el tema de las barreras de entrada y protección de la propiedad intelectual; y tercero, armar nuestra propia planta piloto de ARN, que sería la primera en Latinoamérica para uso en el agro. 

A largo plazo nuestro gran desafío es posicionarnos como referentes en tecnologías de ARNi para el agro a nivel global, siempre manteniendo el ímpetu de ser una empresa de investigación y desarrollo. Por eso preferimos enfocarnos siempre en la tecnología. 

MP: ¿Considerás que hay más espacio para posicionar a Argentina como un actor relevante en el desarrollo de bioinsumos agropecuarios? Y en tal caso, ¿qué hace falta para que eso sea una realidad? 

MB: Claramente sí: hay espacio para que Argentina sea referente en agrobiotecnología. Hay científicos espectaculares en el país, hay muchísimos conocimientos, ya que muchos han viajado al exterior y han traído sus conocimientos para acá. Me parece que ahí es donde tenemos la gran oportunidad. Hoy Argentina es referente a nivel agro, entonces hay que aprovechar ese conocimiento y tratar de poner las verticales de trabajo que cada gobierno de turno considere. El foco en el agro está, creo que hay que poner más foco en agrobiotecnología. Dos de los puntos que hay que seguir trabajando en este sentido son la parte regulatoria y la propiedad intelectual, para que estas soluciones realmente salgan desde Argentina y el país tome relevancia como puntapié de estas tecnologías, y no que los aplausos a las empresas se los den en Estados Unidos cuando se desarrolló todo acá. 

Después están las cuestiones macroeconómicas o a nivel financiero-económico: tipo de cambio, exportaciones, liquidaciones, etcétera. Los países están superestructurados y cada uno tiene su ventaja competitiva en eso. Comparativamente, Argentina está en desventaja en todo lo que son exportaciones de producto físico o a través de licencias. Me parece que ahí todavía queda un tramo por trabajar, que da muchos beneficios. Como decía, tenemos excelentes científicos, hay que dar un poquito más de impulso, empezar a acomodar un poco más las variables macro por lo menos para los pequeños emprendedores o para las pequeñas empresas en los primeros años de vida, así como salió la Ley de Biotecnología. Creo que tener las reglas más claras ayudaría a que, como emprendedor, uno se enfoque mucho más en el producto y no tanto en la parte financiera.

Así y todo creo que Argentina tiene toda la capacidad para trabajar en los grandes desafíos que está enfrentando el mundo, entre ellos el alimento. Entiendo que hay una guerra geopolítica para determinar de quién es cada uno de los materiales, quién tiene alimento para su población y después para exportar. Argentina cuenta con dos grandes variables muy importantes. Una, los recursos humanos desde el punto de vista de capacitación y de edad: Argentina tiene un nivel de jóvenes muchísimo más alto que el de Europa o Japón. La otra variable son los recursos naturales (pesca, minería, agricultura), que hay que aprovecharlos porque hay otros países que se mueren por tener esas ventajas comparativas. Nosotros las tenemos, y también tenemos talento: ese es un combo espectacular.

Por Jesica Monzón, Gonzalo Brizuela y Sol Gonzalez de Cap