La industria espacial es un sector de alta tecnología dominado por las grandes potencias económicas globales en el que algunos pocos países en desarrollo han realizado inversiones para generar capacidades tecnológicas y productivas. Uno de ellos es Argentina, que ha logrado poner ocho satélites en órbita bajo la dirección de la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (CONAE) y ARSAT, y con INVAP como principal contratista. Si bien estos hitos han motivado varios trabajos de investigación sobre el sector desde una perspectiva económica, aún existe escasez de información en algunas dimensiones de especial relevancia para el diseño de políticas públicas. Este trabajo busca reducir esas brechas de información, identificando las oportunidades y obstáculos existentes para potenciar los encadenamientos aguas arriba en la cadena de valor espacial y los derrames de conocimiento hacia otros sectores. Asimismo, se propone desarrollar algunos lineamientos iniciales de política tendientes a aprovechar las oportunidades y mitigar los obstáculos identificados.
La cadena de valor espacial
En el ecosistema espacial argentino se encuentran presentes actores en cada uno de los eslabones de la cadena de valor del sector espacial. En el eslabón de Centros de I+D encontramos, en primer lugar, a la CONAE, que además de ser la agencia espacial nacional realiza actividades de I+D. En segundo lugar, se identifican universidades, laboratorios y otros actores como la CNEA, el Grupo de Ensayos Mecánicos Aplicados (GEMA) de la Universidad Nacional de la Plata o el Centro de Investigaciones Ópticas (CIOp) del CONICET, entre otros. Muchos de los centros de I+D también se encuentran en el siguiente eslabón de la cadena por ser proveedores de componentes y servicios asociados a las misiones satelitales; por ejemplo, el Departamento de Energía Solar (DES) de la CNEA desarrolló celdas y paneles solares para su uso en el espacio, los cuales se utilizaron en los satélites SAC-A y SAC-D, y ha provisto los paneles solares para los satélites SAOCOM. El GEMA, por otra parte, realiza el diseño y la construcción de equipos automatizados para diversos fines, y el análisis de productos específicos con el fin de evaluar que estos cumplan con los estándares de calidad. En esta última función, llevó a cabo un análisis estructural y térmico del instrumento NIRST del SAC-D/Aquarius. El CIOp, por su parte, realiza análisis, diseño y desarrollo de técnicas de caracterización, dispositivos y sistemas ópticos. Entre sus desarrollos se encuentran soldaduras láser para CONAE y la empresa de lanzadores VENG S.A. (ver más abajo); además, participó en el proyecto SABIA-Mar (una iniciativa de cooperación entre Argentina y Brasil para el lanzamiento de sendos satélites nacionales para el estudio del mar; se espera que el satélite argentino sea lanzado en 2022) desarrollando cámaras multiespectrales. Adicionalmente, provee servicios de asesoramiento intensivos en conocimiento tanto a entes públicos como privados.
El actor principal en el eslabón de fabricantes es INVAP, debido a su capacidad para llevar adelante proyectos satelitales completos (a excepción del lanzamiento). La Facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional de La Plata también planea incursionar en el desarrollo de misiones satelitales propias a partir del anuncio en julio de 2020, en el marco del proyecto Satélite Universitario que sostiene el Centro Tecnológico Aeroespacial de la Facultad, de la apertura de una convocatoria para desarrollar su primer satélite CubeSat destinado (potencialmente) a realizar estudios del suelo y el agua, y ayudar en la detección de incendios y cambios meteorológicos. En el segmento de fabricación de satélites también se ha identificado una startup argentina, Innova Space, que pretende lanzar una constelación de 100 satélites para proveer servicios de internet de las cosas (IoT, por sus siglas en inglés).
Dentro del sector privado se destaca la empresa Satellogic, fundada en 2010, que desarrolla satélites, los opera y utiliza la información que recolectan para proveer distintos tipos de servicios. Hasta el momento lleva lanzados 21 satélites, cuenta con más de 200 empleados y tiene sus actividades repartidas en varios países: I+D en la Argentina, integración en Uruguay, desarrollo de software en Israel y España, y desarrollo de negocios en Estados Unidos, donde además hay equipos de venta, al igual que en Colombia, Canadá e Israel.
Otro actor importante en el eslabón de fabricantes es la empresa VENG, que opera como desarrolladora de lanzadores, y que actualmente comercializa los servicios provistos por la misión SAOCOM. Se trata de una empresa cuyo capital pertenece casi totalmente a la CONAE y que ha funcionado como la principal contratista de sus proyectos de lanzadores. En el desarrollo de lanzadores también existen algunas startups argentinas como TLON, EPIC y LIA, sobre las cuales no se cuenta con mucha información.
Por el lado de los proveedores de insumos y subsistemas se estima que existen alrededor de 50 empresas e instituciones nucleadas en cuatro puntos a lo largo del país: Bariloche, Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA), Córdoba y La Plata. Por citar algunos ejemplos, en Bariloche se ubican proveedores de INVAP como Mecánica 14; en CABA, la empresa Sade; en Córdoba, empresas como ASCENTIO y DTA, y finalmente en La Plata, el ya mencionado GEMA. Varias de estas empresas proveedoras son socias de la Cámara Argentina Aeronáutica y Espacial (CArAE). Otro actor que podría ubicarse en este eslabón de proveedores, aunque en este caso de servicios, es CEATSA. Es una empresa creada en 2010 e inaugurada en 2013, perteneciente en un 89,5% a INVAP y un 10,5% a ARSAT, cuyas instalaciones se ubican en el predio de INVAP, y son operadas por su personal. El objetivo de esta empresa es brindar servicios de ensayos de alta complejidad a las industrias satelital, aeronáutica, electrónica, automotriz, de defensa, de energía y de bienes de capital en general.
Aunque existen muchos operadores satelitales, que proveen capacidad satelital, con pisada (cobertura) sobre Argentina, en la actualidad el único operador de satélites de telecomunicaciones argentino es ARSAT. Tanto las empresas extranjeras de satélites de comunicaciones como ARSAT, que venden capacidad satelital, como otras que ofrecen imágenes satelitales abastecen a los proveedores de servicios de información. Entre estos se encuentran clientes heterogéneos: desde emprendimientos jóvenes como Frontec o Solapa 4, que prestan servicios basados en imágenes satelitales y otras fuentes de datos para el sector agropecuario, hasta grandes empresas como Claro o DirecTV, que abastecen de servicios de telecomunicación satelital a clientes corporativos (área donde también compite ARSAT) y consumidores finales respectivamente. En la Figura 1 se puede observar una representación simplificada de la cadena de valor de la economía del espacio argentina donde se ubican a modo de ejemplo varios de los actores antes mencionados.
Figura 1. Cadena de valor simplificada de la economía del espacio argentina
Fuente: Elaboración propia
Evolución y principales hitos
El primer lanzamiento de un satélite con fines científicos (SAC-B) ocurrió en 1996 y estuvo a cargo de la CONAE con INVAP como principal contratista. A este proyecto le siguieron otras tres misiones ya concluidas de la serie SAC: SAC-A, C y D, todas ellas en cooperación con la NASA. Los objetivos científicos de estas misiones incluyeron, por ejemplo, el estudio avanzado de física solar y la medición de la salinidad de los océanos. Por un lado, la colaboración de la CONAE con la NASA y con agencias de diversos países permitió la incorporación de conocimiento, insumos e instrumentos a las misiones operadas por aquella. Por el otro, con el correr del tiempo, las nuevas misiones espaciales de la Argentina fueron aumentando la participación de desarrollos y componentes locales. En la actualidad, la CONAE tiene dos satélites activos: en 2018 lanzó el SAOCOM 1A y en 2020 el SAOCOM 1B, que llevan las antenas de radar más grandes puestas en un satélite en órbita con fines civiles. Ambos proyectos tuvieron también a INVAP como contratista principal. Los objetivos de la misión son prevenir, monitorear, mitigar y evaluar catástrofes naturales o antrópicas, medir la humedad del suelo y aportar información en episodios de emergencias, como la detección de derrames de hidrocarburos en el mar o el seguimiento de la cobertura de agua durante inundaciones, permitiendo también tener impactos productivos mediante, por ejemplo, aplicaciones en la agricultura y el control de plagas.
En el sector de las telecomunicaciones, la empresa ARSAT gestionó, de nuevo con INVAP como principal contratista, las misiones de los satélites geoestacionarios de telecomunicaciones ARSAT-1 y 2, que se encuentran actualmente en órbita. Esto situó a la Argentina dentro del reducido grupo de ocho actores con capacidades suficientes para construir localmente satélites geoestacionarios de telecomunicaciones. A diferencia de los SAOCOM, los cuales tienen una fuerte integración de componentes locales, y de los SAC, en cuya serie se fue sumando participación doméstica, en los ARSAT-1 y 2 hay una gran presencia de componentes importados. Entre estos se encuentra la carga útil completa –los instrumentos y equipos que el satélite necesita para cumplir con su misión– y los paneles solares –que aportan la energía necesaria para que el satélite funcione–. La decisión de integrar componentes extranjeros en lugar de desarrollarlos localmente se explica por el hecho de que los riesgos comerciales asociados con los satélites de telecomunicaciones imponen una serie de limitaciones (vinculadas a aseguramiento, cumplimiento de plazos y especificaciones, etc.) a la participación de proveedores sin experiencia probada en el sector. También se tuvieron en cuenta las posibles consecuencias en términos de las demoras en ocupar efectivamente las posiciones orbitales geoestacionarias asignadas por la agencia reguladora internacional (Pascuini, 2020), pero sobre todo se basan en la necesidad de cumplir con los compromisos comerciales asumidos por el operador satelital con sus clientes para proveerles del servicio en tiempo y forma. De ahí que la plataforma de los ARSAT-1 y 2 se desarrolló bajo la premisa de minimizar riesgos y cumplir plazos, a costa de una menor integración del valor agregado local (López et al., 2018).
Existen distintas dimensiones a través de las cuales se puede evaluar la complejidad tecnológica de las misiones satelitales. Por ejemplo, Wood y Weigel (2012) proponen el concepto de “escalera tecnológica espacial”, a partir del cual asocian la complejidad técnica de las misiones satelitales a la órbita en la cual se ubican los satélites y al nivel de autonomía nacional con el que fueron construidos los mismos. En el Cuadro 1 se presentan algunos indicadores de participación local y complejidad en las misiones de la CONAE y ARSAT, donde se puede observar que las misiones geoestacionarias aparecieron en el cronograma de lanzamientos 18 años después del lanzamiento del SAC-B. En general las misiones GEO presuponen mayores desafíos tecnológicos que las misiones de órbita baja por varios motivos, incluyendo la exposición a radiación, la vida útil que se le exige a los sistemas y el recorrido que deben transitar hasta llegar a sus órbitas definitivas.
Sin embargo, cuando el nivel de autonomía con el cual se construyen los satélites difiere, la órbita puede ser un indicador insuficiente para comparar su complejidad. En el caso particular de los ARSAT 1 y 2, como se dijo más arriba, se importaron muchos componentes clave, incluida la carga útil completa y los paneles solares, que, por ejemplo, en los SAOCOM fueron integrados localmente. En el Cuadro 1 también se presentan el peso, la cantidad de instrumentos y algunos ejemplos de los desarrollados localmente que se incluyeron en las misiones de la CONAE y ARSAT (todo de acuerdo a la información disponible). Debe entenderse que, a mayor peso, mayor es la complejidad asociada a su diseño y fabricación: mayores son los requerimientos de energía y más compleja es la gestión y el procesamiento del tráfico de datos con tierra; a su vez la cantidad de instrumentos que lleva el satélite en general correlaciona positivamente con el peso que este adquiere. Si observamos el peso de los satélites de la CONAE, su evolución es creciente en el tiempo. Lo mismo sucede, según la información recogida, con los instrumentos en la serie SAC, los cuales evidencian una mayor participación local y en particular de muchos organismos de Ciencia y Tecnología (CyT) que participaron en sus desarrollos.
Cuadro 1. Algunos indicadores de participación local y complejidad en misiones de CONAE y ARSAT | |||||
Año de lanzamiento | Nombre | Órbita | Instrumentos locales (ejemplos) | Cantidad de instrumentos | Peso (kg)* |
1996 | SAC-B | LEO | Espectrómetro de rayos X duros. | 4 | 191 (s.) |
1998 | SAC-A | LEO | Cámara de video. | 4 | 68 (s.) |
2000 | SAC-C | Heliosincrónica | Cámara multiespectral de resolución media. Cámara pancromática de alta resolución. Sistema de recolección de datos. Cámara de alta sensibilidad. | 9 | 485 (s.) |
2011 | SAC-D/ Aquarius | Heliosincrónica | Radiómetro de microondas. Cámara de alta sensibilidad. Sistema de colección de datos. Paquete de demostración tecnológica. | 8 | 1.600 (s.) |
2014 | ARSAT-1 | GEO | ― | 24 (transpond.) | 2.973 (h.) / 1.300 (s.) |
2015 | ARSAT-2 | GEO | ― | 26 (transpond.) | 2.900 (h.) |
2018 | SAOCOM 1A | Heliosincrónica | Radar de Apertura Sintética (SAR). | 1 | 3.000 (s.) |
2020 | SAOCOM 1B | Heliosincrónica | Radar de Apertura Sintética (SAR). | 1 | 3.000 (s.) |
Nota: * (s.) hace referencia al peso en seco –esto es, sin combustible o propelente– y (h.) hace referencia al peso en húmedo –con combustible o propelente–. Fuente: elaboración propia con base en López et al. (2017), páginas web oficiales de la CONAE e INVAP y entrevistas realizadas para este trabajo |
Identificación del potencial de encadenamientos de las nuevas misiones satelitales
A los fines de identificar potenciales encadenamientos que podrían concretarse a partir del lanzamiento de nuevas misiones satelitales se analizó información sobre las misiones SAOCOM 1B y ARSAT-2. En ambos casos son segundas ediciones de satélites muy similares con proyectos para lanzar versiones actualizadas, lo que ha facilitado la detección de potencialidades para incrementar la integración local en los proyectos futuros. A partir de una conceptualización de las misiones satelitales y de entrevistas con distintos responsables de la CONAE y ARSAT y empresas locales proveedoras (actuales y potenciales), se identifican componentes con capacidad para ser integrados localmente en futuras misiones, así como los impactos, limitaciones y dificultades de estos desarrollos.
Antes de describir brevemente los desarrollos en marcha es importante entender que la infraestructura de un satélite se divide en dos subsistemas principales. Por un lado, se encuentra la carga útil (payload), que contiene todo lo que el satélite necesita para cumplir con su misión. Dependiendo de la misión puede consistir en antenas, cámaras, radares, etcétera. Por ejemplo, en un satélite de telecomunicaciones serán esencialmente transpondedores, y en uno de observación usualmente serán sensores remotos. Por otro lado, se encuentra el bus, que es la parte del satélite que hospeda al payload y mantiene al equipo unido y en funcionamiento. Esto es posible gracias a distintos componentes y subsistemas, como la propia estructura y el interconexionado, y los que permiten al satélite cumplir con sus funciones vitales. Algunas funciones de estos subsistemas podrán variar dependiendo del satélite (por ejemplo, si necesita una unidad de memoria, dependiendo de si puede enviar información a la Tierra de manera continua o no), pero otras serán un denominador común, como el sistema de potencia del cual forman parte los paneles solares y las baterías para almacenar la energía. Otro ejemplo de estos subsistemas es el Altitude and Orbit Control System (AOCS) que funciona como la brújula del satélite, y le permite determinar su orientación y ubicación respecto a la Tierra y a otros cuerpos celestes en el espacio, donde los elementos componentes de este subsistema diferirán según el satélite. De hecho, uno de estos componentes puede ser un dispositivo de geolocalización que, aunque con mucha más complejidad, triangula señales al igual que los dispositivos de GPS que utilizan los automóviles.
Entre los componentes susceptibles de integración local identificamos el Gimbal y el dispositivo de geolocalización para el AOCS, y las baterías para el subsistema de potencia, en los que el ecosistema espacial en torno a la UNLP ocupa un rol importante y cuyas tecnologías tendrían potencial de aplicación en otras industrias. Por otro lado, se han identificado desarrollos cuyo protagonista es INVAP. Tal vez los proyectos más ambiciosos son el del sistema de propulsión eléctrica y el del payload flexible, cuyas necesidades de financiamiento hayan sido posiblemente uno de los motivos para que la empresa busque un socio en el extranjero (Turkish Aerospace Industries). INVAP se encuentra asimismo desarrollando dispositivos, componentes y servicios requeridos en distintos subsistemas del bus (AOCS, Command and Data Handling & Mass Memory, potencia, y propulsión) y en el propio payload, en todos los casos es mediante fondos propios. Uno de ellos es una On Board Computer (OBC), que permitiría condensar en una única computadora diseñada, manufacturada y testeada por INVAP, funciones que previamente (ARSAT 1 y 2) eran realizadas por distintos dispositivos y módulos.
Varios de los desarrollos identificados están asociados al financiamiento del FONARSEC en el marco del programa de desarrollo de proveedores de la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica (ANPCyT). Del trabajo de campo se recogió información que sugiere que los resultados técnicos obtenidos al momento fueron satisfactorios, pero también que existe espacio para realizar mejoras en este tipo de instrumentos de financiamiento:
1) Es necesaria una mejor coordinación entre el ente financiador y la institución que adoptaría los desarrollos al momento de evaluar y elegir los proyectos para que el resultado del financiamiento sea aprovechado, así como un mejor mecanismo de monitoreo de la marcha de los desarrollos no solo en lo puramente tecnológico, sino también en su fase comercial;
2) La herramienta de financiación debería prever mecanismos que amortigüen el descalce de monedas debido a que el componente importado en insumos y maquinaria es elevado en proyectos de alta tecnología como lo son los de este sector;
3) La cantidad de proyectos en llamados que han quedado sin cubrir sugiere que hay espacio para realizar mejoras en el diseño de las convocatorias y en su implementación;
4) Hay oportunidades de integración local detectadas hace ya varios años que no han conseguido aún el financiamiento necesario.
Un ejemplo del último punto es el caso de la falta de infraestructura en el DES de la CNEA (López et al., 2017) sin la cual hoy es necesario recurrir a un proveedor externo para integrar las celdas de los paneles solares para el próximo satélite GEO de ARSAT. Pese a estas observaciones, existen indicios que sugieren que estas convocatorias han sido una herramienta efectiva para propiciar desarrollos tecnológicos y generar capacidades dentro de la cadena de valor del sector espacial.
El principal limitante entre los desarrollos que se están llevando adelante en el ecosistema espacial en torno a la UNLP ha sido la falta de oportunidad para ser probados en vuelo. Para estos y otros desarrollos, la posibilidad de prueba en vuelo depende de decisiones que recaen en primer lugar en la CONAE y ARSAT, y en segundo lugar en el principal contratista (INVAP). En otros casos, como los dispositivos de geolocalización y las baterías, las aplicaciones de estos desarrollos a otras industrias se ven limitadas por la necesidad de financiamiento para las adaptaciones tecnológicas requeridas. En tanto, la exportación de algunos de estos desarrollos (e.g. dispositivos de geolocalización y Gimbal) se dificulta debido a altos estándares de calidad de los grandes clientes internacionales; sin embargo, los desarrollos podrían insertarse en nichos con clientes de menor tamaño o en otros países de la región.
Por su parte, un conjunto muy relevante de desarrollos protagonizado por INVAP ha sido financiado mediante fondos propios, y alcanzaría una participación local estimada, en caso de implementarse, que oscila entre un 60 y un 75% del valor de los respectivos componentes. Algunos de estos desarrollos se encuentran próximos o incluso en la frontera tecnológica, y, de hecho, según el personal entrevistado, ya se han registrado exportaciones. Aun cuando el know how adquirido está siendo aprovechado en proyectos de otras industrias, se ha señalado la dificultad de insertarse en mercados dominados por agentes especializados (en particular, en el caso de la OBC).
Conclusiones y agenda
El desarrollo de proveedores locales de bienes y servicios para la industria satelital, así como el fomento de las actividades de transferencia de tecnología tanto dentro como fuera de la cadena (tema no abordado en esta nota, pero sí en el más extenso documento de trabajo mencionado en nota al pie 1), requieren de decisiones de política que van más allá de la existencia de fondos para financiar proyectos específicos. Dentro de estas decisiones, se incluye la necesidad de generar alguna instancia de coordinación de la que participen los actores centrales del ecosistema espacial, más otros jugadores relevantes de la cadena, en donde se establezcan visiones y objetivos comunes y, consecuentemente, se definan estrategias y acciones de las que participen dichos actores.
A pesar de la ausencia de un marco explícito de coordinación (los Planes Espaciales adoptados en Argentina no cubren el área de telecomunicaciones), y gracias a decisiones de política, la existencia de relaciones interpersonales entre los miembros de ARSAT, CONAE e INVAP y la disponibilidad de capacidades locales se alcanzaron hitos tecnológicos notables en las dos últimas décadas. Sin embargo, el esquema de incentivos que gobernó este proceso llevó a que la mayor participación local se haya observado principalmente en forma de actividades internas de CONAE (y eventualmente VENG) e INVAP (ya que la contratación de otros proveedores locales en los actuales desarrollos de INVAP se limita, salvo alguna excepción, a los aspectos mecánicos), y a que la transferencia de tecnología a otros actores, tanto dentro de la cadena espacial (centros de I+D, proveedores, etc.) como fuera de ella, resulte un tema no prioritario.
Más allá de la necesidad de crear este espacio de coordinación en busca de introducir nuevos criterios e incentivos en la lógica de toma de decisiones de los actores centrales de la cadena espacial, hay otros pasos que pueden darse para fomentar las actividades de desarrollo de proveedores y transferencia de tecnología. Por ejemplo, sería necesario generar un mapa completo de proveedores aguas arriba, con información sobre sus actividades, capacidades productivas y tecnológicas, y vínculos actuales y potenciales con otros sectores, ya que hoy esa información está fragmentada y en general se concentra en los actores centrales de la cadena.
Una condición necesaria para que las iniciativas de desarrollo de proveedores y transferencia de tecnología tengan probabilidad de éxito es asegurar la continuidad de los proyectos espaciales, tanto de ARSAT como de la CONAE. Mientras que en el primer caso la propia generación de flujos de ingresos por la venta de servicios debería garantizar la continuidad de las inversiones en nuevas misiones, como se previó en el anexo de Ley de Desarrollo de la Industria Satelital sancionada en 2015, en el segundo caso son los fondos provenientes del presupuesto del Estado nacional los que han venido financiando las misiones científicas y de observación de la Tierra hasta ahora lanzadas. Sin embargo, estas misiones también tienen la potencialidad de generar ingresos para la CONAE, algo que ha comenzado a ser considerado a partir de la utilización de VENG como brazo comercial para la venta de diversos tipos de productos y servicios, lo cual además puede ayudar a la innovación y la competitividad de otros actores de la economía local.
Como parte de una eventual reconsideración de las estrategias y políticas hacia el sector espacial, debería evaluarse el mayor énfasis en las posibilidades de exportación, donde la potencialidad para exportar satélites completos y/o componentes y servicios para misiones satelitales ha sido poco explorada por parte de los actores de la cadena espacial en la Argentina. Las exportaciones de este tipo de bienes y servicios requieren de importantes esfuerzos diplomáticos (así como del ofrecimiento de condiciones de financiación favorables a los clientes) y suelen favorecerse de la existencia de acuerdos de cooperación tecnológica (López et al., 2017). Al menos en una primera etapa, las mayores posibilidades de exportar están en otros países de la región que tienen en desarrollo sus propios planes espaciales, pero se ven limitados en sus capacidades tecnológicas domésticas para llevarlos adelante. También existen oportunidades para exportar, por ejemplo, determinados componentes en operaciones de carácter comercial, lo cual requiere que esos componentes tengan experiencia en vuelo previo para dar cuenta de su calidad y confiabilidad ante potenciales clientes internacionales. Para ello se podrían articular esfuerzos a fin de que los nuevos desarrollos locales sean incorporados, aunque sea en forma de redundancia, en las próximas misiones satelitales, a fin de que acumulen la experiencia en vuelo requerida para conseguir negocios en terceros países.
En el trabajo también se han identificado las potencialidades de aplicación de nuevos desarrollos en sectores no espaciales. Las limitaciones relevadas para concretar esas potencialidades apuntan a la falta de financiamiento, o a la dificultad de insertarse en el mercado local o regional en otras industrias ya dominadas por los incumbentes. En algunos de estos casos, en las entrevistas se ha sugerido que el compre público podría ser un instrumento útil para superar esas limitaciones. En este sentido, vale aclarar que las oportunidades de desarrollo e integración local relevadas en el trabajo, no por ser tecnológicamente factibles, son merecedoras per se del apoyo financiero del sector público. El apoyo debe estar sujeto a rigurosas evaluaciones costo-beneficio y al análisis realista del potencial de aplicación efectiva de los desarrollos, donde este tipo de evaluación debería ser parte integral de cualquier estrategia de promoción de encadenamientos que decida implementarse a futuro.
Sintetizando el enfoque del trabajo, el nivel de desarrollo del sector espacial argentino amerita explorar las posibilidades de que sus actores centrales establezcan vinculaciones más efectivas y sistemáticas con otros agentes de la cadena espacial y con otros sectores productivos de la economía local. En otras palabras, vale la pena repensar al sector espacial no solo desde el punto de vista del logro de hitos científico-tecnológicos significativos, sino también como repositorio, generador y difusor de conocimientos y tecnologías potencialmente valiosas para el resto del aparato productivo del país.
Bibliografía
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