Diálogo productivo con Claudio Drescher

Claudio Drescher
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Claudio Drescher es presidente de la Cámara Industrial Argentina de la Indumentaria y uno de los empresarios más importantes y conocedores de la industria de la moda. Hace 41 años fundó la reconocida marca de ropa interior Caro Cuore, luego desarrolló Vitamina y desde 2001 está asociado con la prestigiosa diseñadora Jazmín Chebar. A través de este primer diálogo productivo, nos cuenta como entre ambos lograron posicionar una marca argentina de lujo en mercados internacionales.

Misión Productiva: Para arrancar, contanos un poco de vos y de tu experiencia como empresario. ¿Con qué objetivos llevaste a cabo tus proyectos? ¿Qué potencial viste y ves en el sector?

Claudio Drescher: Tanto Caro Cuore como Vitamina y Jazmín Chebar se diseñaron como marcas premium y en condición de ser exportables. Siempre armé proyectos que tenían que ver con productos competitivos a nivel internacional y, de hecho, todas mis empresas exportaron.

La industria de la moda tiene una potencia impresionante. Tenés conglomerados del tamaño del grupo Louis Vuitton, que factura alrededor de 24.000 millones de euros, o el caso de Zara con 20.000 millones de euros. Los dueños de estos dos conglomerados están entre los 10 hombres más ricos del mundo. Es decir, es un sector que está a la altura del tecnológico, del petrolero o del automotriz. 

Las marcas mencionadas son más que premium, son marcas de lujo, que se diferencian del común denominador de lo que es la marca comercial (para aclarar, una cartera de 1.500 euros es lujo, una de 600 es premium y una de 150 es comercial). Con esa lógica comenzó el proyecto de Jazmín Chebar que tiene como objetivo central crear productos de alta calidad, con diseño innovador y con espíritu latinoamericano.

MP: El país oscila entre políticas proteccionistas y políticas de apertura en el sector de la indumentaria. Los gobiernos peronistas suelen destacar el empleo y la sustitución de importaciones, mientras los liberales critican que eso conlleva precios más caros  y plantean la reconversión del sector. ¿Cuál es tu posición al respecto?

CD: Considero que las políticas aperturistas al estilo del macrismo son absurdas. Desde el punto de vista del funcionamiento de las empresas es ridículo destruir el aparato productivo de una industria que genera tantos puestos de trabajo, que tiene una enorme intensidad y un gran potencial en Argentina. Tenemos una gran capacidad de generar marcas, hay muchísima gente preparada para desarrollar una estrategia de branding, que excede los límites de nuestro territorio y que da para trabajar mucho más allá del mercado interno. 

Esta es una industria que puede generar una cantidad de empleo enorme, que puede generar exportaciones y un tipo de producto absolutamente competitivo. Para esto, aclaro, no vamos a poder competir con el sudeste asiático pero podemos tener un rol importante en lo que es el segmento premium de marcas a nivel regional y a nivel internacional. 

MP: En función de lo que decís, ¿el objetivo de Argentina es encontrar segmentos de especialización con mayor valor agregado y diseño para concentrar la producción en donde no se compite con la mano de obra barata?

CD: Si estás buscando que el país pague salarios del orden de los u$s2.000 no lo vas a conseguir fabricando ropa como la que hace H&M. Sí como la hacen los italianos. Italia, Francia, hacen productos de altísimo nivel, no solamente de lujo. 

MP: En materia de exportaciones, las estadísticas del sector muestran una caída fuerte en los últimos 10 años. ¿Ves posibilidades de recuperación? ¿Qué políticas creés que podrían colaborar con ese repunte?

CD: Lo que no colabora es lo pendular. A mi equipo le digo que me encantaría exportar el 30% del volumen que fabrico pero tampoco me animaría a mucho más porque me puedo fundir. Evitar la apreciación y buscar mantener un dólar competitivo es absolutamente estratégico para la Argentina. 

MP: Los reclamos del sector de protección frente a las importaciones reflejan dificultades para competir. ¿Qué es lo que consideras que más le falta a las empresas o al país para fortalecer al sector? Está claro que no va a poder competir con salarios bajos, pero más allá de esto: ¿Falta inversión en tecnología? ¿Falta inversión en diseño? ¿Es un problema de escala?

CD: Son muchos factores. Tecnológicamente estamos totalmente atrasados. Sobre todo el sector de indumentaria te diría que es artesanal.  Hay un 15% de empresas que tenemos confección de primera línea, el resto nada. Es más, son más comerciantes que empresarios. No visualizan la industria, entonces confeccionan ropa con sistemas muy antiguos, en condiciones tecnológicas muy precarias. 

Ahora, por ejemplo, el gobierno está dando créditos de inversión productiva espectaculares. En nuestro caso, cada vez que hay una estructura de este tipo hemos aprovechado para dar un salto cualitativo en la producción. Jazmin Chebar ha crecido gracias a los créditos de inversión productiva. Entre 2003 y 2005, nosotros pasamos de 60.000 a 70.000 prendas, porque pudimos comprar equipamiento, agrandar nuestros depósitos y poner más locales con este tipo de préstamos. Ahora nos estamos trasladando a un parque industrial y  compramos máquinas de última generación y robots de corte. 

Todas estas herramientas, que nacen de una política activa de apoyo a la industria, logran incluso que hasta los más reacios o los menos comprometidos, al ver la oportunidad de un crédito tan ventajoso, metan un salto de calidad.

MP: ¿Nos podes contar un poco más sobre sus proyectos de inversión?

CD: Por decisión mía y de mis socios, Jazmín Chebar invierte más del 87% de sus utilidades. Invertimos tanto en recursos humanos y capacitación, como en tecnología en máquinas e información. 

Primero invertimos en la sistematización de punta a punta, lo cual incluye el control y el desarrollo del e-commerce, que ha sido decisivo en esta etapa y que le permitió a la empresa crecer en medio de la pandemia. Todo lo que sea el desarrollo de tecnología en el manejo de inventarios y la información de cada cliente es indispensable para entrar al mundo del comercio electrónico e internacional.

Después tenés toda la inversión en equipamiento. Aunque esta industria tiende a ser mano de obra intensiva, cuenta con grandes saltos tecnológicos; hoy en día hay máquinas que te hacen el bolsillo de un jean punta a punta sin la necesidad de un operario u operaria. Hay más de un 30% de actividades que hoy podrían estar tranquilamente automatizadas sin que esto implique pérdida de calidad. También invertimos para sustituir importaciones y mejorar el nivel de calidad. Un ejemplo de esto es nuestra reciente compra de máquinas de fabricación de sweaters.

MP: ¿Cómo ves a futuro la dinámica de la mecanización y digitalización de las tareas en el rubro?

CD: En general esto va a depender de la perspectiva política de los empresarios del sector. Si están los créditos de inversión productiva y si las perspectivas son favorables para fabricar en el país, van a tener que acelerar estos procesos porque sino no van a poder competir. Pero como siempre, cada paso es dubitativo.

MP: Cambiando de tema, uno de los principales problemas de la producción de indumentaria es el elevado nivel de precarización laboral, con bajos salarios y niveles de productividad. ¿Cuál es la política de Jazmín Chebar con sus empleados? ¿Qué medidas se pueden llevar adelante para revertir la informalidad? 

CD: El 80% de la ropa que se produce en Argentina se produce en el mercado informal, es decir que, salvo un pequeño segmento de la población, los argentinos y argentinas se abastecen a través de La Salada, la confección barrial, Avellaneda. Entonces es obvio que con ingresos de menos de $30.000 netos la gente no compra en los shoppings sino que consiguen la ropa a precios muy económicos en estos lugares. Esto es lo que permite que la gente hoy ande vestida, y bastante bien vestida en general. 

Jazmín Chebar tiene toda su estructura productiva en blanco. Por ejemplo, yo no tengo talleres, tengo unidades productivas que me fabrican hace 15 años, que crecieron conmigo, compraron máquinas conmigo. Yo controlo cada situación, tenemos auditorías hasta de calidad. Mi marca tiene un valor sustancialmente importante que no puedo poner en juego. 

Pero es cierto que el sector está altamente precarizado. La precarización es algo estructural de toda la economía argentina. Evaden impuestos los textiles, los de indumentaria, los de alimentos y compañías de primera línea. En nuestro sector el mercado formal tiene una presión impositiva descomunal. Por ejemplo, si yo vendo un jean a u$s100, antes de contar el beneficio tengo que descontar un tercio de impuestos. A todos los impuestos que ustedes conocen, se nos suma el fenómeno de las marcas premium, que tienen un costo de ocupación de un 18% por estar en un gran centro comercial o una zona preferencial. Tengan en cuenta que estas son estructuras cuasi monopólicas; dos empresas manejan los grandes shoppings, por ende este costo tiende a ser muy alto. Después tengo que descontar los costos de producción, la materia prima, las vendedoras, el marketing y las inversiones en tecnología. No tengo ni idea cómo resolver este problema. Por supuesto ayuda la trazabilidad de punta a punta de la cadena, desde el hilado hasta llegar al consumidor. Nosotros estamos armando en Catamarca, con el apoyo del ministro Kulfas, un taller de costura que arranca con 50 personas para terminar con más de 200 personas a fin de 2022, lo cual nos permitiría tener una escala que nos ayude a disminuir los costos.

El e-commerce, ¿puede ser una oportunidad para bajar estos costos de renta urbana y a la vez promover avances tecnológicos?

Creo que ayuda a bajar los costos. Vender por e-commerce aumenta tu contribución como empresa y el costo de locación te baja a la mitad si aumenta tu contribución. Los shoppings ya no tienen el escenario dominante que tenían antes.

Antes mencionabas que ustedes reinvierten el 87% de las utilidades. En los últimos tiempos entraron en crisis dos grandes empresas nacionales, como Vicentín y Molinos Cañuelas. En Vicentín hubo acusaciones de vaciamiento y sobre Molinos Cañuelas, uno de sus competidores dijo que es un típico caso de “empresario rico, empresa pobre”. Esto parece ir en línea con ciertos sectores que plantean que el país no crece porque los empresarios prefieren fugar dinero en lugar de invertir. Por otro lado, siempre están quienes buscan recrear la burguesía nacional con su comportamiento virtuoso. ¿Cómo ves al empresariado argentino? ¿Hay predisposición a invertir?

No creo que haya burguesía nacional, no veo que haya espíritu, veo un país más suicida que toma decisiones que no son beneficiosas ni para sí mismo. Pero más allá de esto, de verdad he visto muchos empresarios fundirse por la política argentina. Gente que ha querido invertir y hacer las cosas bien y se ha fundido. Igual creo que esto es una lucha cultural que hay que dar, no solamente ideológica sino mucho más abarcativa. Tiene que haber un acuerdo político que dé señales claras para poder trabajar.

El país parece tener un debate constante sobre hacia dónde debe ir su modelo de desarrollo. De un lado, están quienes plantean que Argentina tiene que ser un proveedor de recursos naturales y la industria se tiene que reconvertir. Del otro quienes creen que la industria debería ser el eje del desarrollo productivo y a los sectores de recursos naturales hay que extraerles renta para distribuir. Quizás existe una tercera posición que ve sinergias entre ambos sectores. ¿Te sentís identificado con alguna de esas posiciones? ¿Cuál consideras que debería ser el perfil productivo del país?

Dentro del peronismo todavía hay algunos que hablan del campo y de la exportación de commodities como algo ideológico, lo cual me parece muy demodé. Puede ser que Argentina tenga un gran potencial pero si no exporta no tiene mercado. Con un 40% de pobres, el mercado no son 45 millones de personas sino mucho menos. Considero que en el discurso político y económico hay que poner a la industria del conocimiento, el campo y la energía al mismo nivel. Argentina tiene un buen potencial en la moda pero mucho más en la industria del conocimiento. Y es importante no regalarle este discurso al macrismo, como que ellos son los modernos y nosotros somos la industria de antes, el peronismo tiene que tomar esta bandera. Les cuento una anécdota: mi nieto que termina el secundario este año no sabía qué hacer y yo le decía olvídate de las carreras de antes y búscate una carrera del futuro, hacia adelante. Ahí descubrí que hay una carrera muy reciente en la UBA, que se llama Ciencia de Datos, y tiene solamente 120 inscriptos. La UBA tiene que tomar el liderazgo de la industria del conocimiento. 

Por Andrés Tavosnanska y Martín Alfie.