¿Registramos todos nuestros recursos y toda nuestra producción? Crítica a las Cuentas Nacionales

Sistema de cuentas nacionales
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El sistema de cuentas nacionales, de ahora en más SCN, es creado con el fin de proporcionar información económica del país. En este esquema vemos cómo se integran y vinculan económicamente los distintos sectores y qué transacciones existen entre los mismos. Asimismo, en la construcción de esta información se toma un conjunto diverso de decisiones fundamentadas tanto en la teoría económica como en decisiones políticas. En este sentido, son variadas y complejas las limitaciones que se pueden dar en el proceso de recolectar y procesar los datos. Para que esto sea eficiente (no en término Pareto) y útil es necesario marcar limitantes conceptuales, alcances y composiciones, de manera que podamos tener un universo definido. Dado este marco, al ver el SCN integrado vemos una armonía y precisión, o por lo menos, así nos lo presenta el manual.

En la configuración del SCN, se parte de la Riqueza Nacional de Apertura, luego, ocurren todas las operaciones flujo (producción de bienes de consumo finales, producción de formación bruta de capital, generación de ingresos, pagos de salarios, beneficios, ahorros, financiamiento) y, finalmente, la Riqueza Nacional de Cierre. De esta manera, se abarcan los procesos de producción, los costos asociados, la asignación, el ahorro, uso del ingreso y las cuentas de acumulación. En relación a lo señalado anteriormente, resulta indiscutible conceptualizar la principal cuenta que hace al sistema: la cuenta producción.  

Esta nota busca visibilizar algunos de los sesgos que presenta el SCN, a partir de las limitaciones que presenta la cuenta producción, tales como no registrar el Trabajo Doméstico no Remunerado (TDNR), la formación profesional y técnica de la ciudadanía y la registración del estado de biodiversidad.

Producción ¿registramos todo lo producido? 

Antes de analizar técnicamente el concepto de producción del SCN, es necesario que nos detengamos a pensar de qué hablamos cuando decimos producción. Según Marx, la producción se encuentra atravesada por un proceso del desarrollo histórico, en otras palabras, se encuentra determinada por la época histórica y las relaciones de poder entre las clases sociales. De aquí podemos comprender que la producción no fue, no es, ni será la misma en todos los momentos históricos. Hacer un análisis de la situación productiva del país, ahistórica y desterritorializada, nos lleva a no entender el propio funcionamiento del sistema económico, la articulación de los múltiples sistemas, relaciones de poder y, dentro de ella, las relaciones de género. Por lo cual, es importante entender la heterogeneidad, las transformaciones y la complejidad de lo que producimos. Haciendo este análisis, estaremos más cerca de entender dónde estamos, quiénes somos, el momento histórico que nos atraviesa y cuales son las relaciones de poder. Por eso, su registro debe reconocer y deconstruir aquellos indicadores con grandes sesgos patriarcales, neoclásicos y antiambientalistas.  

Examinaremos brevemente ahora, cuáles son las recomendaciones internacionales, dónde se definen los alcances y limitaciones de la producción. Según la ONU:

«La actividad de la producción es fundamental. En el SCN, la producción se entiende como un proceso físico, realizado bajo la responsabilidad, control y gestión de una unidad institucional, en el que se utilizan mano de obra y activos para transformar insumos de bienes y servicios en productos de otros bienes y servicios» (ONU et al., 2008; pág. 7)

Y, define explícitamente:

«El SCN incluye dentro de la frontera de la producción toda la producción realmente destinada al mercado para su venta o trueque. Incluye asimismo todos los bienes o servicios suministrados gratuitamente a los hogares individuales, o proporcionados colectivamente a la comunidad por las unidades gubernamentales o las ISFLSH» (ONU et al., 2008; pág. 7)

En este sentido, el criterio básico para entender la cuenta producción es la existencia de propiedad y su generación de beneficios económicos. Y contempla, a los activos físicos o materiales, inmateriales y financieros. No obstante,  la cuenta producción no contabiliza:

“Los servicios prestados por los hogares para uso propio dentro del hogar ( o sea, todos los servicios domésticos tales como la educación de los hijos, la preparación de comidas, el aseo de la casa, etc., salvo el servicio doméstico remunerado que sí queda dentro de dicha frontera)”. (PROPATTO, 2008, pág 27)

Con respecto a esto, la decisión de no registrar el trabajo doméstico no remunerado, ni siquiera como una cuenta satélite, nos demuestra que el sistema de Cuentas Nacionales está pensado desde el paradigma dominante de las ciencias económicas: la teoría neoclásica. De ahí que, es patriarcal y tiene sesgos androcéntricos. El patriarcado opera en la construcción social de lo privado-doméstico, en las casas. Dejando a las mujeres sometidas a dos lugares: el hogar y el trabajo doméstico.  Dicho lo anterior, el sesgo androcéntrico es una visión que tiene como eje central las experiencias y punto de vista de los hombres, es decir, lo masculino como sujeto generalizado, en otras palabras, es el parámetro que define lo económico. Y es indiscutible que este concepto de hombre no representa a todas aquellas personas que se identifiquen como tal, sino a quienes son representados por ser varones, adultos, blancos, burgués y heterosexuales, de ahora en más BBVAH. En consecuencia, quedan excluidos muchos actores de la vida social (mujeres, disidencias y algunos varones) y con ella todas las relaciones de géneros del mismo sistema económico. 

Es evidente que esta manera de describir y pensar la económica es injusta, porque termina estudiando solo espacios realizados por el agente representativo (el BBVAH) y que se desarrollan dentro del mercado (un mercado que deja atrás todas aquellas transacciones que no tienen una contrapartida monetaria). Dicho brevemente, no registrar el trabajo doméstico y de cuidado no remunerado es invisibilizar la importancia de los cuidados para el sostenimiento del sistema de producción y reproducción, y negar la relevancia económica que históricamente tuvieron las mujeres. 

Con respecto al cuidado es necesario entenderlo como aquellas actividades que realizamos para el sostenimiento de la vida, tanto la propia, la colectiva,  la social y la económica. Según Rodríguez:

El cuidado alude a “las actividades indispensables para satisfacer las necesidades básicas de la existencia y reproducción de las personas, brindándoles los elementos físicos y simbólicos que les permiten vivir en sociedad. Incluye el autocuidado, el cuidado directo de otras personas (la actividad interpersonal de cuidado), la provisión de las precondiciones en que se realiza el cuidado (la limpieza de la casa, la compra y preparación de alimentos) y la gestión del cuidado (coordinar horarios, realizar traslados a centros educativos y a otras instituciones, supervisar el trabajo de la cuidadora remunerada, entre otros). El cuidado permite atender las necesidades de las personas dependientes, por su edad o por sus condiciones/capacidades (niños y niñas, personas mayores, enfermas o con discapacidades) y también de las personas que podrían autoproveerse dicho cuidado” (Rodríguez Enriquez y Marzonetto, 2015: p. 105).

Parece contradictorio pensar que en los principales objetivos del Sistema de Cuentas Nacionales se encuentra en la construcción de datos para conocer la estructura económica y social del país, pero al excluir el trabajo doméstico no remunerado, no es posible identificar una de las múltiples conformaciones e interacciones del sistema económico y los principales vectores de desigualdad entre varones y mujeres: los cuidados. Estos son la base para la sostenibilidad y calidad de la vida. Según Rodríguez:

«En cuanto al trabajo no remunerado, este cumple con un doble rol dentro del sistema económico. Por un lado, produce fuerza de trabajo materialmente, alimentándose y cuidándola, pero también simbólicamente, transmitiéndole valores esenciales para desempeñarse en la sociedad. Por el otro, garantiza el bienestar efectivo de la población, mediando entre la adquisición de bienes y servicios y su consumo (por ejemplo, entre el acceso a bienes alimenticios y su consumo luego de ser preparados, servidos en una mesa familiar, en un ambiente limpio, etc.)» (Rodríguez Enríquez, 2015). 

Según el informe del INDEC (2013) de Encuesta sobre Trabajo No Remunerado y Uso del Tiempo, dos tercios de las tareas de cuidados son realizadas por mujeres. La sobre participación de las mujeres en las esferas del cuidado, nos permite entender una de las bases de las desigualdades de género. No disponer de tiempo para otras actividades (creativas, laborales o del ámbito que fuere) hace que las mujeres no puedan participar más tiempo en trabajos remunerados, o que necesiten trabajos que sean flexibles, los cuales terminan siendo, dentro del mercado de trabajo, los de más baja remuneración. 

Vimos cómo, aún dada la importancia económica y social del trabajo no remunerado, éste no es registrado en el SCN. Esto nos habla de un concepto de trabajo que sólo contempla a aquel que tiene un reconocimiento monetario. Esta manera de definirlo limita el entendimiento de la realidad económica, ya que el trabajo no siempre está atravesado por una relación laboral (¿Qué pasa con la informalidad o la marginalidad social?), ni es aquel que sólo se remunera. 

La riqueza de los Ecosistémicos

La lucha por el reconocimiento del medio ambiente tiene un punto de inflexión histórico donde se legitima la necesidad de responsabilizarnos por el deterioro que le generamos al medio ambiente. En 1987, cuando se crea la Comisión Mundial sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo de la ONU, se propone una nueva perspectiva de desarrollo sostenible como el principio para el desarrollo mundial a largo plazo. Consta de tres pilares: lograr, de manera equilibrada, el desarrollo económico, el desarrollo social y la protección del medio ambiente. En este contexto, es creado el informe de Brundtland donde se plantea incorporar la naturaleza y transformación del desarrollo sostenido. 

El informe define al desarrollo sostenido como aquel que atiende a las necesidades del presente sin comprometer las capacidades de las generaciones futuras de satisfacer las propias”  y se introducen dos conceptos importantes: por un lado, la intertemporalidad, es decir, reconocer la preservación de los recursos naturales para las próximas generaciones. Y, por otro, el reconocimiento de las intersecciones entre objetivos ambientales, económicos y sociales, a través de reconocer las necesidades del presente.

En el SCN no se incluye la registración de la naturaleza, por lo cual no se tiene información con respecto al nacimiento, crecimiento y destrucción de la misma. Sabemos que cada país construye sus datos estadísticos adaptándolos a sus necesidades y posibilidades en términos de capacidades técnicas y financieras, de allí que el Sistema tiene un atributo importante en su flexibilidad. Por consiguiente, no se comprende el motivo de seguir negando el registro de la situación ambiental de manera sistémica. 

Varios países en el mundo y en la región están desarrollando cuentas ambientales integradas a las cuentas económicas nacionales, en concordancia con la metodología diseñada por la División de Estadística de las Naciones Unidas (DENU). 

Según la CEPAL, se puede definir de manera simple el capital natural como un conjunto de dinámicas valiosas que la naturaleza provee a los seres humanos, que incluye la formación y regeneración de los recursos naturales y de donde fluye constantemente una serie de servicios ambientales. En este sentido, la medición del capital natural presenta serias dificultades metodológicas, pues se compone de múltiples dinámicas distintas, heterogéneas y complejas. Sin embargo, no cuantificar y continuar su uso y degradación e incluso su pérdida, es inaceptable incluso desde la visión más tradicional de la economía. 

Se considera que el capital natural compromete tres categorías principales: stock de recursos naturales, tierra y ecosistemas. Estos elementos son considerados como esenciales en el desarrollo sostenible de largo plazo, por su entrega de “funciones” a la economía, así como también a la humanidad fuera de la economía y a otros seres vivientes. Esta información proviene del Manual del Sistema de Contabilidad Ambiental y Económica Integrada, SCAEI (Integrated Environmental and Economic Accounting, IEEA). Resulta conveniente considerar estas funciones dentro de uno de los siguientes grupos:

  • Funciones de recursos: cubren los recursos naturales llevados a la economía para convertirlos en bienes y servicios para el beneficio de la humanidad
  • Funciones de sumidero: absorben los productos no deseados por la producción y el consumo (agotamiento de los gases provenientes de la combustión o procesos químicos)
  • Funciones de servicios: proveen el hábitat de todos los seres vivientes de la tierra, incluidos los humanos. Estas son conocidas como funciones de sobrevivencia, si la calidad o cantidad de éstas funciones disminuye, la biodiversidad se encuentra amenazada, incluso la especie humana. También están las conocidas como funciones de amenidad, que conciernen exclusivamente a los seres humanos. No todas las funciones de servicios son esenciales en el mismo grado, pero mejoran la calidad de vida.

En este contexto, nuestro país se adhirió a la Agenda 2030 para el desarrollo sostenible, donde asume un conjunto de compromisos que tienen en cuenta tres aspectos inseparables para su consecución: el aspecto social, económico y ambiental.  

Dentro de los cuales, se consideran metas como: promover el uso sostenible de los ecosistemas terrestres, la lucha contra la desertificación, detener e invertir en la degradación de las tierras y frenar la pérdida de la diversidad biológica, energía asequible y no contaminante, ciudades y comunidades sostenibles, acción por el clima, vida submarina, vida de ecosistemas terrestres, entre otros. 

En el marco de esta agenda, el INDEC se encuentra discutiendo la construcción de un Sistema de Contabilidad Ambiental-Económica. Este sistema es una norma internacional, creada por la Comisión de Estadística de las Naciones Unidas, en marzo de 2012. El objetivo principal es proporcionar un marco conceptual para la creación de una base estadística para la contabilidad económica y ambiental. En la misma, se trata de comprender la interacción de la economía y el medio ambiente, y describir la existencia de activos ambientales y sus variaciones. El Marco Central del SCAE está basado en conceptos, definiciones, clasificaciones y normas de contabilidad convenidos. De aquellas a destacar se encuentra la definición de activos ambientales que son elementos naturales de la Tierra, vivos o inertes, que en conjunto constituyen el ambiente biofísico que puede proveer beneficios a la humanidad. Esta definición permite incorporar a los recursos naturales eliminando el supuesto de que deben generar algún beneficio económico, algo que es un requisito para registrarse en el SCN (como vimos al principio de la nota). También permite la incorporación de los ecosistemas como complejos dinámicos de comunidades de plantas, animales y microorganismos, y su entorno inerte, que interactúan como unidades funcionales.

Conclusión

Nuestro SCN es incapaz de mostrarnos las interacciones dinámicas que ocurren en las esferas productivas y reproductivas de nuestra sociedad. Los espacios donde participan mayoritariamente las mujeres, las disidencias y los sectores marginados socialmente quedan parcial o completamente excluidos del análisis e interpretación económica. El trabajo doméstico no remunerado nos demuestra varias cosas: por un lado, que existe un mundo de trabajo que es mucho más amplio de aquel que ocurre dentro de las esferas monetizadas; por otro lado, que esta es una actividad económica que hace a la base de nuestra subsistencia; y por último que, la desigual distribución de las tareas del cuidado son el principal vector de las desigualdades de género. En este sentido, nos resulta necesario reconocer y visibilizar los sesgos androcéntricos presentes tanto en las teorías como en la práctica.

Nos preguntamos ¿Tenemos un correcto discernimiento de la realidad si quitamos el trabajo doméstico no remunerado de nuestras cuentas? ¿Cómo podemos ser conscientes de la relevancia económica de los TDNR si no es registrado por la institución que legitima la economía y su respectiva producción?

Asimismo, sabemos de infinidad de situaciones donde se encuentra interrelacionado el medio ambiente, la economía y la sociedad. Pero, para observarlas, contextualizarlas y aplicar políticas públicas para su equidad, es necesario un sistema de datos estadísticos basados en conceptos comparables que permitan analizar de manera eficiente esas relaciones e instrumentar métodos para valorar los aspectos ambientales en la perspectiva del desarrollo sostenible.

La sistematización y construcción de cuentas ambientales nos permitía tener un registro de las unidades físicas y monetarias de los activos naturales, en otras palabras, la disponibilidad, el agotamiento y el stock de estos. A través de cuentas flujos se tendría registro de las variaciones en los flujos de estos recursos, y también, se podría registrar cuánto es el gasto en protección ambiental. La compilación sistemática de cuentas ambientales y económicas con perspectiva de género como parte de un programa de estadísticas oficiales nos proporciona información útil para la elaboración de la política nacional, aunque también, nos sirve para pensar y trabajar en conjunto con la región, mejorar nuestra relación con el medio ambiente, con el cuidado la naturaleza y encontrando un equilibrio donde podamos vivir sin poner en riesgo la existencia de otros seres vivos. 

Y sabiendo que no registramos todo lo que producimos, ni registramos todo lo que tenemos, ¿es legítimo el valor de riqueza que dice que tenemos las cuentas nacionales? O tan solo es un número subestimado. 

Por Alejandra Alderete y María Luz Assmann