Carreras universitarias y salarios en Argentina

La literatura económica ha dedicado mucha atención, tanto en Argentina como en el mundo, a la relación entre salarios y educación. Sin embargo, en nuestro país, es escaso el conocimiento existente acerca de los resultados laborales y salariales de las distintas carreras universitarias.

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La literatura económica ha dedicado mucha atención, tanto en Argentina como en el mundo, a la relación entre salarios y educación. Sin embargo, en nuestro país, es escaso el conocimiento existente acerca de los resultados laborales y salariales de las distintas carreras universitarias. La reciente publicación del documento de trabajo N°7 del CEP XXI, “Credenciales universitarias y diferenciales salariales en la estructura productiva argentina”, busca aportar información que permita llenar este vacío.

El estudio combina de manera original dos fuentes de datos. La primera, una muestra de personas universitarias graduadas entre 2016 y 2018, proveniente del sistema Araucano, implementado por la Secretaría de Políticas Universitarias del Ministerio de Educación. La segunda, información sobre puestos de trabajo formales proveniente del Sistema Integrado Previsional Argentino para el mes de noviembre de 2019. Esta combinación permite comenzar a entender la compleja interacción entre profesionales que acreditan distintos títulos universitarios y la capacidad de las firmas argentinas de remunerar esa formación.

Utilizamos métodos estadísticos tradicionales para separar el efecto sobre el salario de la graduación universitaria del de otras variables que típicamente afectan las remuneraciones, tales como el género y la edad de la persona, su provincia de residencia, su experiencia laboral formal y el tamaño y actividad de la empresa en que trabaja. De esta manera, se obtiene lo que llamamos la prima salarial de cada carrera, es decir, el diferencial salarial asociado a los egresados de esa área del conocimiento, aislados los efectos de otras variables. Lo que aquí llamamos “carrera” es, en realidad, una forma abreviada de referir a alguno de los tres niveles de desagregación en que el Ministerio de Educación clasifica los casi cuatro mil títulos universitarios existentes en nuestro país: cinco ramas, 38 disciplinas y 146 áreas.

Los resultados muestran que las carreras que obtienen las primas mayores son aquellas pertenecientes a la rama de ciencias sociales, lo cual se explica por carreras como derecho, economía, contabilidad y administración. En segundo lugar aparecen las ciencias aplicadas, categoría que incluye todas las ingenierías, arquitectura y carreras vinculadas al ámbito industrial y al agropecuario. Luego se encuentran las ciencias de la salud (principalmente medicina, enfermería, odontología y veterinaria), ciencias básicas (matemática, biología, física y química) y, por último, las ciencias humanas (psicología, educación, artes y letras, entre otras). 

Cuando se desagrega a nivel de área de conocimiento, se encuentra que entre las 20 con mejores remuneraciones, 11 son ingenierías. Entre ellas se destacan la naval, la petrolera y la eléctrica. Criminología, farmacia, informática, derecho y economía también se encuentran entre los campos mejor remunerados. En cambio, arqueología, teatro y danza, astronomía y artes plásticas se encuentran entre los puestos más bajos del ranking.

Ranking carreras y salarios

Un hallazgo importante del documento tiene que ver con la brecha salarial de género existente en los puestos asociados a distintas carreras. Los resultados indican que las mayores brechas se observan en las ciencias aplicadas y las ciencias sociales, mientras que se encuentran brechas menores en ciencias de la salud y en ciencias humanas. En las ciencias básicas, no hay evidencia de que los varones obtengan salarios mayores que las mujeres.

Brecha salarial

En este gráfico, vemos la brecha de género de cada disciplina asociada a su “efecto fijo” (es decir, el “valor basal” que determina la prima salarial de la carrera en cuestión). El tamaño de cada burbuja es proporcional al tamaño de la disciplina en la base. Diversos hallazgos son de interés. El primero es que existe cierta correlación positiva entre la prima salarial de una disciplina y su brecha de género, lo que indica que las mayores desigualdades entre varones y mujeres se dan en los sectores mejor remunerados. En segundo lugar, las disciplinas con brechas de género particularmente altas (meteorología, astronomía, ciencias agropecuarias, sanidad) son, afortunadamente, pequeñas en relación al total. Por último, corresponde destacar el hallazgo de carreras con salarios particularmente altos y brechas de género bajas o al menos no mayores que la media: es el caso de bioquímica, matemática y, en menor medida, medicina, derecho, economía y administración.

También encontramos evidencia de que las primas salariales difieren entre sectores productivos, lo que probablemente es indicativo de distintos patrones de demanda de perfiles profesionales. El agro y la industria, que pueden parecer alejados o hasta antitéticos en cierta concepción, pagan salarios especialmente altos a las personas egresadas en ciencias aplicadas, rama que incluye a todas las ingenierías, además de disciplinas como bioquímica, farmacia e informática. Naturalmente, al hilar fino se hallan diferencias, como que quienes provienen de las ciencias agropecuarias se insertan mayormente en el agro, mientras que aquellas personas que estudiaron carreras de seguridad industrial lo hacen en la industria. Pero que sea una misma rama la preferida por ambos sectores a la hora de contratar nos dice que estos supuestos “extremos” pueden estar más cerca de lo que se piensa en términos productivos. Un detalle interesante: a diferencia del agro, la industria también ofrece buenas remuneraciones a las ciencias básicas.

Vale decir que, las ciencias aplicadas tienen una buena performance en la mayoría de los sectores (no por nada hace décadas se habla en Argentina de la falta de ingenieros), pero en los sectores de servicios, al menos el podio es compartido con las ciencias sociales. Tanto finanzas, como tecnología, comunicaciones y otros sectores de servicios profesionales ofrecen salarios particularmente elevados a quienes provienen de ciencias sociales. 

No es una sorpresa que las personas egresadas en ciencias de la salud (donde medicina es naturalmente protagonista pero enfermería, odontología y veterinaria también son importantes) encuentren una inserción preferencial en el sector salud y en la administración pública. Pero es destacable que el sector gubernamental también tiene una marcada preferencia por profesionales de las ciencias sociales. Las humanidades, tan presentes en el fondo de la tabla general, encuentran buenos salarios en la actividad docente y, quizás sorprendentemente, en las finanzas.

Un factor esencial a tener en cuenta es que muchos profesionales optan por la actividad independiente y esto probablemente también está asociado al área del conocimiento de la que se graduaron. No está claro que el cuentapropismo profesional deba considerarse una modalidad de inserción laboral intrínsecamente ventajosa o desventajosa (lo más probable es que reúna un conjunto particular de ventajas y desventajas), de modo que no abordamos la cuestión desde una mirada normativa. Sin embargo, sí corresponde indagar hasta dónde esta forma alternativa de inserción laboral puede explicar los resultados aparentemente malos obtenidos por ciertas carreras en la estructura salarial formal. En el trabajo mostramos que algunas carreras están asociadas a una elevada probabilidad de inscripción el régimen de monotributo (es el caso de arquitectura, medicina, odontología, psicología y veterinaria, entre otras), lo cual factiblemente indica que graduados de estas disciplinas obtienen una proporción relevante de sus ingresos de la actividad independiente.

Se debe insistir en que el hecho de que una determinada formación no obtenga actualmente buenos resultados en el mercado laboral no necesariamente debe ser interpretado como señal de que esta es, por sí misma, menos conveniente o viable, sea en términos individuales o para la sociedad como un todo. Antes bien, podría indicar que la estructura productiva que caracteriza hoy a nuestro país no genera suficiente demanda de perfiles de ese tipo. Y aquí es donde cabe preguntarse si eso puede o debe cambiar.

La formación de recursos humanos y la cuestión productiva son asuntos que no pueden abordarse por separado. Es sencillamente imposible definir qué carreras se debe promocionar desde la política pública (si es que las hay) sin abordar una pregunta que no por antigua es más sencilla de responder: ¿Qué debe producir Argentina?. Y aquí es donde los consensos son más esquivos o, al menos, menos evidentes. Un ejemplo actual puede servir para aclarar esta idea: la tendencia de una franja del mercado laboral internacional hacia las disciplinas llamadas STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemática) puede ser considerada muy conveniente para un país como Argentina, que cuenta con activos estratégicos clave, como por ejemplo el hecho de compartir el huso horario con Estados Unidos. Pero se debe recordar que esto solo tiene sentido si se alcanzan las condiciones macroeconómicas necesarias para transformar a una parte del entramado productivo en exportadores de servicios basados en conocimiento. Caso contrario, difícilmente esos graduados encuentren la remuneración que esperan y, en ese escenario, el incentivo a emigrar se volverá más fuerte que nunca.

También es importante insistir en que no se busca aquí sugerir que los jóvenes argentinos solo deberían optar por aquellas carreras que aseguren salarios altos. La libertad de elegir el campo de estudios que mejor satisface la pasión, la curiosidad y el talento de los individuos es un atributo inalienable de toda política de desarrollo, máxime en un país que históricamente ha sostenido el derecho a la educación pública y gratuita. No se trata entonces de desalentar a quienes prefieren carreras actualmente poco demandadas, sino de brindar información completa, transparente y de público acceso, que maximice la probabilidad de una elección acertada. Los jóvenes graduados que descubran que su título no brinda buenas oportunidades laborales no tendrán una segunda oportunidad, al menos no en las mismas condiciones. Es esa oportunidad perdida, tanto a nivel personal como social, la que debe ser prevenida por todos los medios posibles.

La evidencia que provee este documento también puede contribuir a un mejor diseño de políticas educativas, con el fin de optimizar los resultados tanto productivos como laborales de las carreras dictadas en nuestro país.

Tener en cuenta los desafíos no tan futuros en relación a la producción y cuidado del medio ambiente también es un elemento central en este debate. Al mismo tiempo, entendemos que la política productiva debe nutrirse de esta información para elegir senderos futuros capaces de conciliar crecimiento económico con empleo de calidad.