Cadena de Valor | Donde hubo fuego… ¿qué queda?

En este #CadenadeValor recorreremos un poco la estructura productiva de Corrientes, para entender los daños que está provocando los incendios, sus costos, la pérdida económica que se genera y también la vinculación que tiene esta problemática con el impacto de la producción en el ambiente.

Cadena de Valor | Donde hubo fuego… ¿qué queda?

¡Buen día! ¿Cómo les va? Espero que tengan planes para disfrutar como más prefieran el fin de semana largo.

Este pequeño párrafo introductorio se convirtió en una especie de diario personal que me permitió compartir con ustedes. En algunos casos les contaré sobre mis actividades, sobre mi vida o sobre mi estado de salud –que les juro que era bastante más resiliente que lo mostrado en estas cuatro semanas–, y otras veces les compartiré algunas reflexiones que me revoloteen por la cabeza y sienta que merezcan la pena ser contadas. Hoy simplemente oficializo que este párrafo continuará siendo una especie de mini-blog semanal.

Argentina en llamas

Hace algunas semanas que el país se viene prendiendo fuego. Uno podría pensar que esto es una metáfora de la coyuntura económica y política en la que vivimos, que no nos da respiro y que constantemente nos hace agarrar la cabeza mientras soltamos al aire “¿y ahora qué pasó?”, pero en este caso es también una afirmación literal. El Noreste de nuestro país tiene ya varias semanas encima de incendios, que han arrasado con explotaciones agropecuarias, bosques nativos y plantaciones forestales, esteros y otras zonas, con epicentro en la provincia de Corrientes.

Estos incendios no son algo nuevo en el país, sino que es una problemática regular del NEA y que en esta ocasión se ve intensificado por el período de sequía. Tampoco estos incendios que vemos en la tele hoy son algo que hayan arrancado hace unos pocos días: hace dos semanas les había comentado que viajé a Reconquista por trabajo, en ese viaje, aterricé en la ciudad de Resistencia y desde el avión se veían chiquitos ya varios focos de incendio en campos cercanos a la ciudad, con columnas de humo que subían con el viento. La vuelta la emprendimos desde el aeropuerto de Corrientes dos días después y ya toda la ciudad estaba cubierta de “niebla”, que no era otra cosa que una gran capa de humo generada por los incendios que venían comenzando. A lo largo de las últimas dos semanas esto se fue intensificando, y de acuerdo al informe del INTA del 18 de febrero la expansión del fuego llegó a un pico de 30.000 hectáreas por día, con lo que ya afectó en total a más de 785.000 hectáreas en Corrientes, un 8,8% de la superficie de la provincia. Por suerte, ayer llovió y están pronosticadas más lluvias para mañana y pasado, así que esperemos que esto termine pronto.

La catástrofe está generando daños por todos los frentes: por un lado, está el impacto ambiental que daña el ecosistema, la biodiversidad y ponen en peligro el hábitat de animales, así como también se pierden las forestaciones que fijan dióxido de carbono. Por otro lado, está el impacto económico, que viene asociado a la pérdida de producción en cultivos y forestación. Dado que la magnitud de la catástrofe y su impacto ambiental ya los están cubriendo distintos medios y de forma extensiva, la idea es que en este #CadenadeValor recorramos un poco la estructura productiva de la provincia, para entender los daños que está provocando, los costos y la pérdida económica que se genera y también la vinculación que tiene esta problemática con el impacto de la producción en el ambiente.Cadena de Valor | Donde hubo fuego… ¿qué queda?

Arranquemos por la pérdida económica. Según declaraciones del Gobernador de la provincia de Corrientes, Gustavo Valdés, se estima que los daños causados por los incendios sobre explotaciones productivas alcanzarían los 26.000 millones de pesos aproximadamente, entre cultivos, ganadería y silvicultura afectada. Estas estimaciones incluso podrían quedarse cortas, porque se hicieron cuando la superficie incendiada rondaba las 500.000 hectáreas. En el corto plazo, esto implica pérdidas de cosecha para la campaña 2021/22 en arroz, yerba o cítricos y también la destrucción de apiarios, el incendio de plantaciones forestales y también la pérdida de pastizales para ganadería. Para cuantificar, el impacto es de aproximadamente un 15% de la producción agropecuaria anual de la provincia y un 2,7% del total de su Producto Bruto Geográfico. Esto se va a sentir también en la oferta total en el mercado doméstico en el corto plazo: Corrientes concentra un tercio de la superficie forestal implantada a nivel nacional, 45% de la superficie arrocera y 29% de los cítricos dulces.

Pero también existe un daño de largo plazo, puesto que reduce las capacidades productivas para el futuro: tanto las forestaciones como algunos cultivos –como la yerba mate y los cítricos, dos de las principales actividades agrícolas de Corrientes– requieren varios años de crecimiento, mientras que en el caso de la ganadería se espera que se vea afectado su ciclo reproductivo para 2022/23. En este último caso, la provincia concentra un 10% del stock ganadero nacional concentrado en las zonas más afectadas, por lo que deberán avanzar en una relocalización porque se espera que los campos no puedan alimentar animales por dos a tres años. Esto probablemente ponga más presión sobre el precio de la carne, una de las mayores preocupaciones de la Secretaría de Comercio Interior. Por el lado de la yerba mate, el cultivo requiere cuatro años de inversión hasta contar con material de cosecha. Según distintas fuentes, producto de los incendios se perdió entre el 60% y el 70% de los yerbales correntinos –que concentran alrededor del 20% de la producción nacional– y también se habría dañado parte de la producción misionera. Dado su ciclo productivo, la menor oferta impactaría en el mercado en 2023.

Esto mismo pasa también con la producción cítrica y forestal, con plazos incluso más largos de inversión. El daño provocado por los incendios, en consecuencia, va a alterar fuertemente la capacidad productiva provincial. A estas pérdidas económicas se les deben agregar las pérdidas indirectas generadas por la reducción de la actividad económica en la provincia: menor industrialización de bienes primarios, menos transporte, menos demanda de servicios y un menor efecto multiplicador por el lado del consumo. Y si encima de esto le sumás la magra cosecha esperada incluso en las explotaciones que no fueron afectadas por el fuego, pero sí por la sequía, el combo completo es desastroso.

Todo este escenario ha llevado a que el Gobernador declare hace unas semanas el estado de desastre agropecuario, otorgando beneficios fiscales y asistencia técnica y financiera por parte del Ministerio de Producción provincial a los productores afectados. Por el lado del Gobierno Nacional, casi se triplicó el presupuesto destinado al Servicio Nacional de Manejo de Fuego (incrementándolo hasta los $ 6.700 millones para 2022) y el Ministro de Agricultura Julián Domínguez firmó un convenio con el gobierno provincial para otorgar Aportes No Reembolsables por $ 200 millones y anunció que se pondrán a disposición líneas de financiamiento especiales para productores afectados a través del FONDEP del Ministerio de Desarrollo Productivo por otros $ 500 millones. Las imágenes de los incendios y la catástrofe ambiental incluso generó una gran movilización de la sociedad civil –el reconocido influencer Santiago Maratea recaudó más de $ 100 millones en apoyo, que se destinarán a la compra de equipamiento– y también se desplazaron equipos hidrantes y personal desde la provincia de Buenos Airesde Brasil y de Bolivia, entre otros, por una situación que ya pone en vilo a todo el subcontinente.

Ahora bien, cabe preguntarse por qué tenemos que ver y vivir estas escenas dramáticas. Y cabe responder que el inicio de los incendios suele estar vinculado a las actividades productivas. Al respecto consulté a Sebastián Bonnin, que es ingeniero forestal especializado en mejoramiento genético y silvicultura en el INTA, y lo primero que me dijo fue que “los incendios a esta escala no se apagan, se previenen”. En este sentido, bien pueden existir incendios accidentales, “pero también los sistemas forestales y agroganaderos tienen prácticas que incluyen el fuego post-cosecha, para reducir los residuos o biomasa sobrante y preparar el campo para la plantación o la siembra”. Esta práctica es bastante común, y si bien en otros países se utiliza menos porque se reaprovecha más esa biomasa para reincorporar nutrientes al suelo –algo que acá requiere una inversión de capital muy alta–, “existe toda una disciplina forestal de manejo de fuego para evitar que se propaguen”.

Pero si esto es habitual, ¿por qué esta vez alcanzó tanta magnitud? Bonnin me explicó que “se conjugaron muchas variables: más de dos meses sin lluvia, olas de calor altísimo, humedad relativa muy baja, una bajante histórica del Paraná por dos años de sequía en Brasil sentaron las condiciones para la catástrofe”. En la misma línea, otros expertos entrevistados por ElDiarioAr señalan además que varias inundaciones en años previos acumularon vegetación en esteros, lagunas y humedales, y junto a estos dos años de escasas lluvias esa vegetación se convirtió en un combustible altamente inflamable que propagó el fuego –algo sobre lo que ya advertía el Ministerio de Ambiente en agosto del año pasado–.

¿Y es solo una cuestión natural? Aprovechando el aporte de Bonnin, le pregunté también si están bien fundadas las preocupaciones planteadas por organizaciones ambientales, que básicamente se resumen en que las plantaciones forestales tienen una mayor inflamabilidad que los bosques nativos. Y me contestó que suena lógico, que “sin duda un bosque nativo es un sistema mucho más complejo que una forestación, son mucho más heterogéneos e irregulares y eso puede dificultar el avance del fuego, mientras que los sistemas productivos suelen funcionar como ‘fotocopias’ que pueden facilitar el avance; por eso es muy importante el manejo del fuego”. En particular, Corrientes además tiene importantes plantaciones de pinos, que por su condición de especie resinífera están entre las más inflamables.

La crisis ambiental en Corrientes despierta discusiones postergadas sobre la interacción entre la actividad productiva y el medio ambiente. No de las vinculadas al cambio climático –que sí está en permanente debate– sino asociado a la complementariedad y compatibilidad de la actividad económica agropecuaria y forestal con el entorno. Es importante entender que esta problemática no tiene solo un costo ambiental o de biodiversidad: lo que vemos hoy en Corrientes –e intenté mostrar en este newsletter– refleja que también tiene un costo económico en la propia actividad productiva. Bonnin me explicaba que es complejo compatibilizar los sistemas productivos con algunas funciones ecológicas: “estas se pierden cuando se sobresimplifica para producir, algo que tal vez en el futuro se pueda resolver con sistemas mixtos como recomienda la FAO”. Si bien todavía no resultan rentables, “existen experiencias en etapa experimental muy interesantes” que pueden hacer la producción forestal ecológicamente más sustentable. Compatibilizar ambos es el camino del desarrollo productivo.

Si queres saber más del tema, te dejo algunas cositas que te pueden llegar a interesar:

Para no hablar sin saber sobre el accionar gubernamental, les recomiendo que lean sobre qué es y cómo funciona el Sistema Nacional de Manejo de Fuego del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible. Además, les dejo el link para leer los reportes diarios de incendios que tiene el SNMF.

Un documento de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) que refleja el estado actual de los bosques en el mundo y la interacción tripartita entre la actividad humana, los bosques y la biodiversidad.

Sobre los sistemas mixtos de explotación forestal, les dejo una publicación de bastante fácil lectura de Sebastián Bonnin y compañía sobre revisión de experiencias previas para la silvicultura.

Otros temas para seguir de cerca:

Ayer martes el Ministro de Desarrollo Productivo resolvió la creación de dos instituciones de vinculación entre la actividad minera y la sociedad civil: el Sistema de Información Abierta a la Comunidad sobre la Actividad Minera Argentina (SIACAM) y la Mesa Nacional sobre Minería Abierta a la Comunidad (MEMAC). Mientras que la primera apuntará a hacer pública información fundamentalmente estadística sobre la minería en el país, la segunda tendrá por objetivo abrir los debates sobre los beneficios y riesgos del desarrollo de la actividad. Esta parece una muy buena iniciativa para generar decisiones más participativas y debates más informados respecto a la minería, para que proyectos productivos no se demoren o empantanen producto de discusiones desinformadas.

 Por otro lado, esta semana se mencionó bastante la posibilidad de crear una Empresa Nacional de Alimentos, a propuesta de una parte del oficialismo. Si bien la idea inicialmente apuntaba a que el estado participe en el mercado como productor y oferente, a lo largo de los días se fue desdibujando, la portavoz de la Presidencia evitó referirse directamente al proyecto y hoy se habla del Estado participando como comprador y distribuidor. Si el proyecto avanza, puede que tomemos el tema en algún #CadenadeValor para charlar sobre el rol del Estado en la estructura productiva.

Autobombo #1: la semana de Misión Productiva.

Hablando de minería, les recomiendo que lean la nota de Gonzalo Fernández y Manuel Cruz sobre el aporte de divisas que realiza el sector minero al país, un artículo que sirve mucho para desasnarse sobre todo el potencial que tiene la minería a nivel macroeconómico también.

Por otro lado, también publicamos un artículo muy bueno de Leandro Navarro sobre los cambios que está atravesando el comercio exterior y las cadenas globales de valor, en un marco de Brexit, guerra comercial EEUU-China, pandemia COVID y mucho más que han alterado fuertemente las estrategias de abastecimiento de las empresas (y los países)

Esta semana no vamos a tener #MisiónAlEspacio, así que si no tuviste la oportunidad de escucharlo te recomiendo el que hicimos la semana pasada sobre energía nuclear con Adriana Serquis, presidenta de CNEA, que salió muy bueno. ¡Nos escucharemos la próxima semana!

Este newslettertuvo una perspectiva muy provincial y federal, algo que muchas veces se omite y que resulta un componente imprescindible para pensar el desarrollo de forma integral. Desde Misión Productiva nos parece de gran importancia federalizar estas discusiones, y espero desde este humilde espacio poder hacer también un aporte para eso.

Un abrazo y nos leemos la semana que viene.
Pablo

­Si queres recibir todos los miércoles #CadenadeValor, el newsletter de Misión Productiva, suscribite acá