Tamara Rubilar es científica e investigadora del CONICET. Comenzó su carrera realizando la Licenciatura en Ciencias Biológicas en la Universidad Nacional de Patagonia de San Juan Bosco, y posteriormente hizo su doctorado en el Centro Nacional Patagónico del CONICET, enfocado en la regeneración neuronal en estrellas de mar. También hizo un postdoctorado en el CONICET. Co-fundó EriSea, una empresa de base tecnológica que utiliza huevos no fecundados de erizos de mar como materia prima para sus productos, respetando el bienestar animal y trabajando de forma sustentable.
MISIÓN PRODUCTIVA: ¿Cuándo y cómo empezaste a estudiar los erizos de mar? ¿Nos contarías también sobre las propiedades que los hacen valiosos para la salud y la alimentación humana?
TAMARA RUBILAR: Trabajo con los equinodermos desde muy joven. En mi segundo año de la universidad me acerqué a la profesora de Química orgánica y le pregunté si podía ayudar en algo en el laboratorio. En ese momento ella estaba haciendo su doctorado en donde extraía de unas estrellas de mar moléculas que tenían valor económico. Fueron mis primeros pasos en el camino científico: cómo sacar moléculas valiosas de los animales marinos. Después hice mi doctorado con Estrellas de Mar, enfocado en regeneración neuronal. Trabajaba con la misma estrella de mar que habíamos trabajado con Enriqueta, mi profesora, porque tiene una habilidad de regenerar todas sus partes de forma rápida y sencilla.
En la mitad de mi doctorado me volví a contactar con Enriqueta. Me dijo que quería empezar un proyecto nuevo y empezamos a trabajar con erizos. En ese momento buscábamos ácidos grasos omega 3, que son importantes para la salud. Como yo soy bióloga y ella es química, buscamos un camino en común en acuicultura: yo investigaba cómo criar a los erizos de mar para no tener que pescarlos y con ella investigábamos qué moléculas podrían ser útiles. Ahí empezamos un proyecto de investigación juntas, entre los años 2004 y 2005.
Cuando mi segundo hijo nació lo hizo con grandes problemas de salud, tenía un gran problema inmunológico y grandes alergias alimentarias. El tratamiento consistía en corticoides para bajar las inflamaciones y en antialérgicos muy fuertes, y como soy científica me daba cuenta de que esto a largo plazo le iba a generar muchísimos problemas de salud, ya que el exceso de corticoides es dañino para el cuerpo.
A medida que mi hijo fue mejorando, me puse a investigar y me contacté con colegas inmunólogos de un montón de lugares. Lo que encontraba como denominador común era que había que tomar antioxidantes ya que ayudaban en la inflamación intestinal. Comencé a probar con los antioxidantes comunes que se encuentran en el mercado, pero investigando encontré un antioxidante que decían que era excelente, llamado Espinocromas, que según un paper en ruso obtenían de los erizos de mar. Inmediatamente me puse en contacto con estos investigadores. Me comentaron que sacaban la molécula de los caparazones de los erizos de mar porque las huevas de sus erizos no las tenían, pero que había erizos que en sus huevas sí tenían. Como yo trabajo con erizos de mar pregunté cuál era la molécula y resultó ser que era una fracción violeta que nosotras odiabamos porque nos dificultaba cuando sacabamos los lípidos.
Los erizos de mar se comen desde tiempos inmemoriales. Hay registros desde 1647 en materia médica que los erizos de mar son buenos para la salud. Los aztecas los consumían y se lo daban como ofrendas a sus dioses. Entonces en mi casa los empezamos a comer, y mi hijo empezó a sentirse mejor y poco a poco fui sacando los medicamentos.
Investigué más e hice un convenio de colaboración con los rusos de investigación científica, en donde encontré que ellos habían desarrollado a partir de estas moléculas hasta un fármaco para los ataques al corazón por su poder antioxidante y antiinflamatorio. Entonces empezamos a trabajar purificando la molécula viendo si efectivamente era la misma.
MP: ¿Cómo fue el proceso en el que fundaron la EBT Erisea? ¿Cuál fue el rol de la provincia de Chubut en el impulso del proyecto?
TR: Conseguimos una inversión de 420.000 dólares para construir una planta desde cero y empezar con el proceso, pero cuando empezamos a construir vino la pandemia. Durante la pandemia el Ministro de Ciencia y Tecnología, que era Salvarezza, dijo que todo aquel científico que tenga algo que pueda llegar a servir para la pandemia, para la salud, deje lo que estaba haciendo y se ponga a hacer esto.
Había mucha bibliografía de las moléculas de los erizos de mar que tenían que ver con antiinflamación, con antioxidantes, con actividades antivirales y antibacterianas, entonces con mi grupo de trabajo empezamos a trabajar sobre la hipótesis de que quizás uno de nuestros tres productos podía llegar a servir para la pandemia. Empezamos a trabajar en ese objetivo y generamos un producto pero no tenía las aprobaciones necesarias.
Hicimos todo en el marco del CONICET. El CONICET te da una resolución en donde te reconoce como empresaria tecnológica, y como investigador te da una autorización para fundar una empresa de base tecnológica. Después el CONICET licencia tu tecnología, fomentando no necesariamente que se haga dinero pero sí que se desarrolle. De hecho, nosotros todavía no tenemos ganancia. En ese entonces nos ayudó Fabián Puratich, que era el Ministro de Salud de la Provincia de Chubut. Nosotros publicamos, le presentamos toda la información y nos ayudó en todo el proceso administrativo para lograr la aprobación de ANMAT. Hoy todos nuestros productos tienen una aprobación ANMAT. Siempre digo que la provincia de Chubut me incubó, porque la Secretaría de Ciencia y Tecnología me ayudó a formar la empresa y el Ministerio de Salud me ayudó a probar los productos. Después la Secretaría de Ciencia, con Mauro Carrasco, nos ayudó a generar todas las habilitaciones. Inclusive la municipalidad nos ayudó muchísimo, porque nosotros por ejemplo requerimos agua de mar pero nunca en la historia ninguna industria usó agua de mar, entonces tuvimos que trabajar con la municipalidad para ver cuál era el camino legal. Tuvimos que poner en el Código Alimentario Argentino a los erizos de mar porque no existían.
Hoy la empresa se llama EriSea Sociedad Anónima, y Promarine es la marca. Cuando tuvimos todas las aprobaciones de nuestro producto la ola de COVID ya había pasado y por suerte estábamos todos vacunados. La doctora Gabriela de Larrañaga preguntó si mi producto podría llegar a servir para secuelas COVID, así que generamos una prueba médica con los hospitales Santo Jean, Muniz y Ramos Mejía, que fue financiada por el Ministerio de Ciencia y Tecnología, para ver si uno de nuestros productos, que se llama EchaMarine, podía llegar a servir para los secuelados. Logramos la aprobación de la NIH de Estados Unidos para nuestra prueba médica y la terminamos en febrero de 2023. En este momento nos encontramos haciendo todos los estudios estadísticos para ver si tenemos alguna resolución.
MP: Actualmente, ¿en qué etapa se encuentra el producto? ¿Qué rol juega la infraestructura en el escalado del mismo? ¿Cómo es el proceso?
TR: Tenemos dos productos a la venta. Uno es el Marine Epic, que tiene moléculas de los erizos de mar junto con el complejo vitamínico B, que es el complejo que más falta en la dieta de los argentinos y es necesario, entre otras cosas, para tener energía, y la microalga chlorella, que también la cultivamos nosotros, que actúa como detox. El segundo producto es el primer producto de ácidos grasos de industria nacional, de omega 3, Marine Fusión. Siempre los omega 3 son importados, pero nosotros generamos uno mezclado con la taxantina de muy alta calidad y muy buena concentración, también a base de los huevos de los erizos de mar, que lo mezclamos con aceite de coco para que se absorba muy rápida y eficazmente por el hígado.
En este momento estamos escalando. Hoy nosotros tenemos una producción boutique: hacemos alrededor de 4.000 productos al mes. Si vos lo multiplicas, al año no llegas a 50.000 productos. Es una producción muy chiquita, pero tenemos la capacidad para crecer al menos 15 veces en la planta que tenemos, y ese es nuestro plan para este año.
Lo que hacemos nosotros es criar los erizos en la planta. Criamos nuestros propios erizos de una forma particular en la que ellos acumulan las moléculas en sus huevas 500 veces más que en el campo. Por eso decimos que es biotecnología. Después recogemos esos erizos sin matarlos. Tenemos un protocolo de bienestar animal, porque mientras mejor esté el erizo más huevas acumula. Después nosotros recogemos esas huevas y de esas huevas generamos tres productos. Para esto la provincia nos dio un permiso a través del protocolo de Nagoya para poder extraer a un grupo de animales y a partir de eso generar nuestra producción. Lo que tiene nuestra tecnología es que es totalmente globalizable, uno podría hacerlo con otras especies en otros lugares del mundo.
MP: En cuanto a comercialización ¿apuntan a un desarrollo B2B o B2C?
TR: Hoy en día nosotros tenemos un sistema B2C en Argentina y vendemos al consumidor final. Nuestro objetivo es llegar al breaking point, pero todavía no estamos en el punto de equilibrio ya que seguimos viviendo con inversión. Estamos tratando de entrar en algunas líneas de farmacia porque que la fábrica venda B2C es muy complejo.
El objetivo es generar negocios B2B. Ahora estoy buscando clientes específicos de nutracéuticos. Por suerte tengo varias entrevistas pautadas, por eso estoy viajando por todos lados a ver si logramos empezar a exportar el producto.
MP: Entendemos que está en marcha un proceso en el cual los consumidores son cada vez más conscientes respecto a lo que consumen, y valoran cada vez más el aporte nutricional, la sostenibilidad y hasta el cuidado animal en el proceso de producción de alimentos. ¿En qué mercados ven esta tendencia más desarrollada? ¿Están realizando acciones para expandir sus ventas hacia estos mercados?
TR: En Argentina el mercado de los suplementos dietarios está recién empezando. El público no está educado, por eso es tan difícil penetrar. Nosotros tenemos un producto con un ingrediente nuevo, totalmente original en occidente, que se hace de una forma muy específica y que por lo tanto tiene un costo alto. Uno de los objetivos que tenemos es generar muy pocos residuos por lo que utilizamos economía circular, y nos enfocamos en el bienestar animal (por eso no tenemos millones de erizos de mar, para evitar enfermedades ya que no usamos antibióticos). Hay un montón de principios que tenemos que hacen que los costos sean más altos, y cuando uno tiene una escala pequeña como la nuestra, los costos fijos te matan. En ese sentido apuntamos al mercado europeo que no sólo está más maduro en cuanto al wellness, en cuanto al cuidado de la propia salud, y está dispuesto a pagarlo, sino que también valoriza todas estas cosas que nosotros tenemos.
Aunque no es nuestro objetivo principal exportar el 100%, porque como todas mis formaciones fueron y son con fondos públicos buscamos que el pueblo argentino tenga acceso a nuestros productos, la realidad es que para poder sostener la empresa necesitamos empezar a generar algún tipo de dividendo, entonces la exportación es un buen camino. Finalmente, como somos el primer producto biotecnológico de Chubut nuestra provincia nos sigue acompañando.
MP: ¿Qué oportunidades presenta la biotecnología marina para el desarrollo de Argentina? ¿Cuánto hay explorado y cuanto por explorar?
TR: Yo creo que va a crecer muchísimo. Si uno mira solamente la cuestión de búsqueda de nuevas moléculas, o búsqueda de nuevos alimentos o de nuevos biomateriales, como por ejemplo los de las macroalgas que ahora se están haciendo bioplásticos, el potencial es gigante.
Argentina está haciendo punta en alguna de estas cosas y una de las cosas que yo voy a hacer es participar de la Atlantic Innovation Week, que está enfocada exactamente en esto, en la nueva biotech marina que se hace en el Atlántico. Yo voy a presentar nuestro caso.
Creo que no solo hay un gran potencial, sino que hay un montón de startups enfocadas en la blue economy, en buscar nuevos negocios sustentables utilizando recursos marinos. No buscan meramente ir a pescar, sacar el recurso y venderlo como un producto alimenticio como se hizo históricamente, sino tratar de buscar mayores beneficios o ponerle valor agregado a lo que uno extrae del mar o cultiva.
MP: El caso de Erisea demuestra que es posible tener una ciencia de impacto, con aportes a la sostenibilidad, a la salud, a la generación de empleo. ¿Qué pensas que puede hacerse para que existan cada vez más científicos que transformen sus ideas en emprendimientos, la investigación en innovación?
TR: Las distintas aceleradoras como SF500, GridX, CITES y demás están empezando a trabajar en generar comunidad. Yo estoy colaborando en eso porque lo que hay que tratar de hacer es educar a los científicos: que no se asusten, que vean de qué se trata y qué es posible. De hecho, ahora en abril estamos largando un curso del cual yo estoy participando para contar mi experiencia tratando de animar a otros a que lo hagan. También es importante que el CONICET fomente estas actividades hacia adentro.
Algo muy importante es que las instituciones que trabajan en las regulaciones, como por ejemplo Senasa o ANMAT, trabajen en conjunto. Que creen una especie de división o enlace o comunicación que sea más directo y más fácil. Todos los que son empresas de base tecnológica o biotech, están en el límite de la normativa porque están haciendo cosas innovadoras. No se busca romper normativas, sino que se ayude en la creación de nuevas, aunque a veces en el Estado eso cuesta. Personalmente con la ANMAT no tengo una sola queja, me hicieron una reunión en donde me dijeron lo tuyo corresponde al INAL, este es el camino a seguir, y me hicieron un recorrido enumerando pasos. Creo que lo que quizás falta es ese paso de comunicación, que yo lo obtuve porque me apoyaron desde la provincia.
El acompañamiento regional es importante por parte de las Secretarías de Ciencia, o las de Producción, o los Ministerios locales. Me parece que es muy importante valorizar los recursos naturales, y cuando vos haces algo con una especie que es nativa y que aún no es comercialmente utilizada, corresponde que el estado local acompañe.
Por Sol Gonzalez de Cap