MISIÓN PRODUCTIVA: Desde hace más de 20 años el PRODEM viene promoviendo la generación de emprendimientos dinámicos y sus ecosistemas. ¿Cómo viste la evolución de los ecosistemas en América latina en estas dos décadas?
HUGO KANTIS: En estos 20 años de trabajo con el PRODEM pudimos ver una evolución muy importante en el ecosistema emprendedor de los distintos países de América Latina. Cuando comenzamos, en 2001-2002, en medio de la terrible crisis económica y social de Argentina, no había una proliferación neta de emprendimientos ni en el país ni en la región sino por el contrario se destruían. Pero sabíamos que podía ser un vehículo para salir de la crisis. Después, a medida que se recuperaba la economía, se recuperaron también –y con mucha fuerza– las capacidades emprendedoras tanto de la gente como de las pymes que habían cerrado y ahora volvían a ponerse en valor.
A nivel regional, algunos gobiernos comenzaron a tomar la delantera en cuanto a políticas públicas para el impulso del ecosistema. El primer caso fue quizás el de la agencia chilena CORFO [Corporación de Fomento de la Producción], y se sumaron también algunos intentos focalizados en Brasil. Por otro lado, en algunos países como Colombia, pero fundamentalmente el Cono Sur –Brasil, Argentina y Uruguay– surgían empresas de software ya desde la década del 90. Con lo cual podría decirse que había antecedentes de una dinámica emprendedora.
Hacia 2010-2011 pueden observarse varios fenómenos. Por un lado comenzó un proceso de transformación digital –la convergencia de las tecnologías, tanto las de internet como las de telefonía móvil– que favoreció el surgimiento de las aceleradoras: había más oportunidades para los emprendimientos con la posibilidad de recuperar la inversión más rápidamente, lo que dio lugar a las aceleradoras como paso previo al mundo inversor.
La característica de este proceso de transformación tecnológica es que, a diferencia de otros ocurridos en ciclos anteriores, impactó transversalmente en todos los sectores de actividad. Esto aceleró la innovación y provocó que las grandes empresas se interesaran en las startups como fuentes de esa innovación, con lo que comenzaron a llevar adelante iniciativas para colaborar con startups en modelos de innovación abierta. Esto implicó un cambio también en los ecosistemas: las incubadoras y aceleradoras empezaron a trabajar lideradas o impulsadas o en alianza con corporaciones.
No olvidemos por otra parte que entre 2008 y 2010 fue la crisis del sistema financiero estadounidense, la crisis de Lehman, que se irradió al resto del mundo. Y eso generó como respuesta la inyección de voluminosos recursos financieros para atajar esa crisis. Esto es muy importante porque ese contexto de alta liquidez favoreció el desarrollo del capital emprendedor (venture capital) y a la vez comenzó a darse una maduración de los emprendedores, los inversores y el incremento generalizado de las políticas públicas en los países de la región.
Entonces, si al principio, en la primera década de los años 2000, el impulso fue dado más por el sector público –gobiernos y universidades–, hacia 2015 empieza a completarse el álbum: a lo que comentaba antes se suma también a América Latina –aunque con cierto rezago– el trabajo de las corporaciones con las startups.
Es decir, que empiezan a madurar algunas de las empresas nacidas 10 años antes: el tejido empresarial se nutre, de a poquito asoma la pata privada, aunque todavía sin la intensidad de los últimos diez años, cuando esos emprendedores consiguen grandes resultados y ocupan nuevos roles fundando fondos y aceleradoras. En los últimos años hemos visto un florecimiento importante de la inversión en capital emprendedor, en un contexto de exuberancia financiera a nivel internacional. Esto dio lugar a que creciera la cantidad de empresas tecnológicas, y la máxima expresión de este fenómeno es el aumento en el número de nuevos unicornios, empresas jóvenes que valen al menos 1.000 millones de dólares.
Las primeras iniciativas de universidades se fueron completando a lo largo de estas dos décadas con apoyo público que ayudó a que surgieran muchas incubadoras y aceleradoras. Así, comenzaron a hibridarse los modelos de apoyo a emprendedores, incluso con las corporaciones y el apoyo del sector público.
Por otra parte, las políticas públicas que mencionaba se dieron en un escenario internacional de holgura fiscal por parte de los gobiernos. Esto va tendiendo a perderse, entonces se reducen los presupuestos de políticas de desarrollo productivo y de emprendimiento. También inciden mucho los cambios de gobierno. Si bien se mantiene el impulso al emprendimiento, los diferentes gobiernos han introducido cambios en los enfoques. En principio, porque hay cierta ideologización del tema, a mi modo de ver equivocada: algunos sectores asocian el tema emprendedor a lo neoliberal.
En estos 20 años hubo también una evolución del marco teórico del ecosistema. A inicios de los años 2000 nosotros planteamos que el tema emprendimiento requería hacer una distinción entre aquellos que tenían ese dinamismo, esa capacidad contribuir con innovaciones, con bienes y servicios diferenciados, generar empleo, etcétera, de aquellos que eran microempresas de subsistencia o autoempleo. En ese momento, esto no estaba claro en la literatura internacional. De hecho el Global Entrepreneurship Monitor, que nació para esa época, ponía todos los tipos de emprendimientos en la misma bolsa. Nosotros decíamos que eso no tenía sentido, que había que segmentar y diferenciar, que el rol de cada tipo de emprendimiento era diferente y que su potencial era distinto: unos contribuían a la diversificación del tejido productivo, a la innovación, al empleo de calidad; y otros surgían como respuesta a limitaciones, crisis sociales, insuficiencia de los mercados de trabajo, de crecimiento de los países o de generación de empleo.
Inmediatamente, en 2002, también planteamos que este es un tema sistémico, que hay un conjunto de factores que inciden en el surgimiento y el desarrollo de estos emprendedores y emprendimientos. Puedo decir que nos anticipamos bastante a la época: en la literatura recién se empezó a hablar de ecosistema hacia el año 2010. Nosotros no hablábamos de ecosistema, sino de sistema, de entender el tema de manera sistémica, lo cual no quiere decir que haya un ecosistema necesariamente, pero sí que el enfoque interpretativo tenía que ser sistémico. Este fue un gran aporte que fuimos refinando con el tiempo.
MP: ¿De qué manera la generación de emprendimientos dinámicos puede tener un rol democratizador? ¿Considerás que existe riesgo de que la intervención pública se vuelva elitista?
HG: Yo creo que el emprendimiento puede tener un rol de democratizador muy importante a partir de las nuevas tecnologías, que ayudan a democratizar el acceso a ciertos bienes y servicios incluyendo a sectores importantes de la población. Por supuesto, hay un montón de barreras, por ejemplo estructurales, porque el acceso a la tecnología es desigual. Pero puede verse que a través de los celulares, por dar un ejemplo, la gente accede también a ciertos bienes, a instancias educativas, a la inclusión financiera o a ciertos aspectos de atención sanitaria. Además la tecnología puede ser un vehículo impresionante de movilidad social, en la medida en que las generaciones jóvenes pueden acceder a emprender; aquí también hay un potencial democratizador. Y todo este potencial requiere del acompañamiento de políticas sociales para que esas oportunidades sean aprovechadas más ampliamente.
Es cierto que existe el riesgo de que la política de emprendimiento orientada al emprendimiento dinámico innovador se vuelva algo elitista. Pero, en la medida en que estén claros los objetivos de esa política, eso no tendría por qué ocurrir. Por ejemplo, si se busca potenciar emprendimientos que ayuden a transformar la estructura empresarial y la matriz productiva contribuyendo con innovaciones, puede ser que haya gente de mayor poder adquisitivo emprendiendo ese tipo de oportunidades, pero no necesariamente. Por ejemplo, en Argentina existen programas que han formado miles de programadores en los últimos años. De la mano de estos programadores pueden surgir un montón de emprendimientos dinámicos e innovadores, en la medida en que se los impulse a que también emprendan. Esto sería democratizador, no elitista. Por otro lado, cuando uno se pregunta qué emprendimientos favorecer y por qué la importancia de los dinámicos e innovadores, también puede priorizar aquellos que contribuyan al desarrollo sostenible, a la inclusividad o a la igualdad de género.
Además no estamos diciendo que sólo hay que apoyar a los emprendimientos dinámicos e innovadores, sino que hay que segmentar porque los otros emprendimientos más de base, más sociales, requieren otro tipo de instrumentos, otro tipo de profesionales y organizaciones de apoyo. Lo peor que se puede hacer es brindar servicios de apoyo o políticas iguales para todos cuando se trata de realidades diferentes. En algunos países se concentran en una misma institución pero con unidades de negocio especializadas en diferentes perfiles de emprendimientos. En otros casos se trata de organismos diferentes: secretarías, ministerios, institutos, algunos más de desarrollo productivo y otros más de desarrollo social. Creo que el gran desafío es cómo hacer para que esos mundos se encuentren y se apoyen mutuamente.
MP: ¿Qué puntos de contacto y diferencias encontrás entre la política de promoción pyme y la emprendedora?
HG: Las políticas de emprendimiento y las orientadas a las pymes tienen muchos puntos de encuentro. Un emprendimiento es una etapa del desarrollo empresarial: una empresa nace y en sus primeros años enfrenta desafíos enormes para sobrevivir, y después consolidarse y crecer; si lo logra y alcanza un determinado tamaño se transforma en una pyme.
La diferencia central está en las desventajas de escalas y costos mayores de transacción por falta de experiencia de los proyectos que todavía no se transformaron en empresas, o son empresas recién nacidas, sin una trayectoria, sin un sendero de aprendizaje recorrido. En la literatura se habla de liability of newness: el desafío inherente a la novedad de estas empresas en el mercado. Esto no es algo que compartan las pymes que ya tienen cierta madurez. Esta diferencia debe tenerse en cuenta a la hora de implementar políticas de emprendimientos. El grueso del emprendimiento dinámico va a transformarse en una pyme, entonces esos mundos tienen que estar comunicados y los programas de política deben construir puentes sin perder su especificidad.
También dentro del emprendimiento dinámico hay diferentes segmentos. No es la misma realidad la de un emprendimiento de diseño o un emprendimiento naranja que la de una nueva empresa biotecnológica, o de tecnología digital o una plataforma: cada una tiene sus particularidades. Esta heterogeneidad es el gran desafío que enfrentan las políticas de emprendimiento efectivas.
MP: ¿En qué medida las brechas socioeconómicas impactan en el grado de evolución de los ecosistemas emprendedores provinciales de Argentina?
HG: Por un lado, hay problemas estructurales socioeconómicos que inciden en el ecosistema. La realidad de los países latinoamericanos no es la misma: por ejemplo, algunos países centroamericanos tienen estructuras sociales muy polarizadas, con una enorme base carente de recursos, de acceso a oportunidades, y en el otro polo, hay una pequeña élite.
El emprendimiento dinámico requiere de ciertas bases de capacidades, recursos y habilidades que suele tener la clase media. Por supuesto, hay excepciones: como la tecnología abre nuevas oportunidades para emprender, encontramos que hay emprendedores muy potentes que no tienen estas características. La desigualdad o la polarización en la estructura social no contribuye a que haya una amplia base de emprendedores con potencial dinámico. Entonces, cuanto más ayude la política pública nacional o subnacional a nivelar la cancha para que haya mayor igualdad de oportunidades, más amplias van a ser las bases del emprendimiento dinámico. A la vez, al contribuir al empleo de calidad, el emprendimiento dinámico debería ayudar a nivelar la cancha social.
MP: ¿Qué rol pueden cumplir los gobiernos subnacionales y nacional para revertir estas desigualdades?
HG: En Argentina la situación de Buenos Aires no es la misma que, por ejemplo, la del NOA: son estructuras sociales, realidades institucionales y culturas diferentes. Cuando surgen emprendedores potentes en los ecosistemas más incipientes o más débiles, muchas veces necesitan moverse a otros con más acceso a recursos, financiamiento, posibilidades, mercados, etcétera. Entonces, las políticas subnacionales y regionales tienen el rol fundamental de hacer que en cada lugar de un país el emprendimiento pueda germinar, pueda acceder a condiciones que no impliquen tener que migrar para poder desarrollarse. Las políticas nacionales tienen que tener en cuenta estas características diferenciales de cada subsistema o ecosistema a nivel local porque es la mejor manera de dar cuenta de estas distintas realidades.
MP: ¿Qué desafíos deben superar las corporaciones, los emprendedores y los gobiernos locales para aprovechar las oportunidades que abre la agenda de innovación abierta?
HG: El primer desafío es cómo armar el vínculo entre la gran empresa y la startup, porque son mundos organizacionales bien diferentes, que van a distintos ritmos, que tienen culturas distintas.
Por su parte, la gran empresa tiene el desafío de conseguir que ganen terreno interno las estrategias de innovación abierta. Muchas veces estas estrategias son encaradas por alguien que lleva esa bandera, ya sea por iniciativa propia o porque al directorio en un determinado momento le pareció que era una buena idea. El desafío es conseguir dos cosas: el compromiso organizacional de la gran empresa sostenido en el tiempo, y un lugar dentro o fuera de la organización que la dote de la flexibilidad necesaria como para trabajar con la startup, que es por definición flexible y ágil. Otro desafío es que todo ese potencial que tiene la gran empresa pueda ser capitalizado para estas iniciativas de innovación abierta. No todos los que lideran estas iniciativas desde las empresas tienen las características necesarias, el perfil no es cualquiera: la persona tiene que entender lo suficiente la corporación, saber construir alianzas dentro de la empresa, poder hablar el idioma de los emprendedores.
Del lado de la startup también hay desafíos, que dependen del estadio madurativo en el que se encuentre: tiene que tener paciencia, saber interactuar y aprender a hablar el idioma de la gran empresa. Es notable la diferencia entre la startup que tiene en su equipo fundador a alguien que trabajó en una corporación que la que no lo tiene. En el primer caso la startup va a poder adaptarse mucho mejor al trabajo con una corporación. Las startups también tienen que desarrollar ciertas capacidades para trabajar con una gran empresa: entender ese mundo organizacional, responder a sus requerimientos, que suelen ser más pesados, más lentos. Además, hay desafíos comunicacionales porque muchas veces el idioma no es el mismo, y la startup está acostumbrada que si algo no le funciona rápidamente lo cambia, mientras que la gran empresa no tiene ese timing.
Para llevar adelante este tipo de política pública el desafío de los gobiernos es tener un equipo que entienda verdaderamente esta temática, que pueda establecer alianzas con otras organizaciones que también pueden agregar valor. Pueden facilitar aspectos más burocráticos del Estado, pero también articular con instituciones de I+D, que pueden jugar un papel muy relevante en el enriquecimiento de estas iniciativas, de estos proyectos de cocreación entre grandes empresas y startups. Esto lo hemos visto en Brasil, con la participación de EMBRAPII [Empresa Brasileira de Pesquisa e Inovação Industrial], una organización de investigación y desarrollo muy interesante, que juega un poco ese papel.
MP: ¿Qué experiencias internacionales pueden servir a los hacedores de políticas como referencia para sus intervenciones en materia de innovación abierta?
HG: Hace unas semanas publicamos un informe basado en una investigación que hicimos para la Secretaría General Iberoamericana, en el que recopilamos experiencias de política pública que fomentan la innovación abierta de grandes empresas con startups. Por dar algunos ejemplos, la experiencia vasca, BIND 4.0, es muy interesante. Israel también tiene algunos proyectos binacionales, con Corea y Estados Unidos, por ejemplo, para que corporaciones de esos países trabajen con startups israelíes en torno a proyectos que tienen componentes de I+D importantes. En América Latina está el programa ProInnóvate, en Perú, entre otras iniciativas.
MP: ¿Qué proyectos están diseñando desde PRODEM para seguir revitalizando el ecosistema emprendedor y de innovación?
HG: Desde hace ya 13 años llevamos adelante el Seminario-Taller para Profesionales del Ecosistema Emprendedor. Este año se va a hacer en San Pablo, del 14 al 17 de mayo. A lo largo de estos cuatro días buscamos favorecer el desarrollo de capacidades y contactos a través del networking, el intercambio de experiencias entre distintos actores de los ecosistemas: universidades, incubadoras, aceleradoras, gobiernos, etcétera.
También tenemos, junto con el BID, un certificado de desarrollador o desarrolladora de ecosistemas de emprendimiento e innovación, que es una instancia formativa remota que dura unos dos meses. Es interesante porque tiene módulos en los que se profundiza lo que se vio en el seminario-taller que mencioné antes, y después los asistentes tienen que realizar un trabajo colaborativo para desarrollar ecosistemas.
Más recientemente, el año pasado, iniciamos el Grupo de Ecosistemas Inteligentes de América Latina (GEIAL). Los miembros que participan de este grupo, de distintas ciudades y áreas de influencia, forman parte de una experiencia con varias instancias de encuentro a lo largo de un año. Allí se conocen y trabajan en la medición de sus ecosistemas, en la elaboración de reportes que retratan en qué situación están sus respectivos ecosistemas, sus prioridades y también se comparten e intercambian experiencias y buenas prácticas.
Después hay otras iniciativas que tienen más que ver con la realización de reportes, de estudios. Por ejemplo, todos los años publicamos un reporte de condiciones sistémicas a nivel de los países, con un análisis no sólo de los países de América Latina sino a nivel global. Dependiendo de la data disponible, incluye entre 40 y 50 países. Además, entre otros estudios en los que estamos trabajando, el año pasado hicimos por primera vez uno sobre las características de los unicornios latinoamericanos a nivel no sólo de empresa, sino de las trayectorias de sus fundadores antes de su creación, o de creación de empresas científico-tecnológicas, desarrollo de emprendimientos en ciudades intermedias, entre otros.
Por Gonzalo Brizuela y Mercedes Menga